LEGITIMIDAD VERSUS
LEGALIDAD
Por Pedro Taracena
Gil
La Historia de España
desde 1936 a 2018 se escribe sobre la
vida en la mentira, Se tergiversan los términos y los significados. Los
destinos de los españoles han sido definidos y guiados por la Oligarquía
económica, los Caciques fieles y servidores del Capital, el Ejército, la
Guardia Civil y la Iglesia. Ésta con tintes de sangre no redentora de los
pecados sino de crímenes de lesa humanidad. Como todos sus compañeros de viaje.
En estos días otro protagonista de la
vida en la mentira, Pablo Casado, militante y seguidor de los criminales
que dejaron impune el genocidio franquista, se ha sacado de la manga para
justificar el negro asunto de su máster, la
siguiente frase magistral: La ética es la que dice la ley. Desde 1936 hasta
nuestros días, la Casta ha dominado y domina la gobernanza de España, como si
de un botín de guerra se tratara. Tres armas han empleado a fondo contra el
pueblo: el odio, el miedo y la mentira. La Casta ha
tergiversado a su antojo el sentido de las palabras para implantar desde antaño la vida en la mentira. Esta frase no es
un invento del autor de este artículo, es del libro El poder de los sin poder de Václav Havel.
La Constitución de la
República Española criminalmente asaltada comenzaba: España es un República de trabajadores de toda clase, que se organiza
en régimen de Libertad y de Justicia. A partir del golpe de estado que se
le llamó Alzamiento Nacional, el pueblo dejó de ser el protagonista. Desde el
primer momento se entabló una lucha semántica para dominar al pueblo. El primer
conflicto semántico se establece para confundir lo legal con lo legítimo: Probar o justificar la verdad de algo o la
calidad de alguien o algo conforme a las leyes.
Franco y sus
cómplices derrocaron la República constituida en un estado de derecho legítimo
y legal. Después de tres años de resistencia convertida en una guerra
fratricida, el invicto generalísimo fue exaltado a la Jefatura del Estado como
Caudillo de España por la Gracia de Dios. Comienza entonces un régimen
dictatorial y criminal que pretende ser legalizado en base a la legitimidad que
le otorga el haber ganado la guerra. La dictadura franquista se convirtió en un
régimen legal como lo fue el nazismo y el fascismo, aunque tuvieron diferentes
orígenes. Los ciudadanos que vivimos la dictadura podemos recordar que Franco,
una de las frases que con más ahínco repetía era: España es un Estado de
Derecho. Y después de que el Vaticano fuera el primer estado en reconocer la
dictadura criminal del nacionalcatolicismo, le siguió EEUU. Pero Franco murió y
España fue reconocida legalmente por muchos países. No obstante, su régimen
seguía siendo ilegítimo.
Los golpistas
tuvieron como objetivo devolver el Trono de España a los Borbones. Franco tuvo
la colaboración del Capital, la Iglesia, el Ejército, los Monárquicos y el
Fascismo europeo. Una vez consumada la Santa Cruzada de Liberación Nacional, es
decir, la masacre de la Guerra Civil, Franco estableció que España se
constituía en un Reino. Como prueba de que asumía las funciones de regente, creó el Consejo del Reino, el
cual asumiría las funciones de Consejo de Regencia administrando la posible
sede vacante hasta la coronación del nuevo Rey. Esta estructura monárquica
concluyó con la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, en la persona del
entonces nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos de Borbón y Borbón. El 20 de
noviembre de 1975 fallece el dictador y se procedió a cumplir con la legalidad
vigente.
Antes de seguir con
el relato es preciso retomar la cuestión de la
vida en la mentira. Desde 1936 hasta 1975, Franco actúa de manera legal
pero ilegítima. La fuente de legitimidad siempre tenía su principio en la
victoria aplastante de la República. Fue ilegítimo que recuperara para España
la Monarquía como sistema de gobierno. Fue ilegítimo que instaurara un proyecto
monárquico en base a una doble ilegitimidad: El heredero de los derechos de
sucesión al Trono de España, no era Juan Carlos de Borbón, sino su padre Juan
de Borbón hijo de Alfonso XIII. Y la doble ilegitimidad se consumó cuando lo
sometió a referéndum sin tener ninguna legitimidad para hacerlo.
