Por Pedro Taracena Gil
El torpe, terco y parco
Presidente del Gobierno, tiene un dilema planteado sobre sí mismo frente a
España y al mundo, que nunca se lo podría haber imaginado. El discurso al cual
nos tiene acostumbrados está lleno de vaguedades, obviedades, frases hechas sin
ningún sabio contenido, y ha llegado a su agotamiento político por necio e
inepto. Más aún por embustero y mentiroso.
El peor de los enemigos de Rajoy no está en la oposición, se encuentra a buen recaudo en las hemerotecas. Los periodistas sagaces, independientes y amantes de la verdad y del derecho a la información, delatan a Rajoy y sus secuaces plagados de falsedades, contradicciones, cambios de opinión, incumplimiento de promesas y programas electorales.
El peor de los enemigos de Rajoy no está en la oposición, se encuentra a buen recaudo en las hemerotecas. Los periodistas sagaces, independientes y amantes de la verdad y del derecho a la información, delatan a Rajoy y sus secuaces plagados de falsedades, contradicciones, cambios de opinión, incumplimiento de promesas y programas electorales.
La presión mundial ha
doblegado la negativa de Rajoy de comparecer en el Parlamento. Llega a la sede de la soberanía
nacional arrastrando una carga desconocida por su volumen total de corrupción
largamente negada, y conductas más perversas de poder absolutista que de
democrática mayoría absoluta. Con unanimidad la oposición le ha denunciado que
viene con tardanza y con malas formas, arropando un turbio fondo, el poso de la
desinformación y la mentira. Esta presión ha evitado la pretensión de secuestrar
la verdad al Congreso de los Diputados, con estrategias torticeras.
El dilema de Rajoy y de sus
lacayos y compañeros de presuntas corruptelas, ilegalidades y fraudes al fisco,
se dilucida en dos frentes. En el Congreso de los Diputados y en la Justicia. Si
se niegan a dar detalles en sede parlamentaria de la financiación ilegal del
PP; argumentando que esta materia está siendo investigada por la Justicia, entonces
aguantarán este chaparrón, pero la tormenta política no amainará. Su
credibilidad y confianza caerá aún más si cabe. Otro de los frentes está en la lucha
contra la corrupción, un juez investiga la financiación del partido mediante
sobornos para obtener fondos, que más tarde se distribuían entre los presuntos capos
de la calle Génova. Es verosímil que sean llamados a declarar todos aquellos
cargos públicos, que sus nombres están escritos en los ya célebres papeles de Bárcenas. Serán llamados a
declarar todos los integrantes del rompecabezas de la trama, puesto que todos ellos
forman una unidad con estrategia propia. Pueden ser llamados como testigos
obligados a decir la verdad, cuya verdad habrían negado a Las Cortes Generales,
y entonces se hundirían en el abismo de la mentira. Por el contrario si son
llamados como imputados, pueden negarse a declarar o no declarar en contra
suya, en este caso será la Justicia quien dilucidará la presunta culpabilidad.
También puede darse el caso
de que, quienes defienden su presunción de inocencia hasta el delirium tremens, obtengan la satisfacción
de que el caso quede sobreseído por falta de pruebas o por aspectos que no
respeten las garantías procesales de los presuntos corruptos. O como ya gozan
de un precedente, que la ilegalidad investigada haya prescrito. Y también se
puede archivar porque los papeles de
Bárcenas sean un invento del extesorero del Partido Popular; haciendo suyo
un negocio ilegal al margen de los herederos y defensores del franquismo, es
decir, los populares. El paréntesis se abre con la entrada nada triunfal de
Rajoy en el Parlamento y se cerrará cuando los casos de corrupción del Partido
Popular tengan sentencia firme. Mientras, políticamente el perfil de Rajoy no
cotiza en ningún valor de ninguna bolsa de ningún país.
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