Por Pedro Taracena Gil
NUEVOS CAMINOS
NUEVOS HORIZONTES
La España que propició el golpe de
estado contra la República, que ganó la Guerra Civil, que implantó una Dictadura y que gobernó administrando España como si de un botín de guerra se
tratara, esa España, es la misma
que consiguió la Transición en lugar de la Ruptura y que se dotó de la Constitución de 1978, tutelada por el Ejército que había servido a la Dictadura, la Iglesia que había bendecido la Santa Cruzada de Liberación e implantado un estado confesional y el Capital,
incluyendo a los caciques, la nobleza y los terratenientes. Esa misma España viene predicando que: Todo esto es Historia y hay
que olvidarse de ello porque recordándolo se abren las heridas, se provoca el odio y no se logra la reconciliación entre los españoles. No obstante, un genocidio planificado y un enfrentamiento
fratricida, no se borra de la Historia con un texto constitucional que obvió el régimen dictatorial, dejó impune los crímenes del franquismo y no hay ni un atisbo de condena de aquella época
negra de España. Sí, pero para eso se creó el consenso y la amnistía. Para evitar la involución a través de una posible conspiración mediante una intentona golpista. La Historia
constata que la conspiración y la intentona
no se pudieron evitar y las sombras que ha dejado el suceso del 23-F, son
muchas y nada tienen que ver con el logro de la reconciliación.
El terrorismo acaecido en España a partir de 1978, así como la respuesta habida por parte del llamado terrorismo de Estado,
ha sido contestado con la máxima contundencia
por una mayoría aplastante de
los españoles. De igual forma la violencia de género, las
conductas machistas de palabra, obra u omisión, están siendo condenadas por la sociedad española sin paliativos. Por supuesto sensible a los
padecimientos sufridos por el nazismo y el fascismo en Europa, la apología de estos sistemas criminales, son condenados en
toda Europa. Negar el holocausto es delito, aunque no es España. La España del siglo XXI es sensible a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y a los derechos
reconocidos por la Constitución Española.
Hasta aquí ¿dónde está el problema de la HIPOCRESÍA DE LAS DOS ESPAÑAS? ¿Por qué unos hechos se condenan al parecer con mayor contundencia
que otros, o se disimulan de alguna manera según de dónde vengan?
¿Sucede lo mismo en otras sociedades de nuestro entorno? ¿Por qué los hechos
presuntamente delictivos en estas materias que afectan a España no afectan por igual a todos los españoles?
En Francia, Alemania, Italia, Portugal y
Grecia, han tenido conflictos de colaboracionismo con los nazis, el holocausto,
el fascismo, la dictadura salazarista y la dictadura de los coroneles,
respectivamente. Una vez resueltos los
conflictos, estos países han tomado
conciencia nacional bajo la misma bandera y el mismo régimen político; haciendo la salvedad que las tiranías y los tiranos no han quedado impunes y homenajear a
estos regímenes se
considera apología y constituye
una conducta delictiva. Es verdad que el conflicto en la República Francesa se vio envuelto por la ocupación de los nazis.
No es necesario ser docto en Ciencias Políticas para observar que la Constitución Española, quizás, resolvió los problemas del post-franquismo, pero de ninguna
manera responde a la España del siglo XXI.
Hay que ser muy ciego para empecinarse en que los problemas se solucionan cumpliendo la ley. Una legislación desfasada en el tiempo y en el fondo. Aquí surgen las dos Españas de forma nítida, que desde
1936 siempre existieron, aunque de forma larvada. La España de los vencedores y la España de los vencidos. Precisamente el actual Gobierno,
el más alejado en el tiempo es el que más se aproxima a la España del franquismo.
Es hora de rendir el mismo respeto y con
la misma dignidad a todas las víctimas españolas y extranjeras
del genocidio franquista del terrorismo de ETA. Del bando victorioso y
del bando derrotado en la Guerra Civil. Este artículo está más cerca de la reconciliación nacional, que de abrir heridas y provocar el odio.
Es evidente que los actuales
representantes de los tres poderes del estado y de los medios de comunicación, no tienen ni capacidad ni voluntad de responder a
la juventud que se exilia por sus políticas criminales, tanto españolas como europeas. La Casta que hizo la Transición de la cual tomé parte, ya no tenemos capacidad para
reaccionar. Es urgente que ante el desafío catalanista, se unan todas las nuevas formaciones y en este caso doy
un voto al PSOE para que aporten su renovación, no para ser protagonistas genuinos de nada sino para formar un todo
en una única España, para reformar la Constitución y entren todos los españoles que ya están fuera de España aunque físicamente sigan en ella. Es
patética la reacción parca, torpe y
terca del Gobierno.
Precioso escrito amigo pedro
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