Rajoy se arroga la estabilidad política de España ante
el mundo.
Este personaje siniestro, torpe, terco y parco, es sin duda el peor de los
presidentes de la democracia. No es ningún insulto es una obviedad. Como
ciudadano yo sí que me siento insultado y harto de sus discursos vacíos de
contenidos lógicos, políticos e incluso ideológicos. Con sus frases llenas
“como todo el mundo sabe”, de “sentido común” para “hacer las cosas bien y como
Dios manda”, pretende adoctrinarnos con sus verdades a medias que configuran
mentira tras mentira.
Gobernar con mayoría absoluta en base al decreto ley, esto le convierte en
un gobernante absolutista, que después de dos años de desgobierno sigue
creyendo que la mayoría que obtuvo en las urnas la conserva para siempre;
despreciando el clamor de los indignados, que somos muchos, demasiados.
Internacionalmente hace el ridículo, aunque ante quien lo exhibe pertenecen al
rebaño del mismo aprisco. Lobos de la misma camada.
A los ciudadanos se nos va quitando el miedo que él y sus ministros
esparcen por doquier, cada viernes de cada semana, de cada mes y así después de
dos años. Demasiado estamos aguantando. No obstante, las redes sociales están
ejerciendo el verdadero derecho a la información veraz y actualizada. Mientras,
los esbirros de los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, se
desgañitan en defender a ultranza las políticas a todas luces criminales del
Gobierno. El comportamiento de estos medios es vergonzoso por lo inmoral.
Ridículo por lo esperpéntico que resulta la manera en que asumen el papel de la
copla, la bien pagá. Sí, para eso les pagan y por cierto muy
bien. Nadie en sus cabales defendería con tanto ahínco una impostura
periodística de tal calibre, si no fuera por el dinero.
Cualquier observador nada versado derrumba la tranquilad no ingenua y sí
perversa de este ínclito gobernante: Nunca se ha cuestionado la monarquía como
ahora. El Rey se ha creído que está reinando en la España de su abuelo o
bisabuelo. Sus correrías y dislates encerrados en la más impune opacidad, se
han visto agravadas por las corruptelas del yerno consorte de una Infanta de
España. Rajoy aun no se ha enterado de que la figura del Rey es inviolable pero
que de sus actos es responsable el Gobierno.
La estabilidad de la cual hace gala el presidente es una situación legal
pero no justa. Una mayoría aritmética del parlamento pero contestada desde la
calle. Este personaje sacado de los esperpentos de Valle Inclán, para acallar
su conciencia, se ha inventado aquello de la mayoría silenciosa, es decir, que
todo aquel que se queda en su casa, con su silencio muestra su adhesión al caudillo salvador de
la crisis. Mariano Rajoy.
La justicia se mueve exquisitamente en el plano legal, pero no siempre es
entendida por la sociedad. Y no en balde la justicia emana del pueblo. Que
Rajoy esté institucionalmente tranquilo con su partido en los tribunales, es de
ser inconsciente o que está convencido de que con la ingeniería económica
puesta al servicio de la corrupción, su partido saldrá ileso una vez más de
este tsunami.
La clase política española no está a la altura de las circunstancias de la
debacle en el cual nos encontramos: Ni la izquierda, ni la derecha, ni aquellos
que caminan hacia el centro y que nunca llegan. Tampoco los nacionalistas
periféricos y no digamos de aquellas bisagras que hacen de la demagogia el arma
de agradar al pueblo, en esto y aquello y en todo lo contrario… “Así es si así
os parece” que dijera Luigi Pirandello.
Y por último el Gobierno ¿No es responsable de la situación a la cual ha
conducido al pueblo y esto le debía producir cierta intranquilidad? Puede ser,
pero también es cierto que el Gobierno y sus ministros tienen mucho de
farsantes, de actores de la gran mentira. Se regocijan con frecuencia con
sonrisas inoportunas, hablan con altanería y algunos con chulería… Pero esto se
puede atribuir a que el que escribe este artículo es un pensionista cabreado,
poco o nada objetivo. Pero a continuación serán los hechos los que den por
terminada esta columna.
Las políticas criminales cercenando derechos y recortando dotaciones económicas,
están haciendo cabalgar al pueblo español sobre los cuatro jinetes del
Apocalipsis del siglo XXI. La palabra crimen no podemos
dejarla por más tiempo en el baúl de la terminología jurídica. También hay que
reclamar su presencia y su utilización por el pueblo. Primer jinete la muerte.
Es evidente que la gente se muere prematuramente por falta de atención médica y
la negación de los medicamentos. Segundo jinete el hambre. Aunque sea increíble ha llegado a
los niños de forma alarmante. Cercenar los medios para la asistencia sanitaria
y universal es un crimen, pero no lo es menos, arrebatar la igualdad de
oportunidades a los jóvenes, dejándoles sin futuro. Condenados a no poder
formarse a causa del tercero de los jinetes, la pobreza. Y
toda esta austeridad y los recortes que cínicamente llaman con el eufemismo de
reformas, entran en contradicción con el cuarto jinete, la corrupción. En
España no se contempla en ningún código ético el dimitir ante cualquier atisbo
de inmoralidad de la clase política. Al contrario lo público lo convierten en
privado sin ningún pudor.
¡Qué cosas dice este pensionista resentido, rojo y republicano! Sí, no
solamente lo dice, sino que lo escribe y lo rubrica. Son crímenes contra los
españoles, sí, crímenes de lesa humanidad. Pedro Taracena Gil.
Madrid.
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