Quizás nuestros descendientes tengan que buscar en la literatura creativa, entre los personajes de ficción, la verdad de nuestra realidad como pueblo. La auténtica personalidad española de nuestros ancestros nos la ofrecen los grandes literatos de todas las épocas. Desde el Cantar de "Mio Cid" hasta Benito Pérez Galdós, pasando por Miguel de Cervantes y llegando hasta los poetas y escritores de la generación de 56. Mientras, estos dos periodistas nos muestran sus puntos de vista. Escribiendo como historia de vida el tiempo que les ha tocado vivir. Pedro Taracena Gil
EL MOVIMIENTO NACIONAL
Por Fedra Doncel
Escritora y periodista
La República trajo el caos
social y la anarquía política. Los valores patrios mantenidos desde los Reyes
católicos, Isabel y Fernando, saltaron por los aires. Fue el general Franco
quien tomó la iniciativa de salvar España. Emprendiendo para ello una Cruzada
de Salvación Nacional apoyado por el ejército, la Iglesia, Falange Española y
de las JONS (Juntas Ofensivas Nacionales Sindicalista) y las gentes católicas
que ya estaban hartas de que los comunistas, ateos y masones hicieran de
nuestro país un satélite soviético de Rusia.
Durante tres años el
Alzamiento Nacional combatió contra los traidores y rebeldes a la tradición venida
desde la conversión de Recaredo. Habían quemado conventos, sacrificado a curas
y monjas y al final los nacionales obtuvieron la victoria sobre los rojos y
comunistas. Franco invicto fue proclamado Caudillo de España por la Gracia de
Dios. Obtuvo las bendiciones de Roma y el reconocimiento del nuevo régimen
español, enviando al Nuncio de Su Santidad. Más tarde se erigiría un monumento
en Cuelgamuros cerca de Madrid, donde se escavó en la roca una gran basílica
que albergaría el mausoleo de los Caídos por Dios y por España. Siendo
enterrados en el presbiterio, en la parte delantera y posterior del altar
mayor, José Antonio Primo de Ribera y Francisco Franco Bahamonde,
respectivamente.
Una vez elegido Caudillo por
aclamación, solamente podría ser destituido por aclamación. Los símbolos de la
nueva España acogieron la herencia de la unificación nacional con Isabel I de
Castilla y Fernando V de Aragón. ESPAÑA UNA GRANDE Y LIBRE. Sin dejar de ser un
reino, Franco se convirtió en su regente y constituyo el Consejo del Reino y de
éste emanó el Consejo de Regencia, quien asumiría los poderes de la Jefatura
del Estado, en caso de sede vacante por fallecimiento del Generalísimo. Como
así fue. Como sistema política Franco estableció una democracia orgánica. Las
Cortes representaban al sindicato, el ayuntamiento y la familia. Salvo esta
última que se hacía por votación, los otros dos tercios se hacían por
designación directa del Jefe del Estado que se valía de las leyes derivadas del
Movimiento Nacional.
El Movimiento Nacional
cobijaba bajo la egregia figura del Generalísimo a todos los estamentos que
lucharon contra las hordas soviéticas: la Iglesia Católica, la Falange y el
Ejército. Así se constituyó un estado confesional donde su legislación se
inspiraba en la Doctrina Social de la Iglesia, firmándose un Concordato entre España y la Santa Sede.
Poco a poco España fue reconocida comercial y
diplomáticamente, creciendo en todos los sectores económicos. Creció la agricultura
con la Concentración Parcelaría. Se fomentó el turismo creando una
infraestructura de Paradores de Turismo y urbanizaciones costeras. Se
transformó el mundo rural en industrial con planes de la Promoción Profesional
Obrera (PPO). Las Instituciones Sindicales y la Universidades Laborales,
formaron jóvenes que, procedentes del campo, llegaban a la ciudad buscando un
futuro mejor. Se estableció la Seguridad Social, dando asistencia en Ambulatorios
y Hospitales Generales que albergaban las Facultades de Medicina.
