Por Pedro Taracena
EL MURO
Foto: Pedro Taracena
inútil.
(Del lat. inutĭlis).
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Aunque la RAE no me permite llamar inútil expresamente a Rajoy, me tomo la licencia de añadir de mi cosecha personal, a ese No útil que establece la primera acepción, apostillar lo de inútil para ostentar un cargo público. Ignoro si por ideología o por méritos personales pero nadie del Partido Popular ha demostrado estar a la altura de las circunstancias que acontecen hoy en España. Es muy difícil hacerlo peor. No obstante el tema que ahora nos ocupa es la situación esperpéntica que se está dando en Catalunya y en España.
Todas las leyes incluyendo las constituciones de los estados, se han establecido para ser cumplidas y para ser cambiadas. Sólo son inamovibles los credos religiosos, en el caso del mundo judeocristiano: la Biblia la Tora y el Credo de Nicea. Pero la Constitución Española es un documento político y políticamente se puede reformar. No por capricho, sino cuando con el paso del tiempo los usos y costumbres exijan adaptar la letra y su espíritu de todos y cada uno de sus preceptos a la evolución del hombre, es decir, la sociedad a la cual pretende servir. En aras de qué razonamiento Rajoy se arroga el deber de garantizar la sagrada e inquebrantable unidad de España para siempre.
Rajoy es fiel defensor del testamento de Franco del cual heredó que España era: UNA GRANDE Y LIBRE. La unidad de España conseguida por los Reyes Católicos, quizás ahora tenga que ser revisada. La misma monarquía que los viejos católicos la datan con la conversión de Recaredo (586-601), ha sufrido dos paréntesis republicanas y en 1812 se la despojó de su poder absoluto. La I República Española contenía una alternativa federal y la II República Española, homologó a España con las repúblicas allende los Pirineos. Desde entonces el problema territorial lejos de solucionarse con la Constitución de 1978, se ha visto que en el fondo no había voluntad de solucionarlo. Pesa mucho el concepto España UNA y el concepto España NACIÓN.
Este conflicto se ha estallado en el peor momento posible, con el inquilino de la Moncloa peor preparado y apoyado por el más inadecuado partido político, en cuyo ADN, sin duda, está la herencia genética del franquismo. Los Franquistas del Partido Popular se sienten cómodos evocando la Constitución arrogándose el ser su fiel defensor, cuando hay pruebas fehacientes que demuestran que, lejos de reconocer derechos constitucionales han suprimido los que había. En una palabra han fosilizado el espíritu y la letra de nuestra Carta Magna.
Ignorar el clamor de un pueblo centenario para elegir su futuro, después de considerar que la experiencia histórica no le satisface, es despreciar su etnología, antropología, lengua, historia y cultura. La derecha franquista debe de clausurar las Glorias Imperiales Hispanas. Procesando al Gobierno de la Generalitat no se consigue nada, Solamente hay un camino: Dialogar, escuchar, respetar y negociar. Si hay que cambiar la Constitución, se cambia, y de paso se borran las huellas del franquismo que en ella están marcadas a sangre y fuego.
He vivido en Catalunya y soy padre de catalana de origen, es decir, de nacimiento. Y si hubiera vivido en Barcelona hubiera votado con toda la fuerza moral que me da el respeto al arraigo de un pueblo. El concepto patria, nación, lengua materna y cultura, no lo otorgan las leyes. La pertenencia a una nación se sitúa en el universo de los sentimientos genuinos de los ciudadanos. No lo otorga ninguna constitución.
EL HORIZONTE
Foto: Pedro Taracena
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