Por Pedro Taracena Gil
Mosaico franquista
El pueblo español está sufriendo como nunca. Se encuentra
como al final de la guerra civil. Los ricos más ricos y la clase media convertida
en pobre y en creciente exclusión social. Ha sido víctima del voraz
capitalismo. Bancos usureros, especuladores ladrones, políticos corruptos,
empresarios explotadores han impuesto la ley de la selva, la ley del más
fuerte. Con la colaboración necesaria de la clase política imperante en Europa;
heredera del fascismo, el capitalismo liberal y las democracias de inspiración
católica. En España el franquismo bajo las siglas del Partido Popular está
cometiendo un auténtico crimen contra el más débil. La crisis es una patraña
para acelerar la implantación del sector privado sobre el público, que vienen
desde hace una década programando. Los débiles solamente tienen el apoyo de la
sociedad. Las gentes han tomado la calle. Frente a la legalidad injusta del
Gobierno, sólo cabe la insumisión. El PP gobierna con una mayoría absoluta que
ha convertido en un poder absolutista.
Ante esta barbarie yo tengo odio muy consciente contra los
criminales, sí porque los crímenes no los comete únicamente el pueblo
quebrantando las leyes, en este caso es
el político gobernante quien está utilizando la legalidad para cometer actos
ilegítimos. ¿No son crímenes los suicidios provocados por la ambición de los desahuciadores?
¿Cómo hemos de llamar a las muertes producidas por la falta de asistencia médica
de primera urgencia? ¿No es un crimen que los niños pasen hambre? ¿Cómo debemos
de calificar la acción del gobernante que deja al emigrante sin asistencia sanitaria?
¿No es un crimen que por la avaricia y el latrocinio de empresarios, políticos
y banqueros, se vean en la miseria familias enteras por haber engañado al débil
e ignorante? El gobernante no está legitimado para calificar dónde está el
crimen. Pero el pueblo sí es consciente de señalar dónde está el criminal que
atenta con él.
La situación en España es insostenible y el odio ante la
injusticia es noble y da fuerza a la sociedad para discrepar contra el tirano. Además
se está ejerciendo la tiranía con saña, revancha, prepotencia y chulería. El
capital y los mercados, los empresarios y los obispos son los enemigos del
pueblo, pero los franquistas del Partido Popular son los lacayos que están
haciendo el trabajo sucio. Y todos ellos tienen nombre y apellidos y se hacen odiar
por sus formas y por el fondo de sus fechorías. El odio que ellos demuestran
contra el pueblo lo camuflan bajo el deber que parece que es de origen divino, de
hacer aquello que beneficia al capital, bajo
la falacia de ser la única opción. ¡Mienten y ellos lo saben! Pues deben de saber
que el odio resignado ha salida a la
calle y somos más que ellos. Ahora comprendo y valoro, cuando mi padre decidió
defender voluntariamente a la República y marcharse al frente. También entiendo
la desesperación del pueblo español cuando habiendo implantado la República,
los mismos fascistas de ahora, les arrebataron los derechos conquistados. Rajoy
se siente arropado por los suyos, Merkel y compañía, pero el frente de batalla lo
tiene abierto aquí en la calle.
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