RAJOY BÁRCENAS, BÁRCENAS RAJOY, TANTO MONTA MONTA TANTO...
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Al principio de su obra “Gran Ética” Aristóteles indica: “Es, por
consiguiente, necesario que, quien quiere conseguir algo en el orden de la
política o la sociología, sea él personalmente hombre de buenas costumbres”.
Viene al caso, cuando
escuchando la intervención, que no explicación, del actual presidente del
gobierno español sobre Gürtel, Bárcenas y el partido gobernante, me doy cuenta
que el tema de falta virtudes es aplicable a una gran
parte de los dirigentes europeos, americanos del norte y del sur, y del resto
de continentes, con pocas y muy loables excepciones.
Una filósofa mas reciente Victoria Camps aporta alguna luz: “el poder
desgasta la virtud y propicia la tentación de la corrupción".
Algunas carencias son
muy evidentes, tanto si se refieren a virtudes recogidas en textos antiguos
como a las expuestas en otros más modernos. Empezando por las próximas, la profesionalidad virtud o valor
universalmente reconocido como marca de excelencia, exige la asunción de
responsabilidades y el respeto a las formas, frente a la apatía como fórmula
universal de solución de los problemas que se le presentan a diario a un
gobierno. Lo corriente hoy en día es, en vez de defender y asumir las
decisiones propias, descalificar al contrario., trasladar la responsabilidad a
otros, sea el otro Zapatero, Bush, la Comisión Europea, los difuntos Chaves y
comunismos varios, ó, “los mercados” ( gran invento, que
sustituye a lo que los siervos antes llamaban amo).
Si volvemos a
Aristóteles, acentúa la virtud de la dignidad, según el filósofo el justo
término medio entre la autosuficiencia, extremo al que se
arriman muy abundantemente los dirigentes, en especial en los ámbitos en los
que existen mayorías absolutas y la cortesía servil, extremo rechazable para
todo dirigente de un país, al que sin embargo casi la totalidad de los hoy
gobernantes se apuntan (también algunos de los aspirantes hoy en la oposición),
cuando tratan con “los mercados” o con otros dirigentes más poderosos que
ellos. De esta última reflexión son paradigmas la mayor parte de los dirigentes
europeos, de forma muy evidente los actuales españoles.
Lo digan, o no, textos
filosóficos, en democracia la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace
debe ser la virtud que pondera el grado en que un dirigente es demócrata por
convicción o simple conveniencia. Lo virtuoso sería dejar la política cuando lo que se hace no es coherente. No
rectificar, el “sostenerla y no enmendarla”, es agresión al ciudadano,
confundir la errónea autosuficiencia con la virtuosa coherencia democrática.
Hoy sería fácil poner
un nombre propio al ejemplo de carencia de virtudes como dirigente, mostrada no
solo en el debate del parlamento sino en la práctica totalidad de las
decisiones tomadas desde el gobierno y sobre todo por echar la culpa de las
consecuencias a los demás, pero, me apunto a la coherencia democrática de dejar
que sea la opinión de cada lector la que haga la extensa lista de los muchos
nombres de dirigentes, no solo políticos, que le va a venir a la mente según
avance en la lectura.
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