Franco dejó todo este
bienestar “atado y bien atado”, y fue su voluntad instaurar la monarquía en la persona del Príncipe de España, Don
Juan Carlos de Borbón y Borbón; excluyendo de sus regios planes, la restauración de la Corona de España en
la persona del legítimo heredero Don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos e
hijo de Alfonso XIII. Los planes sucesorios se consumaron con la muerte del
Caudillo de España y Generalísimo de los Ejércitos. El Consejo de Regencia
asumió la Jefatura del Estado, hasta que Las Cortes, su presidente y los
procuradores proclamaron Rey de España a Juan Carlos I. Así se clausura un
periodo de la Historia de España regida por un personaje excepcional, para unas
circunstancias también excepcionales.
Se inicia el periodo de la
transición inaugurando por todas las fuerzas políticas, el significado del
vocablo consenso, desconocido hasta
entonces por los españoles. Obteniendo como resultado de ese consenso el
llamado pacto constitucional. Juan
Carlos I ya era Rey de España desde 1975 cuando en 1978 se refrenda la
Constitución Española. En ese momento histórico, se convierte de rey instituido
por Franco que había jurado fidelidad a los Principios del Movimiento, en rey
constitucional por voluntad de los españoles. El nuevo Rey de España era fruto
de una reforma política o evolución, no de una ruptura que planteara una
situación de “borrón y cuentea nueva”. La etapa constitucional suponía una
continuidad de la legalidad del régimen personal del Caudillo de España. Del por qué Juan Carlos I no juró la
Constitución que le había colocado sobre sus sienes la Corona de España, no
existe ningún soporte legal. Se especula con el argumento de que, siendo un rey
cristiano no podía jurar dos veces sobre el mismo tema o asunto. Y sobre todo
porque ya era rey antes de sancionar con su firma la Constitución. De otro modo
no hubiera sido rey antes de que la Carta Magna entrara en vigor.
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
Por Hipólito del Infantado
Periodista y reportero gráfico
La legalidad constitucional
y el estado de derecho se rompieron en España con el golpe de estado, llevado a
cabo por el general Franco urdido en la tarde del 17 de julio de 1936. Con el
fallecimiento del dictador se cierra el paréntesis de una situación ilegítima.
Aunque la legalidad vigente en ese momento estuviera basada en una situación
ilegítima, los poderes y la estructura del Estado pasaban a manos del Príncipe
de España, consumando su vocación de perpetuar el régimen tiránico. Ante este
hecho histórico y trascendental, en España se abrían varios caminos para
acometer la salida del despotismo padecido. Nada fácil por el entramado
legislativo que el poder omnímodo del Jefe del Estado: poder legislativo, poder
judicial y poder ejecutivo. Además no hay que olvidar que la dictadura
implantada era de carácter militar, es decir, era Caudillo en lo político y generalísimo
de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Las Cortes y el Gobierno, aunque eran
teóricamente independientes, su poder de la jefatura del estado lo invadía
todo. Había implantada un dictadura militar de carácter de extrema derecha,
estableciendo un perpetuo y bien avenido maridaje entre la Iglesia y el Estado.
El 20 de noviembre de 1975 falleció el general que acabó con la República. Su
Alzamiento Nacional provocó una resistencia en defensa del régimen
legítimamente constituido, que provocó una guerra civil durante tres años, cuya
victoria utilizó para justificar la dictadura que se prolongó cerca de cuatro
décadas.
Como mencionaba más arriba
la posible salida de esta situación ilegítima, no se presentaba nada fácil.
Visto ahora con la perspectiva que nos ofrece el siglo XXI, quizás la solución
tomada fue la más acertada pero se consagraron al mismo tiempo vicios
perversos, que se pudieron haber evitado.
En aquellos años y
circunstancias, tres debates se presentaron en la calle, en la prensa, en el
propio franquismo y en los españoles que habían permanecido en la
clandestinidad o en el exilio. El mundo entero también especuló con posibles
salidas con soluciones basadas en situaciones europeas, vividas no hacía mucho
tiempo. La Revolución de los Claveles en Portugal y la caída de la dictadura de
Los Coroneles de Grecia, y su referéndum sobre monarquía o república. El debate
estaba abierto:
Uno de los argumentos lo
exprimían quienes revestidos de legitimidad, no hallaban otra salida que la
vuelta a la normalidad constitucional. Restituir la República y adaptarla a la
Europa contemporánea. Esta reflexión tiene su principal aval en el estudio
comparativo que se puede realizar hoy entre el texto republicano de 1931 y el
contenido de la Constitución de 1978. Objetivamente, tanto la Republica fue la
vanguardia de su época, como la Constitución de la monarquía parlamentaria lo
es en el día de hoy.
