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domingo, 2 de octubre de 2011

LA SOLUCIÓN DEL DÍA DESPUÉS

El Partido Popular tiene la receta para abordar la resolución de todos los problemas que aquejan a España. Sin llegar a la noche de las elecciones generales del 20 de noviembre, ya es poseedor del poder in péctore y actúa como tal. Las encuestas le han elevado al delirium tremens de la euforia. Sus huestes, secuaces y simpatizantes, con fidelidad dogmática y al margen de los posibles programas políticos, les conducirán al poder como caudillos y salvadores de la patria. La España dilapidada por los derrochadores que han malbaratado el caudal del dinero público. Mientras, los indecisos bullen entre la abstención; castigando al Gobierno por su giro a la derecha; escudriñando las denuncias de Democracia Real ¡ya! en el ágora del movimiento 15-M y la izquierda más genuina fragmentada hasta el infinito. La precampaña electoral está dando los primeros balbuceos, para que el ciudadano que no está fijado en un partido con carácter intemporal y fanático, pueda discernir y romper el paradigma de que “todos son iguales”. Escudriñando la historia es perverso mantener que la izquierda es igual a la derecha. En España los eventos e hitos de su pasado reciente, avalan la gran dicotomía entre estas dos concepciones de la gestión pública; agravada por las connotaciones religiosas. En una Europa globalizada estas dos tendencias, aunque con no exentas de sutileza, aún muestran diferencias prácticas. Esta etapa que ahora se inaugura en España, tiene gran interés para calibrar la madurez social y política de los ciudadanos, sobre su apreciación del Estado del Bienestar. Elegir entre un estado fuerte, o un estado fallido en lo social y quebrado en lo económico, bajo la ley insaciable de los mercados. Discernir entre las opciones privada donde apenas se pagan impuestos y los empresarios libremente crean riqueza y puestos de trabajo, y la opción pública donde hay una justa proporcionalidad en la presión fiscal (que paga más el que más gane o tiene), donde el Estado propicia la inversión pública en servicios e infraestructuras que enmarquen una economía más justa. Los programas electorales deben ser transparentes, precisos, explícitos y realizables. Para los votantes de la derecha, el PP apenas tiene que hacer esfuerzo alguno. Su voto está cautivo en su ideología in eternum, al margen del programa. Los líderes conservadores, por el momento, están obsesionados con las pequeñas y medianas empresas; considerando que aquí está la piedra angular para sacar a España de la crisis, en la cual la sumió Zapatero, pretendiendo el milagro de bajar impuestos y apoyar a los emprendedores. Pero sin apenas precisar los cómos. Los socialistas por su parte están desplegando sus foros hacia todo el espectro social y económico; tratando de recuperar el terreno perdido de aquellos que ideológicamente no se sienten cautivos de ninguna sigla. Con la esperanza puesta en recuperar la socialdemocracia española, doctrina antagónica del neoliberalismo imperante en Europa.

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