Rapa das Vestas: Rafael Sanz Lobato
Por Pedro Taracena Gil
El sevillano afincado en Madrid, Rafael Sanz Lobato, recibe de manos del Ministerio de Cultura, el más alto galardón que se otorga para reconocer méritos fotográficos. Creció como fotógrafo en la Real Sociedad Fotográfica y tomó parte del grupo La Colmena. Colectivo opuesto a la junta directiva que durante tres décadas, marginaron a todo aquel que mantenía una postura contestaría con el despotismo imperante. Otro grupo denominado La Palangana servía de apoyo a la directiva y se arrogaron el papel de embajadores del momento; allí donde demandaban la obra fotográfica representativa de la época, monopolizaban el evento de forma exclusiva y excluyente. En la década de los años cincuenta, sesenta y parte de los setenta, surgió en el seno de la RSF la Escuela de Madrid. Más que una escuela académicamente hablando, era un movimiento con las características del Neorrealismo Hispano de la fotografía. Paralelo al italiano de la post guerra. Fue un vasto mester de la fotografía. Lobato fue y es, un destacado miembro de la madrileña Escuela, donde descubrió el documentalismo antropológico y la fotografía creativa. Sentó cátedra a la hora de dominar el blanco y negro y sobre todo los tonos bajos en la cocina del laboratorio químico. Tuvo también su momento de gloria en la fotografía publicitaria, época que él denomina como la de su prostitución. No obstante, consultando hemerotecas de publicidad, hizo auténticas creaciones de iluminación en paisajes; poniendo en escena algo tan prosaico como un automóvil. De esta pléyade de fotógrafos sólo se conocen aquellos que la Real decidió que eran los más significativos. Lo más alarmante es que, llegada la democracia, la inercia de la conducta caciquil de la dictadura siguió marginando a la otra Escuela de Madrid. En 1988 el Ministerio de Cultura cercena el número de sus miembros a veintidós y a sólo nueve les otorga la calificación de fotógrafos mayores. La historia se repite cuando el Centro Cultural del Conde Duque, en 2006 reduce a seis los integrantes de la insigne Escuela. En el primero de los eventos se hizo presente la complicidad necesaria de la RSF, en la persona de su presidente cuasi vitalicio, Gerardo Vielba. La segunda exposición estuvo formada por las obras de seis fotógrafos del grupo La Palangana, marginando al resto. Volviendo a Lobato, el galardón concedido in extremis es de justicia. Lobato es un maestro incansable. Un melómano que siempre se hace acompañar en su vetusto estudio de buena música. Dispone de una biblioteca que da cabida a la historia de la fotografía universal. Sanz Lobato es un incansable tertuliano. Se pueden abordar con él cualquier tema, pero donde es inagotable es cuando habla de su pasión, la fotografía. Su conocimiento de la lengua inglesa le ha permitido profundizar en las técnicas y autores del mundo entero. Este premio tiene mucho de reto histórico y debe considerarse como la primera piedra para la recuperación y el desagravio. Se debe inventariar el legado de todos los fotógrafos del franquismo y no renunciar a mantener una muestra fotográfica española, como la tienen otros países. Se potencia demasiado a los extranjeros, en detrimento de los españoles. La fotografía clásica se sucede así misma, ya es historia.
¡Felicidades Lobato!
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