Los impostores del periodismo español
LA TRANSICIÓN AMAÑADA POR LOS MEDIOS
Que ser cobarde no valga la
pena, Iñaki López
Por
04/12/2016
Sinceramente, a diferencia de
lo que pienso de la mayor parte de los periodistas de los que se nutren
los circos televisivos que hoy llamamos noticiarios o tertulias políticas,
incluyendo a los que representan el papel de progresistas o izquierdistas, no
creo que Iñaki López sea una mala persona. Lo que sí creo es que es un mayúsculo
cobarde, y como consecuencia un chaval muy obediente, muy disciplinado. Aunque
si me paro a valorarlo, no sé qué es peor ni a quién prefiero, si a un
canalla congénito o a un pelele. Puede que incluso me dé más grima el
pelele, el monigote. Y el caso es que a este muchacho lo he visto emocionarse
con relatos de esos que hacen estremecer a las personas con sentimientos, y he
visto cómo le brillaban los ojos escuchando a invitados de esos que
merecen respeto y atención. Lo que no deja de ser un agravante, porque esa
reacción indica que tienes capacidad para apreciar la diferencia entre lo
que está bien y lo que está mal. Y lo de ayer; el bochornoso espectáculo que
protagonizó ayer el sensible Iñaki López, no es que esté mal, es que fue
nauseabundo.
Quizá lo que más asco me dio no
fue que se le notara tanto el estar cumpliendo con la consigna del día;
con lo de no permitir que se hablara del repugnante asunto de Inda, sino
que fuera tan torpe y tan evidente para intentar justificarse. Primero con
aquello de que ya existen otro programas para ventilar la vida privada de los
personajes públicos, como si en ese caso se estuviera tratando con quién se
acuesta o deja de acostarse Inda, cómo es su casa, cuánto dinero tiene su
familia, quién es su sastre, o si ha discutido o se ha reconciliado con su
pareja, que sí sería propio de los programas del famoseo a los que aludía Iñaki sin nombrarlos. Y segundo, que se
permita asegurar que, en las infinitas ocasiones anteriores en las que se ha
profundizado en La Sexta Noche en la vida privada de sus invitados o
colaboradores, él no lo ha permitido. Manda narices.
Para empezar, Inda ha sido
precisamente el que ha convertido, con la complicidad del moderador, este
programa en un ‘salsa rosa’ cualquiera, hablando del casoplón de la familia de Carolina Bescansa o de su posición
social, o de la familia de las hermanas Serra, o de sus aficiones. También de
la de Ramón Espinar, o incluso, entre mil ejemplos más, de la
condición aristocrática de la familia de una compañera de profesión (para
que no se diga que solo lo ha hecho con políticos, o con sus familias).
Y precisamente por esto se hace
más insultante si cabe el repentino autoritarismo de un
moderador habitualmente pusilánime, cuando en esta ocasión la situación
invitaba justamente a lo contrario aunque solo fuera porque Eduardo Inda
probara un poco de la misma medicina que ha estado repartiendo
inmisericordemente durante varios años. Máxime cuando además sí estaba motivado
el ser algo más permisivo, evidente como era que no solo suponía un asunto
de interés general (trending topic durante todo el día en RRSS), sino que
además tenía relación directa con el machismo, que era justamente el
tema que se estaba tratando. Y eso por no hablar de lo mucho que merecía
semejante descrédito el hasta ayer azote de los inmorales (y qué mayor
inmoralidad que, pudiendo, no pasar la pensión de manutención a tus propios
hijos).
“Gracias Eduardo por tu
paciencia”. No tienes vergüenza, Iñaki López.
