Por Pedro Taracena
Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional. Yo creo más en los jueces que en la justica. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes.
Vivimos tiempos de prerrevolución o preparatorios de cualquier explosión social pacífica, sin descartar posibles tintes violentos. Los
bandos contendientes están bien definidos
por mucho que el poder y sus adláteres, lacayos y esbirros, traten de sembrar desde sus trincheras la
mentira por doquier. El frente de los tiranos y caudillos salvadores lo
constituyen: el Gobierno, la Iglesia, la Patronal, los Bancos, los Mercados, la
Unión Europea y los Medios de Comunicación. La vanguardia está pertrechada con los tertulianos afines, muy bien remunerados por su
fidelidad a los caciques.
Las instituciones del Estado incluyendo
los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, están impregnados de corrupción o de fundamentos franquistas o neofranquistas, si queremos
ser más precisos. Los partidos políticos y sindicatos han perdido toda su legitimidad de
representar a los ciudadanos. Sus perversas conductas de latrocinio y mentira,
nos han llevado a coronar la pirámide de golfos de Europa. Es evidente que los políticos corruptos han sido votados por ciudadanos que
no les ha interesado discernir entre el honrado y el delincuente. Este estado
de cosas justificaría una declaración de estado de emergencia nacional y tomar medidas drásticas a favor del pueblo, aunque hubiera que romper
con los tiranos, que para ellos no existe la crisis, más aún, han sacado
ganancia de ella. No obstante si observamos los acontecimientos y sobre todo
los logros de las mareas en la calle, es preciso sacar algunas conclusiones:
El otro bando enfrentado a los usureros,
ladrones y fanáticos es el
pueblo llano: trabajadores, autónomos,
estudiantes, desahuciados, pensionistas, dependientes, científicos, inmigrantes y emigrantes, profesionales de la
Educación Pública y la Salud
Pública. Toda la sociedad es víctima de unos pocos que hasta ahora se han protegido
mutuamente. A pesar de esta guerra larvada, y por ahora no declarada, está la actitud
chulesca, provocativa, insultante, déspota y tirana del Gobierno de España. Gestiona la mayoría absoluta como un poder absolutista; ignorando que después de dos años de desgobierno y de desarticular el Estado del
Bienestar, está convencido de que conserva el mismo apoyo que obtuvo
el 20 de noviembre de 2011. Después de haber incumplido su compromiso
electoral, salvo en lo que supone contentar a la Iglesia, al capital y a los neofranquistas,
solamente piensa en la seguridad y en defenderse del pueblo. El pueblo es su
enemigo.
¿Dónde está la esperanza?
Pues es evidente, como se ha constatado hasta ahora, que la confianza está
en los
jueces. Con una salvedad, jueces ajenos a la contaminación franquista o neofranquista. Libres de la nefasta
influencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal
Constitucional. Los jueces son los que “pueden escribir recto sobre las líneas torcidas” de las leyes del Partido Popular: desahucios,
despidos, privatizaciones, violencia de la policía, represión, corrupción, banqueros, políticos y empresarios ladrones, y del
abuso de poder de las administraciones públicas. Está claro que el
pueblo no puede esperar nada de “los defensores del pueblo” y mucho menos del
Fiscal General del Estado.
Debemos de apoyar a los jueces y agotar
el espacio jurídico nacional y
el internacional. Yo creo más en los jueces
que en la justicia. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por
lazarillos fieles discípulos de aquel
que lo fue en Tormes. Dos refranes ilustran esta batalla que alimenta nuestra
victoria: “A cada cerdo le llega su San Martín” y “También hay horca para el verdugo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario