Siniestro personaje
Antonio García Ferreras o
las expectativas satisfechas
No me reconozco en las
pintas del periodista, pero sí reconozco en ellas el punto de fuga aspiracional
de la mitad masculina de mi generación. El personaje que deberíamos haber construido
para ser influyentes, poderosos
Xandru Fernández 17/08/2020
La
nueva política no es otra cosa que el precipitado lateral del liderazgo
televisivo. Quien haya conocido desde dentro, e incluso desde sus aledaños, el
poder del entramado de un grupo de comunicación, y aun así siga aspirando a
cambiar voluntades o emocionar sensibilidades o agitar conciencias, querrá lo
que tiene la televisión, no renunciará a ese poder por mucho que le prometan un
sillón en la Academia o un Grammy o un Goya. Ni siquiera querrá un Ondas, sino
lo que el Ondas simboliza: el poder de influir, de ser el tipo que conoce a un
tipo que hace una llamada y te jode vivo. Ferreras es el padrino de la nueva
política en la misma medida que podría haberlo sido Ana Rosa Quintana si la
derecha española no siguiera empeñada en el estilismo camp: por ser ese
muro contra el que se estrella el aspirante a líder,
su sparring mediático pero al mismo tiempo su entrenador, su
patrocinador y, por qué no, el principal apostante y el que te dice, también,
que te dejes ganar cuando es más rentable apostar contra ti.
Ya
nos ha pasado por encima una generación y media que considera la televisión una
institución obsoleta, una antigualla del siglo XX, como el automóvil y la
revolución sexual. También la noción de fama que irradiaba, y la concepción del
poder que se ejercía a través de ella. Tendremos que acostumbrarnos a un mundo
con notoriedad, pero sin fama, igual que crecimos en un mundo con fama, pero
sin gloria.
Hace
tiempo que no veo Al Rojo Vivo, pero durante unos años me detuve en él
como quien se para delante de un espejo para mirarse antes de salir de casa. No
me reconozco en las pintas de Ferreras, que me recuerdan demasiado a las de Al
Pacino en Heat (aunque quién sabe si no será esa su intención), pero
sí reconozco en ellas el punto de fuga aspiracional de la mitad masculina de mi
generación. El personaje que deberíamos haber construido para ser influyentes,
poderosos, el tipo que conoce etcétera.
Perdóname, mamá, por no haber sabido ser Ferreras.
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