Por Pedro Taracena
Los comunistas y socialistas que vinieron
del exilio y salieron de la clandestinidad, fueron obligados a consumar con los
franquistas dos pactos, uno escrito pacto
constitucional y otro verbal y de facto llamado la transición. El primero dio
a luz una Constitución que restauraba
el estado de derecho quebrado por el general Franco en el golpe de estado de
1936. Tanto los comunistas como los socialistas renunciaron a su vocación histórica republicana a cambio de nada. Sí, sin exigir contrapartida alguna. Los franquistas trajeron a la mesa
de negociación una monarquía urdida aunque con desavenencias entre Don Juan de
Borbón y Francisco Franco. Y lejos de renegar del
franquismo jamás condenaron la
dictadura. ¿Alguien en su sano juicio pudo pensar que con estas premisas se
lograría la reconciliación entre las dos Españas? ¿Cómo es posible que el error cometido hace cuatro décadas,
hoy los franquistas sigan pensando que nada debe cambiar?
Hasta la fecha el bipartidismo ha creído que el pasado podía seguir sepultado. Pero las nuevas generaciones quieren ser
preguntados para dejar de ser víctimas herederas
de un fraude histórico. Por qué monarquía y no república. Por qué la
República no es reconocida como un régimen legal y la
monarquía sí. Por qué siguen
impunes los crímenes de la dictadura
franquista. Por qué la unidad de España es un dogma de fe consustancial con el nacionalcatolicismo tradicional.
Mientras los dos grandes partidos cómplices en esta farsa cabalguen juntos a lomos de la autocomplacencia,
más veremos sembradas las calles de banderas
republicanas. Aunque las encuestas aparentemente les tranquilicen, las mayorías absolutas que de los dos grandes partidos se
tambalean y tienen su fecha de caducidad. Hay demasiados frentes abiertos en
esta España, que para el bipartidismo
es como una balsa de aceite donde ellos navegan con sosiego y seguridad.
En el Congreso de los Diputados aunque
Rajoy preconizaba que esos temas no entraban en el orden del día, los diputados han hecho un examen de conciencia nacional
de contenido nada despreciable, donde han salido a relucir todas las miserias
que el bipartidismo, a pesar de que todos los españoles son conocedores de ellas, han ocultado o
maquillado. Se puede decir que cada partido no es poseedor de la verdad pero todos
juntos, sí son portadores
de la verdad. Cuando la realidad se fracciona o se mutila aparecen las
mentiras.
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