Por Pedro Taracena
Francisco José Garzón Amo
El Gobierno ha tomado el logotipo de la marca España como un
elixir para neutralizar todas las miserias nacionales frente al exterior,
también lo está utilizando con la tragedia ferroviaria de Santiago de
Compostela. El fallo del conductor es el causante de los muertos y heridos y
así ha obrado en consecuencia el ministro del Interior; metiéndole en la cárcel
acusado de homicidio imprudente. La ministra de Industria, como no podía ser de
otra manera, ha colocado su granito de arena para lavar la cara de LA MARCA
ESPAÑA; manifestando que el fallo humano es de quien no ha respetado los
protocolos establecidos, para traspasar la barrera de alta velocidad a velocidad
alta. Los medios de comunicación no se han planteado la presunción de
inocencia del conductor, sin desprecintar la caja negra, ya han cerrados filas
a favor de su mentor, el Partido Popular. Por otro lado los responsables de las
dos compañías que gestionan las dos versiones del AVE (Alta Velocidad y
Velocidad Alta), no han dudado de adherirse a las tesis policiales del
Gobierno. No obstante, pero sin demasiada contundencia, los técnicos y
conductores han dejado abierta la posibilidad de cuestionar, el paso de la barrera del sonido de la versión
original del AVE, a la versión más ligera, dejando en manos del conductor demasiado margen de maniobrabilidad,
a falta de controles automáticos más seguros.
Francisco José Garzón Amo
En este panorama tan desolador, el conductor se ha visto
envuelto en una maraña de presuntas omisiones o irregularidades, que le han llevado
a defenderse de tanta insidia, guardando silencio ante los interrogatorios de
la policía, conducta que personalmente apruebo. Durante las cuarenta y ocho
horas siguientes al suceso, en lugar de guardar silencio en favor de la
presunción de inocencia del único personaje sobre el cual recae toda la
responsabilidad, han vociferado la estrategia del Gobierno. Aunque no han
podido evitar que salte por los aires LA MARCA ESPAÑA, si alguna de sus partes
aún quedaba en su lugar. Los países que tienen proyectos hilvanados con el
Estado, se formularán la siguiente cuestión: En España se ha trabajado y
trabaja como prolongación de la alta velocidad, circulando trenes por vías con
un sistema de seguridad diferente y albergando algunos riesgos, como se ha
comprobado. Si el Gobierno como está meridianamente claro, mantiene a ultranza
que el fallo humano ha sido el único causante de la tragedia, es fácil
vaticinar que los proyectos AVE serán rechazados por los postulantes
internacionales.
Si la sensatez del Gobierno reconociera desde ahora
utilizando el sentido común, tantas veces evocado por Rajoy, que el tránsito de
una generación a otra en materia de seguridad, es manifiestamente mejorable, al
margen de la sentencia judicial, LA MARCA ESPAÑA, se resentiría mucho menos.
Rajoy y sus adláteres nunca tuvieron la capacidad para gobernar nuestro país a
favor del pueblo, siempre sirvieron los intereses del capital y de la Iglesia,
y ahora lejos de gestionar la crisis cotidiana, se ven avocados a ejercer de
bomberos. Tercos, torpes y parcos.
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