Foto: Pedro Taracena
Por Pedro Taracena
Desde que PODEMOS denunciara a La Casta
como la causante de todos los males de España, muchos, casi todos los líderes más significativos
y los voceros mediáticos, no han
tardado en darse por aludidos: ¿La Casta? Yo no soy casta… Para que mi artículo se comprenda en el sentido que está escrito, yo también me reconozco como perteneciente
a La Casta. Aquellos que alcanzaron el consenso necesario en sede parlamentaria
para que España se dotara de un
Constitución avanzada a nivel
de Europa y los ciudadanos que la ratificamos en referéndum, aceptamos como mal
menor que los franquistas impusieran sus condiciones y los demócratas venidos del exilio y la clandestinidad
satisficieran sus ansias de conseguir alguna parcela de poder. Esta transición constitucional transformó nuestro país en un país europeo,
incluido de pleno derecho en el concierto de las naciones: Democracia, derechos
sociales, derechos humanos, Estado del Bienestar, en suma. Cuando PODEMOS
denuncia a La Casta, no denuncia esta evidencia española. Entonces ¿A qué casta re refiere Pablo Iglesias,
secretario general del nuevo partido político? Pues es muy sencillo, cuando se asume en primera persona la
pertenencia a La Casta como es mi caso es más fácil entenderlo.
La Casta y la Transición entendida fuera de la Constitución, es decir, el consenso no firmado y legitimado, es
la parte viciada y perversa del espíritu constitucional. Es evidente que aquellos que abrazamos la
Transición en 1978, hemos pasado por muchas etapas de crítica tolerante y de mirar hacia otro lado en aras de
esa reconciliación que parece que
la Transición nos
garantizaba. Pero en 2014 se han caído muchos antifaces, innumerables máscaras y no pocos adefesios; permaneciendo los esperpentos que no están dispuesto a que les quieten la finca que
administraron como botín de guerra o
concesiones a cambio del silencio (Candados cerrados).
La Casta es equivalente a la Transición en sus aspectos más perversos o menos modélicos: La Transición permitió que quedara impune el genocidio franquista. Los crímenes cometidos por el régimen del Movimiento
Nacional y el Nacionalcatolicismo. Una perversa Ley de Amnistía dejó al mismo nivel
de impunidad, los verdugos y las víctimas. Los represores y los represaliados. Los encarcelados y los
carceleros. Y en democracia se estableció una ley electoral pactada para que nunca gobernaran los comunistas. Se
mantuvieron los acuerdos con la Santa Sede de corte anticonstitucional para que
siguiera imperando el nacionalcatolicismo. Los vergonzosos y arbitrarios
indultos. Los desmanes de la Casa de Su Majestad El Rey, sus dudosas amistades
y la opacidad. La corrupción institucional y
generalizada, con proyección en las empresas
que acogen a sus buenos valedores a través de las llamadas “puertas giratorias”.
El terrorismo de Estado. La presunción de inocencia convertida en tolerancia de la corrupción. Los recortes de los derechos a la educación, a la sanidad, a la dependencia y a la protección de la infancia. La corrupción de los servidores públicos. Y sin olvidar la investigación española en el exilio…
Que es lo mismo que denominar todos estos comportamientos como ineludiblemente
La Casta. Todas estas conductas observables son las que constituyen la otra
transición o La Casta. Se regodean en la mentira y el embuste
cuando líderes de todo tipo defiende la Transición, cuando son ellos los que la han prostituido,
corrompido y los que se han constituido como
La Casta, la peor y única casta con
sus raíces en la dictadura.
Es muy difícil de asimilar este estado de cosas, habiendo creído que el mirar hacia otra lado o taparse la nariz,
era colaborar con la única forma
posible para lograr la reconciliación entre los españoles, concordia
rota desde aquel enfrentamiento fratricida provocado por un sangriento golpe de
estado. Pero en mantenerse detrás de las máscaras del engaño ya no es válido. Aquellos
que hemos dado el paso de no votar a La Casta, ya es difícil que seamos engañados de nuevo. Porque otra opción es posible y el grito de SÍ, SE PUEDE, obedece a la voluntad honrada de un pueblo.
Señor Rajoy, Señor Sánchez, Señores Voceros del Reino, los únicos que habéis puesto en peligro la democracia y el Estado del
Bienestar sois vosotros como lacayos y secuaces de la Troica, los mercados, los caciques, los empresarios y los bancos. Y sobre todo con vuestra corrupción…
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