Señor:
Su última carta abogando por
la unidad de España para salir de la crisis, me ha traído a la memoria, aquella
otra intervención ya histórica en la noche del 23 F. La democracia española era
frágil y los sables franquistas amenazaban constantemente con volver a la
dictadura. En la transición los demócratas desistieron en sus pretensiones de
restablecer el Estado de Derecho de la República, interrumpido por un golpe de
estado cruento. La oposición al franquismo del interior y la venida del exilio,
pusieron mucha más carne en el asador durante
la transición, que los herederos del dictador, incluyendo a la familia de Vuestra
Majestad. Renunciaron a la república y aceptaron la monarquía parlamentaria;
consensuando la Constitución progresista
y homologada con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La
Constitución Española de 1978, sí es modélica ante Europa y el mundo, pero el
consenso hallado para su aprobación, dejó impune los crímenes del franquismo.
Una torticera interpretación de la amnistía, las prisas por llegar al poder y
un propósito firme de continuar con el franquismo sin Franco, cerraron la
herida en falso del conflicto fratricida. Que España ha funcionado
políticamente con su nuevo orden constitucional es indudable, reconocido y
admirado por propios y ajenos. Pero la reconciliación entre los españoles no se
ha producido, por mucho que nos
empeñemos en calificar la Transición como
modélica. Los franquistas herederos legítimos
de Franco, fundados por Fraga, liderados por Aznar a través de la Fundación para el Análisis y los Estudios
Sociales, y
gobernados por Rajoy, no han cedido ni un ápice de su doctrina del
nacionalcatolicismo y mucho menos han condenado el execrable régimen del
caudillo que lo fue por la Gracia de Dios. ¿En qué han cedido los franquistas?
En nada. Han fosilizado la Constitución y se han deshecho del Estado del
Bienestar. Y en qué ha cedido la Corana. En nada tampoco. Tanto los franquistas
del Partido Popular, como la Corona, ambas instituciones, mantienen de forma
persistente dos posiciones: la negación de la legitimidad de la República, al
menos ante la Historia, y que siguen sin condenar la dictadura. La terquedad de
los populares tiene cierta lógica porque ellos son los herederos legítimos del
dictador, pero el Rey de España lo es porque el pueblo así lo ha querido
dotándose de la Constitución de 1978. Como español le exijo que abandone al
Partido Popular como compañero de ese viaje hacia el más negro pasado de España.
Y propicie la reconciliación entre los españoles que tiene como marco de
referencia nuestra Carta Magna. Si los discípulos de Fraga permanecen en el
franquismo, que sea en soledad no en compañía del Rey que lo es de todos los
españoles. De todos los achaques que se le atribuyen en estos tiempos a la
Corona, ninguno tiene tanta importancia como este guiño que se mantiene hacia
el franquismo. Pedro Taracena Gil.
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