No creo que valga la pena
extenderse más sobre el particular, pero sí añadir algo no directamente
relacionado con el affaire de anoche. Sé que se mueve por las redes una
corriente de opinión, bienintencionada pero bastante infantil, que apela al
boicot a este tipo de programas, a apagar la tele. Y está muy bien apagarla, no
verla, pero parece que hay quien no valora que el que es capaz de cumplir con
ese tipo de propósitos es precisamente el espectador no manipulable, el que
daría exactamente igual que viera este u otros programas. Ese tipo de propuestas
no pasan de pataleta inútil, porque tampoco afectan a los ingresos por
publicidad de una cada día más subvencionada televisión privada. Lo que tenemos
que hacer si queremos que un servicio público tan condicionante culturalmente
como la televisión no nos perjudique, es exigir calidad, pluralidad, acceso a
la participación pública, y rigor y seriedad cuando no se trate de espacios de
opinión. Y por supuesto, una ley de medios que obligue a cumplir con estos
principios, o que los sancione con la mayor dureza posible si alguien los
incumple. Y denunciar. No dejar nunca de denunciar públicamente cuánto nos
molesta que todo sea interesada basura en los grandes medios de comunicación.
El Ángel Caído
Por Pedro Taracena Gil
Cuando un país como España vive sumido en la mentira,
apuntalada por embustes todos los días de todos los años, el pueblo también
está inmerso en la creencia de las mentiras que le cuentan los voceros,
esbirros, secuaces y lacayos del poder. Toda voz discrepante de la partitura
oficial será tachada de populismo y demagogia o simplemente suprimida del
pentagrama.
El primer gran embuste donde se sustenta el Estado de la
Transición, es la mentira de la reconciliación después de un
enfrentamiento fratricida, donde hubo vencedores y vendidos.
El segundo gran embuste lo mantiene el Gobierno de España
cuando engaña al pueblo sobre el final de la crisis. Negando la corrupción
generalizada de los políticos e instituciones y promulgando reformas que
constituyen auténticos crímenes legales.
El tercero de los grandes embustes lo cometen en cada
instante todos los medios de comunicación: prensa, radio y televisión.
Los seudoperiodistas y los vendidos tertulianos defienden variaciones
sobre la misma versión oficial de la inequívoca política, única impuesta por
los usureros mercaderes de la Unión Europea.
El periodismo se ha convertido en la verdadera correa de
transmisión de los embustes que nutren la vida en la mentira de “mi querida
España, esta España mía, esta España nuestra…”
Se convierten en defensores absolutos de la España Oficial
decretada por la Transición hasta nuestros días. Con ausencia total de
cualquier atisbo de crítica, auto crítica; fomentando el corporativismo más
compacto. Las nuevas formaciones políticas disidentes de la tradición
del bipartidismo, son tachadas por estos mismos secuaces, de populistas,
demagogos, radiales, castristas y bolivarianos. Los platós de televisión sobre
todo, se convierten en un auténtico espectáculo. El periodismo no critica al
poder y tampoco pretende constituirse en el cuarto de los poderes. No, son
auténticos militantes políticos bien pagados que defienden a ciegas las
políticas bien aceptadas por los empresarios, los bancos, los obispos y los
caciques aunque sean corruptos. Un botón sirve de muestra, Antena 3, es un
canal que muestra las portadas de los periódicos por orden de identificación
ideológica, es decir alterando el orden de tirada. LA RAZÓN, ABC, EL MUNDO, EL
PAÍS… Evidentemente los tertulianos y seudoperiodistas tienen el
guión a seguir, que el telespectador conoce muy bien ya que es el mismo que
leyeron el día anterior. En el polo opuesto está La Sexta, que aunque
aparentemente se aleja de los voceros oficiales, mantienen unos seudoperiodistas y
tertulianos que no seré yo quien mencione sus nombres porque son conocidos y
detestados por muchos, aunque la dirección de la cadena los mantenga en esta
lamentable puesta en escena. Las cadenas públicas son en sí mismas un
esperpento nacional. Son servidores de la mentira y atacan a Podemos con la
misma virulencia que el Gobierno; confirmando las sospechas de que son
impostores del periodismo.
En España las Redes Sociales se han constituido e instalado como los medios de comunicación más libres e independientes.
LOS SEUDOPERIODISTAS Y VENDIDOS TERTULIANOS
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