Por Pedro Taracena Gil
El ciclo social que
comenzara en España en los años cincuenta, está recibiendo la puntilla. Aquella
corrida que comenzó a lidiarse en las plazas de los pueblos, tuvo sus tardes de
gloria en los grandes ruedos del suelo ibérico. La Maestranza, las Ventas y por
supuesto la Monumental de Barcelona. El símil es válido para compararlo con la
consecución del Estado del Bienestar. Éste se creó en base a la clase media.
Los españoles que no emigramos al
extranjero, sin embargo sí, abandonaron la vida rural y buscamos el provenir en
los núcleos industriales y comerciales de las grandes ciudades, que más tarde
se extendió al resto.
Aquellos españoles que ahora nos acabamos de jubilar a
nuestra edad reglamentaria, fuimos sobre los cuales se creó la clase media. Sin
la cual España nunca hubiera podido crear el Estado de Bienestar, que ahora
Rajoy y sus secuaces franquistas trasnochados, están dándole el último hachazo.
Hemos cumplido un ciclo completo; superando la dictadura, la transición y la
incipiente democracia. Vinimos a la ciudad dejando la agricultura medieval y en
algunos casos con aperos romanos. Nos formamos para la nueva España, trabajamos
y estudiamos mucho.
Accedimos a la propiedad y
cotizamos para tener una educación y una sanidad públicas y de calidad,
objetivo que cumplimos. Nuestros hijos llegaron a la Universidad y el nivel
cultural y científico de España alcanzó cotas inimaginables en décadas pasadas.
El Estado del Bienestar se consolidó dentro del sistema capitalista imperante.
No obstantes, las políticas aplicadas por la socialdemocracia hicieron posible
los derechos sociales, la distribución de la riqueza y la solidaridad.
Pero
este ciclo ha reventado cuando el capital no desea resolver la crisis que él
mismo ha causado. En estas circunstancias el capital y sus acólitos no quieren
renunciar a seguir “explotando al hombre por el hombre” según las leyes del
mercado. Se ha cometido un crimen execrable contra el pueblo. Los
especuladores, usureros y banqueros, han dado un golpe a los estados y han
colocado a gobiernos títeres del podrido y caduco sistema capitalista:
tecnócratas o de la derecha más recalcitrante y en caso de España, los
franquistas más genuinos del nacionalcatolicismo.
Tercos, torpes y parcos.
Insolentes, déspotas y burlones. El paro, la pobreza, los desahucios, la
miseria, el hambre y hasta la muerte acechan a todos los españoles, ante las
sonrisas sarcásticas y chulescas del Gobierno. Ningún ministro se está jugando
su prestigio porque nunca lo tuvieron. Ningún pueblo y menos el español se
merecería un gabinete tan nefasto como el de Rajoy.
Pero de esta tragedia solamente hemos pasado
de la presentación al nudo, el desenlace está por venir. Nuestros hijos y
nietos, la nueva generación sin responsabilidad alguna sobre la crisis, se
encuentra al final del ciclo que creamos sus padres y abuelos. Con un pie en la
nada y el otro en el abismo. Están como sus predecesores se hallaban en los
años cincuenta, pero con una gran diferencia; nosotros tuvimos esperanza e
ilusión. Este esperpento franquista que nos desgobierna, alimenta la ilusión
con la mentira y la esperanza con Aguirre…
Fotos: Pedro Taracena Gil
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