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miércoles, 19 de octubre de 2011

HEMEROTECA AZNARIANA 2000



Las risas, sonrisas y carcajadas de Aznar.

De qué se ríe el Sr. Aznar. Es porque la buena marcha de su españa, va tan bien, que le proporciona infinita alegría y satisfacción. Quizá es que todo le hace gracia y en su inconsciencia, se ríe por no llorar. Porque él no es de naturaleza risueña y puede ser, también, que su sentido del humo, le lleve a reírse de él mismo. Esto diría mucho en su favor. Motivos para ello, le sobran. Porque si sus carencias le hacen gracia, son muchas. No es el más guapo, tampoco el más alto, de ninguna manera el líder más carismático. Como hombre de estado, el Estado le viene muy grande. Su verbo es pobre y tedioso. La imagen que presenta en el extranjero, está lejos de eclipsar a su predecesor. Preguntar por qué se ríe el presidente, no tiene fácil respuesta. Se ríe de todo y de nada. Es posible que de esta imagen que reflejan las fotos, sean responsables, los fotógrafos. Pero son muchos que, a la hora de disparar sus cámaras, sobre Aznar, han obtenido la misma instantánea. Un aspecto es constatable, su imagen no transmite confianza, sobre todo para aquellos ciudadanos, que su españa, no va tan bien como la de él. Aquellos ciudadanos que estamos soportando la merma de la Educación Pública y la privatización vergonzosa del sector público, como si fuera la venta de la primogenitura por un plato de lentejas. Sin hablar de la ausencia de política solidaria con los inmigrantes. Son motivos, más que suficientes para no reírse, al menos por respeto a los ciudadanos que no le votamos. Que no somos una cantidad despreciable. ¡Hay que permanecer en el poder al precio que sea!. Después de todas estas reflexiones, me gustaría saber: ¿De qué se ríe el Sr. Aznar?. 

Aznar siniestro personaje


El epíteto de siniestro no es gratuito. De todas las acepciones que el diccionario concede a este vocablo, solamente su relación con el femenino que le convierte en  sinónimo de izquierda, son ajenos a José María Azanar. No obstante en los tiempos que este caudillo mesiánico, ostentó la cúspide del poder, puso en escena a su personaje de las mil risas, sonrisas y carcajadas, que los medios, exentos de buena voluntad, sembraron las hemerotecas de imágenes esperpénticas. Muchos españoles nos seguimos preguntando de qué se reía este pequeño gran hombre. Ahora que está saboreando las mieles de su triunfo mundial, en aras de la política más retrógrada, antisocial y fuera de la órbita de su país, es cuando presenta una imagen más patética. Las acepciones de esta palabra tampoco son exageradas, cuando se contempla al personaje más apocalíptico de la historia contemporánea de España. Su perfil disfruta de todas las virtudes del estadista de un Estado  que no existe. La misma intriga que le llevaba a ocultar  los motivos de su regocijo permanente, ahora nos traslada la tristeza del rictus más severo y agrio.
El Aznar de 2011 se manifiesta con todo su esplendor y con vocación universal de salvador de todas las patrias. De la patria Estado de Derecho y de la patria potestad de la familia. Su patriotismo nos ofrece redimir la idea de “la nación”.  Recuperar a un “Estado constitucionalmente fallido”. Remontar “la pérdida de relevancia en el mundo”, y “corregir” el actual modelo autonómico, entre otras exquisiteces plenas de entusiasmo patriótico. Pero la respuesta a esta letanía apocalíptica, se la ha concedido en forma de lección magistral, el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba: “Hay declaraciones que descalifican más a quien las hace que a quien van dirigidas”.
Pero el análisis sobre todo político del personaje en cuestión, no es muy difícil de desentrañar. Las raíces de su familia política están en el más puro franquismo militante y activo. Su fundador fue ministro de Franco y ni la Transición ni la Constitución, han sido capaces de lavar la cara a los que son genuinos franquistas. Nuestra carta Magna no fue votada por los cómplices activos de la dictadura, la entonces Alianza Popular. Y después se les llena la boca de defenderla, pero sólo quieren una constitución fosilizada. Rechazan sobre todo el Estado de la Autonomías y la desvinculación con la Iglesia Católica, que tantos favores mutuos se han hecho. Por mucho respeto que queramos tener con el ex presidente Aznar, todo tiene su denominación y su genuino nombre. Franquista, como aznarista, se dice de aquella persona partidaria de su persona, doctrina o sistema político. Un detractor del franquismo o del aznarismo es aquel que repudia, reniega y condena a la persona del líder, a su política o movimiento político. Cuando Aznar cuestione alguna faceta de la dictadura de Franco, a la cual sirvió, entonces será más creíble en sus valores democráticos y constitucionalistas. Hasta entonces su carta de presentación no da para más. 

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