Por Pedro Taracena
La
fe y la razón son conceptos antagónicos. Disciplinas de humanidades enemigas.
La razón no soporta la fe religiosa y la creencia en una deidad rechaza todo
pensamiento resultante del uso de la razón. La fe parte de una premisa
infalible, la verdad absoluta, y la razón busca constantemente la verdad
relativizada en el tiempo y el espacio. La Historia de la humanidad se
construye a través del conocimiento producto del raciocinio. La teología entiende de dogmas que vienen
dados por inspiración divina; interpretados por la clase sacerdotal que
se arroga la infalibilidad de su interpretación. Sin embargo las
ciencias humanas utilizan silogismos lógicos, teoremas, axiomas y plantea
problemas y soluciones de toda índole.
Siguiendo los planteamientos definidos por
la fe, Dios es el principio y fin de todas las cosas, es decir, el creador del
mundo. Sin embrago estos principios categóricos si se llevan hasta sus últimas
consecuencias, presentan no pocas paradojas. Dios crea al hombre como ser
inteligente con una razón capaz de investigar el mundo que le rodea,
discerniendo unas cosas de otras y unos acontecimientos de otros. Pero el creador ha dotado al hombre de una cierta
carencia: El ser humano está condenado a no concebir en su mente la
divinidad y además la doctrina revelada está sembrada de contradicciones y de
preceptos que no emanan de la razón creada por el propio Dios. Dicho
de otra forma, el hombre que solamente se deja llevar por la razón al margen de
los preceptos divinos, se aleja cada vez más de Dios, pero vive más intensamente la
vida según su libre albedrío. La paradoja está servida porque el
creyente está obligado a vivir una vida que no es de este mundo, y el librepensador
alcanza cada vez más altas cotas en el conocimiento humano.
Esta contradicción merece una
reflexión: Cómo es posible que la divinidad haya credo al hombre a su imagen y
semejanza, inteligente sobre el restos de los animales, y sin embrago las
creencias impuestas por su creador mutilen su raciocinio. Para seguir la
doctrina de cualquier religión es preciso renunciar a cualquier
razonamiento que entre en conflicto con la fe revelada. Este dilema no es
patrimonio exclusivo de las tres religiones monoteístas: Cristiana, islámica o judía, es común a toda religión. No obstante, los romanos que aceptaron muchos de los mitos y dioses
de Grecia, no comprendían la
intolerancia de los judíos primero y los
cristianos después, para aceptar otra divinidad que no fuera su Dios, que
consideraban exclusivo y excluyente. Fuera del Dios de Israel, el resto era de
origen pagano, idólatra o mítico, aunque tuvieran en común el fanatismo de aceptar la sinrazón del propio concepto divinidad.
La estructura mental de quienes tomen
como base creencias religiosas para la organización social, política, ética o jurídica en el siglo XXI,
se acercan a una patología psicológica que demuestra la atrofia de la razón como atributo humano. Si esta actitud y aptitud se
ciñeran a lo privado, carecería de importancia y no repercutiría en lo público. Pero cuando este adoctrinamiento es asumido por los poderes políticos, entran en conflicto con la legalidad
constitucional basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El resultado de esta tendencia
queda plasmado en leyes contrarias a los derechos de los ciudadanos. En ciertos
países de tradición democrática y laica,
mantienen el “creacionismo” en los planes de educación, un puritanismo arcaico y recortes de derechos del
ciudadano, que en el ámbito religioso
son pecado como: Aborto, divorcio, matrimonio gay, mantenimiento de la
continencia sexual como un valor positivo… La separación de la religión y la política debe ser un
hecho en beneficio de la democracia y los valores republicanos. Difícil de conciliar con la institución monárquica que, no lo
olvidemos, es de origen divino.
En el caso español ha quedado de manifiesto que el Gobierno del
Partido Popular, muy afín al franquismo y
sobre todo ligado al nacionalcatolicismo, está legislando en base a dictados de la Iglesia, que es tanto como decir
al margen de la razón: Ley del
aborto. Ley de educación. Segregación por sexos en los colegios religiosos con subvención del Estado, por prejuicios de moral católica, bajo el pretexto del rendimiento escolar.
Privilegios de la Iglesia Católica, bajo la
falacia de pago de un pretendido débito histórico. Supresión de la
asignatura de Educación para la
Ciudadanía, para eludir la educación sexual. Mantenimiento de la alianza trono-altar
introduciendo la monarquía en las prácticas religiosas, aunque la Constitución Española determina que el estado es aconfesional. Y por último el maridaje Iglesia-Estado hecho realidad en
los Acuerdos con la Santa Sede, que no tratado o concordato, statu quo
mantenido en contra del espíritu y la letra
de la Constitución de 1978. No Hay
duda que esta situación está llena de anomalías laicas y democráticas. Imperando
la sinrazón de la fe sobre
la simple razón. Otra
consecuencia más de la mal
llamada Transición...
El Caudillo de España que lo fue por la Gracia de Dios, está momificado pero su espíritu habita entre nosotros. Por los siglos de los siglos. Amén.
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