Apertura del proceso de beatificación de Fraga
Por Pedro Taracena Gil
La figura de Don Manuel Fraga Iribarne, se agranda cada día como uno de los artífices del paso de la dictadura a la democracia, en la España heredada de Franco. Sin embargo, pasada ya la resaca de la poco o nada modélica Transición, son escasos los políticos y menos los medios de comunicación que le colocan en el lugar que le sitúa la Historia con mayúscula. Su actuación política, sin abandonar el despotismo que siempre le acompañó, le acredita y le reconoce, tanto en el régimen del Movimiento Nacional, como en la monarquía parlamentaria. Como un político que luchó por restaurar en España un régimen democrático sin condenar la dictadura franquista de la cual él mismo fue arte y parte. Y esta paradoja es inasumible ante un análisis honrado del acaecer histórico. En el pacto constitucional las víctimas del genocidio franquista quedaron al margen. Los franquistas como Fraga apenas cedieron terreno y la izquierda venida de la pérdida de la Guerra Civil, del exilio o de soportar la dictadura, se arrogó la representación del resto de los vencidos, y éstos quedaron donde estaban sus muertos, en las cunetas, al margen del poder en brazos del olvido. El esperpento político llamado Fraga sólo encuentra coherencia en el seno de la Iglesia y en el nacionalcatolicismo. El ministro de Franco, que era Caudillo de España por la Gracia de Dios, donde encuentra su legítimo reconociendo es en la apertura del proceso de beatificación y canonización. Por la vía de urgencia como su predecesor Josemaría Escrivá de Balaguer. Monseñor lo escribía así, Josemaría. Si bien en el terreno político es fácil su condena por no condenar. En los temas del más allá, por muchos abogados del diablo que se opongan a su beatificación, Don Manuel, saldría exculpado porque ha cosechado al lado de Franco toda clase de méritos, honores y virtudes cristianas. Prestó sus servicios y su complicidad a un régimen dictatorial, confesional y genocida. Su vocación de falangista, de ser de cintura hacia abajo fraile y de cintura hacia arriba guerrero, le hizo militante destacado de la patria nacional y católica que llevó a cabo la Santa Cruzada. Sarcasmo religioso bendecido por la Iglesia, que sin duda le elevará a los altares tan pronto como le postulen.
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