La situación derivada del contagio por ébola muestra carencias, ineficiencias y falta de liderazgo. | |||
Foto: José Luis López Rodríguez
Mientras no hay circulación, los planes de prevención de accidentes deben estar patentes, de igual forma que cuando la carretera alcanza su máxima circulación. A esto se le viene denominando seguridad vial y asistencia en carretera.
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Exdiputado
Los principales hechos
negativos no se sitúan en el terreno sanitario, sino en las respuestas de
los gobiernos y la economía.
Durante más de un lustro
ejercí como técnico superior de prevención de riesgos laborales,
coordinador en la elaboración de planes de emergencia y responsable
de las respuestas técnicas y de ingeniería, a dar a los problemas que
detectaban el análisis previo, los ensayos y simulacros programados y,
por último, la praxis diaria, así como los
imprevistos que inevitablemente surgían, a pesar de todos los esfuerzos
y medios puestos sobre la mesa, por la empresa en que prestaba mis servicios
profesionales. Esa experiencia me permite aproximarme al confuso panorama que
una cadena de decisiones, y quizá más aún la ausencia de
otras, nos está abocando.
Como es sabido, incluso a través de
cursillos elementales, la evaluación de los niveles de los riesgos se
valora con dos entradas, una la posibilidad de que algo suceda (baja, media,
alta, muy alta) y dos, las posibles consecuencias (leves, importantes, graves,
muy graves), la respuesta se gradúa en base a esa evaluación, llegando a
paralizar las actividades que alcanzan un cierto nivel, hasta que se corrijan o
aminoren las circunstancias. Parece muy evidente que las autoridades
con competencias en el tema no realizaron una evaluación, específica para España, limitándose, en el
mejor de los casos (también surgen dudas al respecto) a recoger lo que la OMS
ha publicado, lo que también exigiría una adecuada “traducción” a las
circunstancias concretas.
Respecto a los Planes de Emergencia,
exigibles incluso para muchas de las actividades en las que el número de personas
involucradas es elevado, o que existen experiencias de accidentes de cierta
gravedad en centros similares (centrales energéticas, centros comerciales, fábricas, hoteles,
etc.), no basta con poner carteles informativos y dotar de medios (por ejemplo
contra incendios), Lo más importante es que se establece, claramente, quien
es el máximo responsable para tomar decisiones, que una vez se da la alarma
tienen que obedecer incluso los directores, que jerárquicamente están por encima de
él en el organigrama, quien forma parte de los distintos equipos, desde los de
primera intervención, a quienes se les da formación específica.
Para comprobar que las cosas van a
funcionar, y para pasar una información general, que a la vez forma de
manera eficaz, se programan ensayos y simulacros en los que de forma muy
controlada se verifica que es lo que es válido y lo que hay que mejorar.
La evaluación, los planes de
actuación derivados de ella, la elaboración de los Planes de Emergencia, la
formación y los ensayos, cuestan dinero y trabajo, pero cuando llega, que
siempre llega, una situación de dificultad, todo el gasto se
amortiza a la primera.
Pongamos esta elemental descripción sobre los siguientes
hechos: decisión consciente de importar el virus, reducción drástica y paulatina
de la inversión previa en sanidad en general y en los centros de referencia en
particular, dar por buenos los protocolos de actuación preexistentes y
no ensayados, la formación, o no, de los equipos, y lo más importante:
saber quien toma el liderazgo, quienes son los equipos que ya están fijados para
intervenir y quien, y como, informa y simultáneamente forma al conjunto de los
posibles afectados, en este caso todos los españoles, pero en
especial a todas las autoridades y profesionales sanitarios.
Mi experiencia me aporta dos datos:
haciendo las cosas regular conseguimos que centros con centenares de personas.
y con nivel de riesgo relativamente alto, pasaron hasta dos años sin registrar
un solo accidente con baja y todos los ensayos y simulacros terminaron con
incidentes, que demandaron mejoras en los protocolos de actuación y cambio de algún responsable.
Conclusión, a la vista de
lo sucedido, en mi antigua empresa algún director,
consejero ministro/a o presidente, obtendría una mala evaluación anual y sufriría alguna
consecuencia.
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