Una vez fallecido el
Caudillo de España y Generalísimo de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, las
Cortes Franquistas y el Consejo del Regencia, hicieron jurar previamente a Juan
Carlos los Principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del
Estado, para dar paso a la coronación como Rey de España, con el nombre de Juan
Carlos I. La demostración de que éste era un acto ilegítimo, lo demostró
pasados unos años, Juan de Borbón, el padre del Rey, que renunció solemnemente
a sus derechos dinásticos en favor de su hijo. El reinado de Juan Carlos I era
legal, pero a todas luces ilegítimo en sus orígenes.
Siguiendo con los
planteamientos de legitimidad y legalidad, la Transición vino a ser un Régimen
que se olvidó de la legitimidad y la suplió con la legalidad, desempolvando el
término consenso que fue la panacea
para dejar impune el genocidio más cruel, junto con el Holocausto cometido en
Europa en el siglo XX. Previo a la Constitución se hizo un referéndum para
decidir qué hacer con el futuro de España. Pero no se podía hacer un referéndum
como sucedió en Grecia, porque si habían montado un golpe de estado, una guerra
civil y una dictadura, para que volvieran los Borbones a España, no podían
correr el riesgo de que quien volviera fuera la República. Para conseguir sus
fines El Rey y su Presidente de Gobierno urdieron una fórmula para proponer a
las Cortes Franquistas una pregunta que contuviera las tres armas letales que
hemos mencionado más arriba: el odio, el miedo y la mentira. La mejor fórmula
para cumplir el testamento del general sedicioso.
ESPAÑA UNA GRANDE Y
LIBRE
La mejor opción para
que las Cortes se hicieran el harakiri y votaran su propuesta era presentar dos
preguntas en una. Aunque fuera una incongruencia fusionar los valores
democráticos con el sistema de gobierno. En todo referéndum con bases objetivas
la pregunta debería ser nítida, así como las opciones. ¿República? ¿Monarquía?
Eludiendo formular estas preguntas hizo que se evitara el triunfo de la
República. Sin embargo, la Reforma Política propuesta consistía en decir SI o
NO a una opción democrática pero coronada por el Rey. El resultado del sí
pírrico hubiera sido suficiente, pero qué hubiera pasado con el hipotético
resultado del NO. Porque detrás del NO existía la nada y el abismo político.
Quizás una anarquía técnica. Pero el odio entre vencedores y vencidos, entre
represores y represaliados era recíproco y perdurable. Y el miedo a volver a la
cruel dictadura era patente y la mentira sobre la cual se edificó el régimen,
había que evitar que la dictadura franquista tuviera su Nuremberg. Esperpento
logrado con exclusiva universal.
La Reforma Política y
la Constitución no han alcanzado cotas de legitimidad básicas después de cuatro
décadas. Los políticos franquistas y no franquistas siempre han estado
tutelados por la Oligarquía financiera y la Iglesia se ha ocupado de controlar
las emociones haciendo que de facto
jamás se rompiera el Maridaje Iglesia Estado y la Alianza Trono Altar.
La Transición es algo
más que un episodio entre dos etapas: dictadura y democracia. No, la Transición
es un credo que otorga a la legalidad rango de dogma de fe. Fuera de la
Transición no hay salvación para España. Los politólogos los catedráticos en
Derecho Constitucional, los doctores en legitimidad, legalidad y justicia,
tendrían la última palabra. Pero la legalidad vigente niega de hecho que esté
cimentada en una ilegitimidad aplastante. Hay miedo a reconocer que en nombre
de la legalidad ilegitima se pueden estar cometiendo crímenes legales.
¿Qué legitimidad
tiene el Estado para procesar y encarcelar a los secesionistas catalanes,
habiendo dejado impone el genocidio franquista?
Hay dudas más que
razonables para creer en la separación de poderes en España.
El Fiscal General del
Estado lo es del Gobierno.
Cada día se
cuestionan más aspectos de la política española y por más gente.
En pleno siglo XXI la
figura del Rey es inviolable, porque su origen es divino, aunque esto nadie lo
razone, por su anacronismo.
La Constitución es el
Credo de Nicea por tanto es irreformable. El Rey es el primer defensor de su
trono. La República no existió en la Historia de España. Aunque el Rey sea para
unos el árbitro, para otros el representante de todos y símbolo de la unidad
nacional. Y hay quien le otorga el papel de títere del Gobierno, marioneta de
aduladores y no soportan que aún no haya condenado la dictadura. El origen
ilegitimo de su corona marcará sus sienes para siempre. Aunque en la última
década cada vez se ven más banderas separatistas y republicanas.
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