Es preciso analizar las
acepciones del vocablo crimen. Quizás
alberguemos temores infundados al utilizar esta palabra según en qué contextos
se emplee. En general se aplica para las acciones violentas que repugnan a la
humanidad. Con frecuencia cometidas por regímenes dictatoriales, guerras
civiles o internacionales. Pero el crimen también está presente en los periodos
de paz y se cometen sin salir del territorio local, provincial o nacional. Y lo
que es más importante hay que exigir al Estado, que no se arrogue la potestad
exclusiva de impedir que se cometan crímenes, sino que el pueblo también debe
de estar vigilante que las autoridades públicas no cometan crímenes contra la
sociedad. A sabiendas que la víctima es el pueblo, la parte más débil. El
quebrantamiento de la ley, los hechos reprobables, las acciones u omisiones
voluntarias o imprudentes penadas por la ley, o políticas claramente agresivas
y ofensivas contra el más necesitado, son acciones indebidas y reprensibles.
Queda claro que el crimen no lleva consigo en exclusiva la violencia física y el
derramamiento de sangre. Los crímenes pueden y deben ser manifiestamente
perseguidos por la justicia, pero también es cierto que hay crímenes cometidos
contra una colectividad que por ser de guante
blanco, no se consideran punibles o dolosos. Hablando en román paladino,
basta contemplar el empobrecimiento en el cual ha caído el pueblo español en
tres años, para saber que ha sido víctima de una gran injusticia. Los ricos
siguen siendo ricos o más ricos y el resto, la inmensa mayoría de la clase
media, se han convertido en pobres, muy pobres, excluidos de la sociedad, en las
colas de los servicio sociales; provocando escenas típicas de la post guerra.
Si esto lo hubiera producido un tsunami
natural, ¿dónde estría el crimen…?
En la sociedad española está creciendo el paro,
sin recursos para subsistir, con recortes en la educación frustrando a la
juventud. Desasistiendo a las personas dependientes. Disminuyendo la asistencia
sanitaria con peligro de más enfermedades y más muerte. Al pueblo español se la
ha arrebatado de un plumazo el Estado del Bienestar. Las diferentes políticas
de las comunidades autónomas están violando el artículo 14 de la Constitución,
que consagra la igualdad y como consecuencia la solidaridad. Este panorama que
salvo para aquellos que no les interese ver, es una puesta en escena evidente
de crímenes perpetrados contra los españoles. Crímenes de paz, crímenes de guante blanco. Sin entrar en análisis
políticos, que por otra parte no son nada complicados de comprender, es fácil
contemplar quién es responsable de estos crímenes: En principio los primeros
culpables son aquellos que tienen el poder otorgado por el pueblo para
evitarlo: los políticos sin albergar ninguna duda: servidores de lo público
corruptos, ladrones, adjudicándose sueldos escandalosos; legislando a favor del
capital, los bancos, los empresarios, la Iglesia enemiga histórica del pueblo y
de los criminales jefes de este panorama: la Unión Europea y el capitalismo
salvaje. ¡Qué fácil es decir que esto es demagogia!
Si estuviéramos en otro
siglo quizás no opinaran así, cuando fueran perseguidos por tiranos y caciques.
Este es el terreno abonado que sirvió para las revoluciones pasadas.
Descendiendo a los detalles tenemos un panel de lo más macabro: los abusivos sueldos
de los políticos incluyendo a la casa real. La gente desahuciada de sus casas a
palos por la policía. Infinidad de pensionistas a la puerta de los bancos
reclamando sus preferentes, robo,
engaño y estafa. Muchos científicos cruzando nuestras fronteras y no en busca
de aventuras. La demagogia sigue: gente sin asistencia médica que hace meses sí tenía. Se entrega la sanidad para
que los empresarios hagan negocio con nuestra ausencia de salud. La Iglesia,
los colegios privados y religiosos siguen con sus prebendas. Los medios de
comunicación cometen el crimen de silenciar los crímenes. Ante este caos
manifiesto, no obstante, para la
sociedad es fácil saber quién es el verdugo y quién es la víctima. El pueblo
solamente ha cometido el crimen de trabajar y depender del capital y los
políticos. ¿O yo estoy equivocado y quizás sea un demagogo? Estas cosas hay que
decirlas, escribirlas y firmarlas. Sin miedo, con el convencimiento de que el
criminal es quien se debe de esconder y callar.
Pedro Taracena Gil
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