Por Isidoro Gracia
Colección TRANSPARENCIA
Fotógrafo: Carlos Miguel Martínez
Fundador del grupo fotográfico LA COLMENA
Miembro de la Real Sociedad Fotográfica
Los pueblos tienen el gobierno que merecen y los
españoles nos estamos ganado el próximo a pulso.
Discrepo profundamente en dos cuestiones que hoy están
asumidas por una mayoría: Que toda la culpa de lo que pasa es de los políticos
en general y que la Democracia es cara.
Empieza el periodo electoral y medios de comunicación,
comentaristas y tertulianos varios, incluso alguna fuerza política,
ocupan la práctica totalidad del tiempo de debate a temas tan secundarios
como la vestimenta o aficiones de los candidatos, olvidando lo básico: cuáles
son los objetivos del proceso electoral democrático, a saber, valorar los
hechos del gobierno saliente y la credibilidad de las ofertas de los que
pretenden sustituirle, basándose también en los logros de las fuerzas y partidos
que las hacen, entendámonos, no por lo que piden sino por lo que consiguen,
allí donde han gobernado o gobiernan..
Creo que es de Vargas Llosa la frase: “Por regla
general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se
arrepientan."
Así pues si los electores vuelven a dar su confianza a
quien ha incumplido las promesas realizadas para acceder al gobierno, no
podrán alegar engaño y responsabilizar a los dirigentes del partido triunfante,
si es el mismo, oportunidad para arrepentirse y actuar en consecuencia se
la está dando este proceso electoral.
Un par de ejemplos aclararán las ideas. Si se prometió
bajar los impuestos y al final del mandato han subido, en especial los más
injustos, y se vuelve a votar porque se vuelve a prometer reducirlos, el
ciudadano se hace corresponsable de la política fiscal que se realice en el
nuevo mandato. O si se prometió empleo, como herramienta de reparto de la
riqueza que el crecimiento obtenido aporta, y en el mandato anterior la masa
salarial ha disminuido muy notoriamente, el ciudadano tiene que saber que es él
el que autoriza con su voto, o su abstención, a que se continúe esquilmando a
las clases medias y bajas a favor de unas minorías muy concretas y que no
siempre habitan en España, crecer por crecer significa muy poco si no se añade
para qué o para quién.
Abundando en el tema del arrepentimiento. Existe una
opinión muy extendida, propiciada claramente por técnicas de manipulación
mediática, de que todos los políticos son iguales, que una gran mayoría está en
política para enriquecerse. Pues no, los abundantes datos ya conocidos
demuestran claramente que existe una evidente concentración de los casos de
corrupción, en un solo partido y en una minoría de “empresarios”. Si en
esta ocasión el votante no se arrepiente, y además ejerce el propósito de
enmienda, pasará de corresponsable a cómplice moral.
Dos son los argumentos iniciales de las nuevas fuerzas
políticas y sus apoyos mediáticos, usados muy abundantemente en las redes
sociales, uno, la culpa de que no se haya logrado un gobierno progresista es de
“los otros”, y dos, eso de gastar hasta 130 o 140 MM de € en las elecciones del
26 J es un despilfarro.
Empecemos por el argumento del gasto, un primer dato:
España es, entre los países desarrollados, el que menos gasta en sus
instituciones parlamentarias y demás órganos de control (sí, incluyendo todas
los parlamentos, defensores del pueblo, tribunales de cuentas, etc.) son datos
fácilmente accesibles, también gasta menos que en la mayoría de países con
muchos menos habitantes. Por otro lado parece difícil compaginar el discurso de
una mayor participación de los ciudadanos, en la toma de decisiones y el
control de sus políticos, con la restricción de los medios dedicados a ese fin,
lo curioso es que buena parte de los votantes aplaudan con entusiasmo que les
dificulten el acceso a la información, debate y decisión, que la esencia de la
Democracia demanda, con campañas electorales lo más amplias y claras posibles
(dentro de unos límites razonables), para la emisión de un voto informado y
responsable.
Continuemos con la responsabilidad de los ciudadanos
que hicieron posible el papel jugado por las “nuevas” fuerzas parlamentarias.
Entrecomillo lo de nuevas, por que el proyecto de agrupación de muy distintas
fuerzas sí que es nuevo, pero la inmensa mayoría de sus dirigentes goza de una
amplia presencia (de lustros y décadas) en otros proyectos políticos, casi
todos proyectos fracasados. Se puede entender que peticiones al sistema tan
atractivas como ingresos individuales para todos y prestaciones ilimitadas,
hayan sido motor de recogida de votos, es menos comprensible que, habida cuenta
de que muchos de esos votantes pertenecen a grupos ilustrados, no hayan
verificado los antecedentes que permitían valorar su viabilidad. Por ejemplo
algún nuevo proyecto tiene ya una trayectoria de actuación en el Parlamento
Europeo, es fácil comprobar sus coincidencias de voto en temas importantes. Por
si no lo han hecho anteriormente, les
invito a verificar que el porcentaje más alto de coincidencia se corresponde
con los antieuropeos en general y con la extrema derecha en particular. Con
esos antecedentes y la suma de lo realizado, no lo pedido, sino lo conseguido
para sus administrados, donde ya gobiernan (en ayuntamientos, algunos muy
grandes) tendrán los ciudadanos que responsabilizarse de si ejercitan, o no, el
propósito de enmienda. Ahora ya no será admisible el simple acto de fe.
Y terminemos con la responsabilidad, compartida por
los posibles votantes, en especial por los abstencionistas, en una relación de
fuerzas, en las Cortes Generales, que ha devenido en que el gobierno en
funciones continúe haciendo lo que hace sin posibilidad de control. Cierto que
los grupos parlamentarios y partidos tienen su responsabilidad, pero ¿Quiénes
los eligieron son inocentes del todo?
A modo de conclusión: En las democracias formales los ciudadanos tienen, oportunidades para
defender sus intereses colocando en los gobiernos a las fuerzas políticas que
lleven en sus programas las propuestas que les sean más próximas, o rechazando
aquellas que les hayan engañado o confundido, pero si no aprovechan esas
oportunidades se hacen responsables, o cómplices, de lo que les suceda.
Volviendo a Vargas Llosa: "Los pueblos a veces se equivocan, y a menudo la
pagan caro”.
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