Por Pedro Taracena Gil
El poder quiere imponer por todos los
medios legales a su alcance, que los aficionados se mantengan en silencio en
los estadios de fútbol, mientras se escucha el himno nacional. Y sobre
todo si está presente el Rey
de España. No obstante y pese a las amenazas más o menos veladas, la evidencia nos dice que no se ha
conseguido reprimir la libertad de expresión de los aficionados vascos y catalanes en el Nou camp. En mi opinión es más sensato analizar los motivos de la protesta, en lugar de buscar la
forma de sancionar tal conducta colectiva. Por mucho que busque violencia el
Comité Antiviolencia, atronar las notas de la Marcha Real por 95000 aficionados
aunque no todos tuvieran silbato, no constituye un hecho violento. Puede ser
una falta de respeto a los símbolos que teóricamente representan a todos. Ahí está la clave de la
pitada. Los conceptos: patria, nación, bandera, himno y colores, no son
asumidos del mismo modo por todos los ciudadanos que conviven en un
mismo entorno geográfico y formando
una misma unidad política. En nuestro caso España. En otros países de nuestro entorno donde no hay reivindicaciones de
autodeterminación, todos los símbolos que representan la unanimidad aunque sea
relativa, son aceptados por la mayoría.
Aunque la Constitución Española de 1978 dejo todos estos conceptos atados y bien atados
legalmente, las emociones, el arraigo a un territorio, la lengua materna, la
cultura y las tradiciones, no entienden de preceptos legales. No podemos
olvidar los hechos que nos han traído hasta el siglo XXI. En 1936 había en España una República legítimamente constituida, que proyectaba canalizar estos conceptos
arrastrados sin resolver de antaño. El Estado de Derecho fue quebrado provocando una Guerra Civil, que al final del enfrentamiento fratricida, los
vencedores impusieron una férrea dictadura; administrando el país como si de un botín de guerra se tratara. El Estado de Excepción mantuvo la ausencia del Estado de Derecho desde
1936 hasta 1978. Los gobernantes vencedores impusieron a los vencidos venidos
de la clandestinidad, del exilio o de las cárceles, un texto constitucional que de ninguna manera interpretaba los conceptos antes citados bajo el prisma del
pueblo, sino del consenso emergente haciendo la voluntad del pueblo sin contar
con el pueblo. Los símbolos que
representan sentimientos y emociones se encorsetaron en un texto legal;
elevando al rango de dogma lo que es simplemente un concepto mutante con el
tiempo y el espacio.
La terquedad que actualmente padecen la
mayoría de los políticos, que son ciegos, sordos y mudos, evocan una legalidad con rango
de dogma teológico, basados en
añejos y ancestrales lemas muy rimbombantes pero vacios
de contenido en 2015. DIOS, PATRIA Y REY. O el lema de los Reyes Católicos UNA GRANDE Y LIBRE.
Si una vez fallecido el sátrapa, en vez de rehacer el edificio con las miserias
históricas impuestas por el Ejército, la Iglesia y los
fascistas de Falange Española, el pueblo
hubiera sido llamado a decidir, todos los conceptos que su significación ahora viene impuesta, disfrutaríamos de un país donde se viviría en la verdad y
no en la mentira. Portugal después de la Revolución de los Claveles, se creó un nuevo Estado. En Grecia después de la Dictadura de los Coroneles,
el pueblo optó por la República. En España sigue habiendo una situación fratricida, las dos Españas, la caínica y la otra.
La reconciliación no ha sido
posible.
Los ciudadanos que viven en la geografía española, sin embargo, lejos de sentirse españoles, se consideran vascos, catalanes, gallegos, valencianos u otra
comunidad histórica. El dogma de
la unidad nacional impide que su territorio sea una Nación, y España una Nación de Naciones.
Durante la dictadura se prohibió hablar a los
ciudadanos en su lengua materna, pero los diferentes estatutos sacaron de la clandestinidad de las familias la lengua
materna y la situaron como lengua oficial. No sin oposición de los nacionales que desprecian las lenguas vernáculas a favor de la que sirvió para invadir el uso personal de su propia lengua.
Referente a la bandera nacional no es
necesario pertenecer a una autonomía histórica para poner en duda la falta de unanimidad entre
los españoles. Se encuentran más representados por la bandera local que por la insignia nacional. Y
sin embrago los españoles se identifican
mucho más con la roja. El
fútbol ha logrado lo que están lejos de conseguir los políticos. El dogma que La Casta quiere imponer por ley,
el pueblo manifiesta sus sentimientos
rechazando sus símbolos. La monarquía es cuestionada porque es una institución anacrónica que se
escapa al control democrático del pueblo. La
bandera simboliza la instauración de los Borbones
como testamento del dictador y nunca provocó mucho arrebato popular. El concepto patria y nación van unidos y dogmáticamente encriptados en el concepto España.
Esta reflexión que en palabras del terco, parco y torpe Rajoy sería un razonamiento de sentido común, sin embargo, los políticos venidos de la dictadura y los llegados de la democracia, no están dispuestos a modificar la Constitución Española aunque esté hecha y pueda modificarse
por hombres, sino que pareciera que es de origen divino como lo es la misma
naturaleza de la monarquía.
Las generaciones que nacieron con el
régimen del 78 no comprenden estos residuos franquistas y del
nacional-catolicismo.
Reportaje fotográfico: EL TEMPLO DE DEBOD
Por Pedro Taracena Gil
Reportaje fotográfico: EL TEMPLO DE DEBOD
Por Pedro Taracena Gil
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