Por Pedro Taracena Gil
Desde la época del Imperio Español, en donde jamás se ponía el
Sol, nos han hablado de las Españas. La España de la metrópoli y las Españas
allende los mares. La España de la península y las Españas insulares. Las
Españas a través de la Historia, han constituido un mosaico casi infinito de
riqueza étnica, lingüística, cultural y religiosa. La pretendida unidad
nacional de los Reyes Católicos ha constituido una quimera. La cuestión pretendida
como verosímil del lema, ESPAÑA UNA GRANDE Y LIBRE, es una mentira apuntalada
de embustes cargados de intenciones interesadas.
Esta cuestión definida como
dogma por el general Franco, lejos de resolver el dilema lo ha convertido en un
conflicto. Con un resultado perverso. El enfrentamiento fratricida, en no pocos
momentos de la Historia, belicista y cruenta, nos ha negado la reconciliación.
Sin la reconciliación de los españoles no habrá convivencia civilizada. Un país
donde la forma de estado, el himno, la nación, la bandera, la lengua y la
educación, se cuestionan, se rechazan, se imponen, se dogmatizan o se discuten,
no es un país unido, reflejo de la pretendida unidad nacional.
A partir de 1936 podemos
declarar el conflicto como el enfrentamiento entre las dos Españas, que conviven en el actual Estado Español. Sería pretencioso creer y
aseverar que la Constitución implantada en 1978, haya sido y siga siendo la
respuesta al conflicto histórico planteado. Vivo en la actualidad y agravándose
por momentos. Una larga relación de evidencias es el testimonio de su tamaño y
variedad:
La España invicta y la España
perdedora de una Guerra Civil. La historia se cuenta en las escuelas por los
vencedores.
La España que implantó y se
aprovechó de la dictadura, gestionada como su botín de guerra. Y la España de
los perseguidos, masacrados, postergados, encarcelados, asesinados y exiliados.
La España del
nacionalcatolicismo producto de la alianza trono-altar y la España laica y
aconfesional, que pretende romper el maridaje Iglesia-Estado.
La España de los que se creen
españoles y la España de los que no se sienten españoles.
La España convencida de la
unidad nacional que lucha para que España no se rompa y la España que está
convencida de lo contrario. La España que saltó hecha añicos, el 18 de julio de
1936. La España de la unidad y las Españas de los mil pedazos.
La España nación indisoluble y los partidarios de una
España plurinacional.
La España constitucional es
partidaria de la Nación española. Utilizando el eufemismo que permite degradar
el término de nación y renombrarle con el de nacionalidad. Que lejos de resolver el conflicto lo agrava. Y la
España que abiertamente declara que es una Nación de Naciones. Y propicia un Estado Federal.
Hay muchas más Españas.
La España de las derechas y la
España de las izquierdas.
La España radical y la España
moderada y centrada.
La España de la Transición y la
España del Movimiento 15-M.
La España de los Medios de
Comunicación y la España de las Redes Sociales.
La España constitucional y la
España que desea reformar la Constitución.
La España de la República y la
España de la Monarquía.
La España de las Autonomías y
la España centralista.
La España separatista y la España
autonómica.
La España de la oligarquía
histórica y la España de la gente.
La España del capitalismo
liberal y la España víctima de sus políticas criminales.
La España de la corrupción del
bipartidismo y la España victima de sus caciques y explotadores.
La España empresarial autentica
mafia para esclavizar al trabajador y destruir los sindicatos.
La España votante del Partido
Popular y la España víctima de su banda criminal organizada.
Mi artículo no pretende dar soluciones.
Tiene como objetivo mover conciencias, para evitar que el pueblo español siga
siendo víctima de la mentira. Quizás estemos esperando que nos salve el
Caudillo de España que lo era por la Gracia de Dios. Pero ahora los caudillos se
eligen no se imponen… El ciudadano que vota corrupción es consciente de que se
convierte en cómplice del corrupto. Y no es digno de ningún respeto.
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