Por Pedro Taracena
GUERNICA Bosque Zilbeti
CONSTITUCIÓN DE LA REPUBLICA ESPAÑOLA (1931)
Artículo
1º. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se
organiza en régimen de Libertad y de Justicia. Los poderes de todos los órganos
emanan del pueblo. La República constituye un Estado integral, compatible con
la autonomía de los Municipios y las Regiones.
CONSTITUCIÓN
ESPAÑOLA (1978)
Artículo
1º. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la
justicia, la igualdad y el pluralismo político. La soberanía nacional reside en
el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. La forma política del
Estado español es la Monarquía parlamentaria.
Yo pertenecí a La Casta, sí, y como tal estoy en disposición de establecer
los parámetros que la configuran y la definen en primara persona. Aquellos que dándose por
aludidos se preguntan qué es eso de La Casta, proclaman una declaración de hipocresía y de cinismo.
La casta tiene sus raíces en el
franquismo y se enmascaró con el sagrado título de La Transición. España pasó de una dictadura genocida a una democracia
constitucional sin ruptura, sin revolución, solamente a través de una mera evolución casi natural bajo el epíteto de modélica.
De 1975 a 1978 los franquistas sufrieron una conversión súbita y abrazaron
la democracia como si demócratas hubieran
sido de toda la vida. Sobre la camisa
azul gentil y postinera, se calzaron el traje de los defensores de los
valores constitucionales. Los ganadores de la guerra civil y los opositores a la dictadura, consensuaron un pacto que dejó impune los crímenes del
franquismo, y esto permitió a los herederos
de Franco y de Fraga, hacer compatible los valores del franquismo y los valores
democráticos. Un esperpento nacional único en el mundo. Todo esto bajo la perversa falacia
de que España no estaba
preparada para una ruptura tajante con el régimen anterior y por la amenaza de
involución, que no se logró evitar (23-F).
Rafael Canogar
España empezó a caminar a
partir de 1978 con una constitución monárquica, donde la
figura del Rey ya la había instaurado en su testamento, el Caudillo
de España que lo fue por la Gracia de Dios. Pero ¿quién tuteló ese régimen? No la Constitución Española, progresista a la cabeza de los países occidentales, sino el consenso que en aras de evitar una involución ha gobernado bajo la sombra del nacionalcatolicismo (Sumisión a la Iglesia) y el nacionalsindicalismo (Persecución por parte del franquismo a los sindicatos). El llamado consenso fue
capaz de hacer un solo paquete respetando los preceptos del franquismo y el
articulado de la Carta Magna. Un disparate nacional.
Con estos planteamientos, sin duda
discreparán, los aún enamorados de la Santa Transición, modélica y exportable al mundo oprimido, para dotarle de las alas
de la libertad para conseguir la democracia. Es evidente que la dictadura de
Franco no tiene nada que ver con la España democrática. Pero
también es verdad que los franquistas siguen siendo los mismos. Herederos de Franco
y de Fraga, sus fundadores, y obran en consecuencia.
La Casta se engendra en la medida que nos
vamos acomodando al pacto constitucional, entendiendo este pacto mordaza para
que nadie desate lo que quedó atado y bien
atado en 1975, muerte del dictador y 1978, proclamación de la Constitución Española,
compatibilizando el franquismo y la monarquía parlamentaria.
Denominar como casta a todos los servidores públicos implicados en los tres poderes del estado, incluyendo la Corona
y las fuerzas armadas, no es ninguna barbaridad. E incluir en esta casta a todos los medios de comunicación públicos y
privados, es una evidencia necesaria. Sin excluir al capital y los empresarios.
EL MURO Foto: Pedro Taracena
Yo he sido testigo, cómplice y víctima de los desmanes de La Casta, cuando votaba a corruptos y a
imputados, cuando comulgaba con la idea de que no había otra vía de salida, cuando aceptaba como mal menor la opción política que votaba
como la menos mala. He defendido de forma ingenua que no todos los políticos eran iguales, aunque me demostraban que en la
defensa del débil y en lo económico, todos
adoraban al mismo Becerro de Oro.
Me había alineado con La Casta que proclama que solo se puede hacer lo que ellos
deciden y cuando alguien no está de acuerdo, es
un populista, un demagogo y engaña al pueblo… Es curioso lo que sucede con la palabra populismo, que no la recoge el
diccionario de la Real Academia Española, y sin embargo, tanto la utilizan para insultar a los que dicen
que, sí se puede, pero no son
capaces de definir el significado de populista concretamente. La Casta, lejos de conseguir la reconciliación entre los españoles, después de una guerra fratricida, ha logrado radicalizar la
sociedad: Pobres y ricos. Españoles y
emigrantes. Derechas e izquierdas. Vencedores y vencidos. Patronos y obreros.
Capital y explotados. Demagogos
populistas y caciques ilustrados.
La clase política actual es el crisol de 36 años de cimentar la convivencia y el progreso de los
españoles sobre una mentira que asombró al mundo. Mentira que muchos fuimos capaces de creernos y que se la
creyeran gentes de nuestro entorno europeo. Hemos vivido en la mentira como
escribía Václav Havel en El
poder de los sin poder.
LOS GIRASOLES Foto: Pedro Taracena
La duda de quién pertenecen a La Casta, al
menos por mi parte, está disipada. Mi
voto de confianza se lo doy a los demagogos
y populistas y les concedo el mismo derecho a equivocarse otros 36 años. Al menos ya no me van a engañar…
estos factoides sigen igual por que nosotros somos muy comodones y nos habemos dormido en los laureles nunca mejor dicho nos creiamos que todo estaba hecho
ResponderEliminar¡QUE RISA ME DAIS!!!
ResponderEliminar¡QUE BUENITOS!!!