Por Pedro Taracena Gil
Desde que Pablo Iglesias en la noche
electoral utilizara el vocablo casta, ha corrido como la pólvora en todos
los medios, y muchos individuos han dado la impresión de que se daban
por aludidos. Ha sido un ejercicio de cinismo porque todo el mundo sabía a qué se refería el líder de Podemos
cuando les atribuía este apelativo.
La Real Academia Española define unas
características que nos permitirán analizar el porqué a un colectivo de individuos se les atribuye la
pertenencia a un mismo grupo, a una misma casta:
Ascendencia o linaje. Se usa también
referido a los animales. Grupo social de una unidad étnica
mayor que se diferencia por su rango, que impone la endogamia y donde la
pertenencia es un derecho de nacimiento. En otras sociedades,
grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza,
religión, poder económico, afección política, clase
social, élites de orden diverso. Especie o calidad de algún colectivo en
particular. En una sociedad animal, conjunto de individuos
especializados por su estructura o función. Se usa en especial referido a
los insectos sociales, como la obrera en una colmena. Esto es extensible a las
personas en relación a sus funciones dentro de la colectividad.
Con estas premisas el silogismo de la
casta es fácil de dilucidar.
Si partimos de la base de que la llamada Transición con mayúscula, logró el consenso que consiguió la reconciliación entre los españoles, y a los
treinta y seis años se demuestra
que la transición ha sido una
farsa y una tapadera para encubrir un genocidio, entonces, la idea de
vencedores y vencidos que creíamos superada, se
convierte en explotadores y explotados. La crisis económica, la corrupción de políticos,
sindicalistas y empresarios, ha venido a crear una casta de delincuencia que se
ha aprovechado del dinero público, donde han
salido damnificados los más débiles: Estudiantes,
científicos, funcionarios, policías, bomberos, profesores, médicos, dependientes,
pensionistas, trabajadores y autónomos en general. Es fácil deducir que
estos colectivos no constituyen ninguna casta. Y con la misma evidencia se
puede aseverar quienes son aquellos individuos que sí toman parte de esa casta. No
obstante, podemos agudizar más el análisis que se deprende de la situación actual de la democracia española. Todas las instituciones del Estado, todas, están siendo noticia por su perversa gestión: Por acción u omisión. Por falta de
celo y verificación. Por temor a significarse o connivencia
entre corruptores y corrompidos. Desde la Casa Real hasta los sindicatos y
desde el Banco de España hasta los
organismo de control. Pasando por los partidos políticos, ayuntamientos y comunidades autónomas. Y si descendemos más hacia los individuos, cada cual tiene nombre y
apellido y las empresas razón social. Tampoco
se libran de esta casta perversa los medios bien recompensados por el poder, que
han encubierto y en muchos casos ensalzado conductas nada edificantes. La
Judicatura tiene su particularidad. La Fiscalía es el abogado defensor, dependiendo de los casos; habiendo jueces
que se han jugado su carrera por
denunciar la impunidad, otros dilatan hasta el infinito las causas y otros, los
muy valientes, son los que están llevando la
justicia donde la casta ha dejado su huella de vivir en la mentira. Los medios
están siendo arte y parte de la casta, y de hecho también
se han dado por aludidos como ofendidos. Después de que Pablo Iglesias menciona
la casta fuimos muchos los que encontramos más adecuada la palabra casta que la poco o nada modélica transición. Bien es verdad que la Transición fue como tal, hasta la promulgación de la Constitución en 1978, pero luego fue un pretexto para seguir cediendo terreno a
los franquistas.
Por si alguien alberga alguna duda, tal y
como se han constituido los frentes de batalla y los individuos que ocupan las
trincheras y barricadas, podemos constatar que la discordia entre los españoles está servida. Por un lado las fuerzas políticas que han arrastrado hasta aquí el consenso que cerró las heridas en
falso. Son pocas las fuerzas políticas que se libran de ser casta. Ellas mismas se defienden cuando
reniegan de haber pertenecido a ella. Los tres Poderes del Estado están al servicio de la Europa de los Mercaderes, no al
servicio de la Europa de los Ciudadanos,
En aquella noche electoral, muy aciaga
para la casta, Pablo Iglesias pudo lanzar la primera piedra y no cayó en saco roto. La virulencia con la que se le ataca desde
entonces es la demostración que atinó el tiro. Dio en la diana. La derecha franquista
sigue instalada en la mentira creyendo que el pueblo es tonto. Los empresarios,
algunos encarcelados por conducta ejemplar,
no tienen pudor en reclamar la esclavitud del XIX para los trabajadores. Los
obispos reclaman la parcela ganada en su participación en la Santa Cruzada. Los caciques en su versión del XXI es la prueba de que la transición no logró despojar al tirano de su tendencia. Los bancos y los oligopolios
estafan al consumidor con la aquiescencia del Gobierno de turno.
¿Alguien de forma sensata alberga alguna
duda de dónde y quienes
configuran la casta?
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