Por Pedro Taracena
"Mandar es servir, y no habrá día en el que deje de recordar este principio"
Es curioso cómo la persona del Rey no solamente es inviolable por
obra y gracia de la Constitución, sino que se
considera casi sagrada e infalible ante La Casta: políticos y medios del régimen de 1978. Constitución que se escribió al dictado de los franquistas, militares, políticos antifranquistas y la Iglesia, según el testamento del dictador, A este ejercicio de
anacronismo se le denominó Transición cum laude
de modélica.
Felipe VI en un arrebato de aguerrido
militar declara que: “Mandar es servir, y no habrá día en el que deje
de recordar este principio". Con todos mis respetos hacia la Jefatura del
Estado, no puedo estar de acuerdo con que
los verbos mandar y servir se yuxtapongan para establecer, nada más ni nada menos, que un principio político, ético o moral. Entendiendo como principio: “Base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en cualquier
materia”. Tampoco los vocablos mandar y servir tiene ninguna relación etimológica. Su
significación es distinta por no decir contraria en algunas de sus acepciones.
Es posible que el monarca lo utilizara como una metáfora o una
figura literaria o poética, sin transcendencia pedagógica o ilustrativa.
Si el Rey de España al pronunciar
estas palabras ante el Ejército del cual es Capitán General, albergó la intención de integrar a los militares en el pueblo al
cual sirven, no estuvo muy acertado al evocar su educación militar y los
valores de mando y servicio marcadamente castrenses. Ni el diccionario de la
RAE ni la ciudadanía lo entienden. Sobre todo para los españoles que
tuvimos la ocasión de realizar el Servicio Militar obligatorio, la impopular Mili,
lo de mandar es servir nos suena como a un error en el uso del vocabulario o
una falacia. Las virtudes castrenses cuando conjugan los verbos mandar y
servir, si se meditan un poco, solamente se justifica su aceptación por la sumisión de obediencia
debida de cortesanos aduladores. Bajo mi opinión es un mensaje anacrónico como lo es
la monarquía que preside. Estos dos verbos no se conjugan juntos en
democracia. La autoridad del que manda y los servidores públicos, tienen
su base en los valores laicos, constitucionales o republicanos. No son virtudes morales
aprendidas en la milicia.
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