Otro punto de vista
planteaba una ruptura con la dictadura y emprender una nueva etapa plebiscitaria. Es decir, que el
pueblo español votara en referéndum si deseaba una monarquía o una república.
Tanto en la opción anterior como en ésta, aquellos españoles que con la
dictadura no le había ida muy mal o no se sentían víctimas de su represión,
estas alternativas les dejaban en una situación que nunca se habían planteado. Además
la amenaza franquista apoyada en su ejército no era nada desdeñable. Despojar
al régimen fascista de su poder y someterle al poder del pueblo que durante
demasiado tiempo le había tenido sometido, era una quimera.
Una tercera vía parecía que
tenía más consenso. Palabra que estrenamos los españoles a partir del año 1976,
de igual forma que comenzamos a vivir aprendiendo lo que era la libertad y la democracia. La única salida con
tintes de futuro era contar con los franquistas. Los herederos legítimos de
Franco tenían un Jefe de Estado heredado por el gran hacedor de reyes que dejó todo “atado y bien atado”. El Rey dio los
primeros pasos pero con el corsé que el propio dictador le había encofrado, y con
las Leyes del Movimiento Nacional, nadie se podía mover. No obstante, la
presión de la calle, de la oposición democrática de izquierdas y los
incipientes sindicatos reivindicativos de clase, obligó a Suarez a iniciar la
reforma política de forma imparable. Como producto de este consenso se llegó al
pacto constitucional. La Constitución Española de 1976, vino a recuperar la
legitimidad del estado de derecho interrumpido el 18 de julio de 1936. A este
periodo se le llamó la Transición. En este tránsito de la dictadura a la
democrática no todos los viajeros pusieron las mismas intenciones e ilusiones,
y de ninguna manera cedieron el mismo terreno; renunciando a sus ideales
políticos. Los franquistas impusieron sus condiciones de forma implícita. El
franquismo debía permanecer intacto y así sucedió. No se cuestionó la legitimidad
de la dictadura y tampoco se reconoció la legitimidad de la República. Por
supuesto, como el régimen dictatorial pasó a través una transición modélica, de
la tiranía a la democracia, quedaron amnistiados los verdugos y sus víctimas. Los
franquistas impidieron por omisión la condena al genocidio franquista. Los
crímenes de la dictadura quedaron impunes. Y en el siglo XXI, cuando ya se han
disipado cualquier amenaza de involución, el franquismo convive con la
democracia, escenificando un auténtico esperpento. Corresponde a la ciencia
ficción que con la Constitución Española en vigor, se mantengan actitudes
franquistas y en algunos casos anteriores a la dictadura: El indulto, los
Acuerdos con la Santa Sede, la apología del franquismo, la persecución de los
españoles que reivindican la Memoria Histórica, los privilegios a la Iglesia,
la segregación por género de los escolares dentro de la Escuela Pública, la
supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, para así evitar
explicar a los escolares la naturaleza del matrimonio igualatorio, y además la
mutilación de la Justicia Universal acordada por los franquistas y los
socialistas para complacer a China, EEUU e Israel. Todos estos vicios fueron contraídos
porque había que considerar el riesgo de involución, y sobre todo un pronunciamiento
militar, que al final no se pudo evitar. El haber incluido en el texto
constitucional una mención expresa de condena a cualquier dictadura del pasado
o del devenir, conductas viciadas por el franquismo, ahora, estarían
tipificadas como inconstitucionales y existiría el delito de apología del
fascismo y del genocidio franquista.
No obstante el Rey de España
debería distanciarse del Partido Popular y establecer un mutu propio de condena la dictadura y el reconocimiento de la
legalidad republicana, al margen de que jurara o no la Constitución. Más aún,
el Príncipe de Asturias, heredero de la Corona que sí juró la Constitución, debería
tener un gesto que le conciliaría con su generación. Condenar el régimen despótico
franquista y reconocer la legitimidad de la II República. Desmarcándose del
lastre negativo de los Borbones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario