Documentación: Pedro Taracena

Los españoles somos un pueblo que su
aguante no tiene límite. Somos un pueblo enfrentado e irreconciliable consigo
mismo, donde las ideologías no han creado rivales sino enemigos. Enemigos
dialécticos y enemigos de trinchera y barricada. Las ideologías políticas económicas
y religiosas han desbordado las líneas del diálogo y la comprensión; pasando a
perpetuar un conflicto fratricida. Aún vivimos muchos que para saber la verdad,
no necesitamos de historiadores. Cada cual cuando orienta su mirada hacia el horizonte
de sus antepasados más próximos, ellos nos cuentan cómo acontecieron los
hechos. No es una cuestión exclusivamente política dentro de la alternancia
normal de izquierda y derecha, no. Se trata de un conflicto donde los
fanatismos religiosos y políticos forman un binomio irracional, difícil de
digerir. Siempre con invictos y vencidos. Víctimas y
verdugos. Con caudillos y salvadores de la patria, poseedores de la verdad
absoluta. Donde la justicia se reclama encubierta de revanchismo y venganza y
el perdón, la amnistía y el indulto tiene tintes de injusticia e intereses,
fraude y caciquismo.


El pueblo llano cuando se expresa
con libertad, logro alcanzado apenas cuatro décadas, "cada cual cuenta la feria
como le ha ido en ella". Frase un tanto prosaica pero sabia en su
contenido. Según sea más o menos pobre o más o menos rico. Su familia haya ganado la guerra civil o la
haya perdido. Haya estado en el exilio o haya tenido un puesto en la dictadura
y un sinfín de ejemplos reales como la vida misma. Pero el acontecer de la
Historia nos dice que cada ciudadano del siglo XXI, viene precedido de sus
antepasados que vivieron la monarquía, que el Rey de España se exilió y se
proclamó la II República. Que un pronunciamiento militar la derriba y como consecuencia
se produce un enfrentamiento fratricida durante tres años. Sí, entre hermanos,
entre padres e hijos, entre vecinos y amigos. Y los vencedores imponen una
dictadura que se prolonga a lo largo de treinta y seis años. Que cuando muere
el dictador sus seguidores y los españoles venidos de la clandestinidad y del exilio,
promulgan la Constitución Española; devolviendo al pueblo la soberanía usurpada
en 1936. Pero no se piden cuentas al régimen que como todas las dictaduras
cometió crímenes de lesa humanidad. Los negociadores de la Carta Magna incluyeron la fórmula de la monarquía parlamentaria. Cumpliendo el testamento
establecido por la ley franquista que instauraba la dinastía Borbónica en la Jefatura
del Estado. Hablando vulgarmente la monarquía se introdujo con calzador y bajo
la amenaza de involución. Hasta aquí se ha hablado de pacto constitucional,
consenso para alcanzar la transición de la dictadura a la democracia; apelando
al epíteto de modélica y con vocación de exportarla al mundo entero. Los éxitos
políticos, económicos y de progreso del pueblo nadie lo discute, pero la
reconciliación entre los españoles está por conseguir. Y resulta irritable que
alguien no quiera reconocer que las heridas históricas lejos de cerrarse están sangrando
y que el mundo de las apariencias, son solo eso, apariencias. Con la abdicación
de Juan Carlos I en su hijo Felipe VI, la clase política dominante, que algunos
han pasado a clarificarla de La Casta, han pregonado a los cuatro vientos que
el traspaso de poderes estaba plagado de normalidad. Normalidad jurídica y
legal pero, quizás, no legítima... Porque mientras se han tolerado todos los signos,
emblemas, calles, plazas, símbolos y esculturas franquistas y se ha hecho
apología del franquismo hasta la saciedad, durante la entronización del
heredero de la corona de origen franquista, la policía siguiendo instrucciones
del Gobierno, ha prohibido exhibir signos y banderas republicanos, bajo la
falacia de evitar enfrentamientos como si de dos bandos de hinchas se tratara.
Mi ingenuidad me hizo creer que Felipe VI haría algún guiño hacia los
republicanos. Porque mantener en la ignorancia real que el régimen de la II República
fue un Estado de Derecho, un régimen legítimo y al mismo tiempo que se jura la
Constitución no se condene la dictadura, es una amalgama de irregularidades difícil
de digerir.
No voy a caer en el tópico de las
dos Españas porque quizás hay más de dos, pero sí reconocer que mientras no se
resuelva la cuestión de legitimidad de la monarquía en detrimento de la
legitimidad indiscutible de la República, la reconciliación entre los españoles
no será una realidad. Es evidente que para el gobierno de turno le interesará
salvar el bache de la bajada de popularidad de la Casa Real, y seguir
apuntalando un rey que viene del oscuro franquismo y que la juventud actual no
comulga con la "santa y modélica transición". Felipe VI no olvidemos
que si sigue reinando y mirando para otro lado, cumpliendo la falacia de
conveniencia de que "el rey reina pero no gobierna", en lugar de
tratar de retomar el tema por el cual los catalanes están en descuerdo con el
Estado, el desafío catalán consumará su objetivo. Felipe V es persona non grata para Catalunya, el Gobierno y el Rey están a tiempo de que Felipe VI no lo sea. P. Taracena
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