LA ZORRERÍA DE LA ZORRA
Por Pedro Taracena Gil
Periodista
Las “virtudes” de este vivaz animal emanan sobre todo de su
astucia y cautela. Cuando persigue su presa esquiva cualquier peligro y siempre
está a cubierto de cualquier riesgo. Su sagacidad le hace ser modelo a seguir
por no pocos animales de la especie humana. Sobre todo, de la clase empresarial
y política; buscando rentabilidad para su provecho personal, poniendo métodos
viles al servicio de elevados principios.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la noble señora doña Esperanza
Aguirre. Su objetivo es público y notorio: descalificar a Rajoy para llegar a
presidenta del gobierno. Antes de la crisis, ella nunca tenía responsabilidad
alguna sobre los aspectos negativos de la Comunidad de Madrid, tenía un
culpable de todo lo que sucediera en su comunidad, Zapatero. Mientras, ella
haciendo causa común con los empresarios, era la lideresa imbatible. Además,
era verdad, el poder alcanzado era absoluto. Cuando llega la crisis la Unión
Europea desenmascara la política oscura de las comunidades autónomas y no le
queda otro camino que asumir su responsabilidad. Consuma su política liberal del
Tea Party a la española y cuando tiene que hacer recortes, se da cuenta que ya
nada es público, todo lo ha entregado a la patronal, siendo ensalzada hasta los
altares por los empresarios madrileños. Abandonando el símil de la zorra porque
ésta se mueve por instinto, Esperanza Aguirre, mujer lista y diligente
apercibió lo que se le venía encima con la política de Rajoy, que es un camino
hacia ninguna parte, preparó pronto y expedita la huida hacia un lugar seguro
que le permitiera seguir moviendo los hilos de marionetas que siempre están
dispuestos hasta a llorar por ella. Los motivos que declaró para apartarse de
la primera línea de la política fue una burda farsa; tampoco le ha importado
mucho guardar las formas ni la estética, ella es así, espontánea y creativa. La
lideresa intuyendo lo que se le venía encima con la sanidad, la educación y la
dependencia, decidió dejar “el marrón” a los subalternos. Esta augusta señora
es sencilla, muy de la calle y no es difícil de adivinar sus pretensiones, es
clara y a la vez primitiva y nada comedida. Su nombre le confiere la confiada “esperanza”
de que los tiempos cambiarán y ella se erguirá de entre sus propias miserias a
lo más alto de Madrid, la Moncloa. Mientras, seguirá el curso del río Guadiana,
apareciendo y ocultándose, según otee el horizonte. Como la zorra…
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