Españoles: Fraga ha muerto
Réquiem por un español
Por Pedro Taracena Gil
Manuel Fraga Iribarne nació en Villalba (Lugo) el 23 de noviembre de 1922. Su brillante biografía está a buen recaudo, a través de sus camaradas del régimen de Franco. Pero mi análisis está hecho desde el otro lado. Es decir, tratando de objetivar su destino si en lugar de una transición consensuada, hubiera habido una ruptura democrática. Donde se cuestionara hasta el mismo sistema monárquico. Ruptura como la hubo en Portugal con la Revolución de los Claveles, o en Grecia con el referéndum que trajo la república. Dicho de otro modo, una respuesta política que no hubiera obviado los crímenes de la dictadura; dejándoles impunes.
El falangista Fraga aportó su saber hacer al gobierno de Franco, en aquella tiranía impuesta por la victoria de una guerra civil, provocada por un golpe de estado cruento, que derrocó el régimen legal y legítimo de la II República Española. El exterminio franquista que los tiranos denominaron Alzamiento Nacional, por la gracia de Dios, se convirtió en la Santa Cruzada. Este otro insigne gallego, escribió como libro de texto una Estructura política de España, que personalmente tuve que estudiar. Allí ensalzaba las bondades del Movimiento Nacional y las glorias imperiales desde la conversión de Recaredo en el año 587. Como titular de Información y Turismo se convirtió en el ministro estrella del Caudillo, y látigo inquisitorial mediante la censura. Más tarde fue embajador en el Reino Unido. En Londres se enamoró del bipartidismo y sin lugar a dudas, aprendió a dar los primeros pasos en democracia.
Muerto el dictador, Fraga como heredero del franquismo, es nombrado Ministro de Gobernación (actual Interior), y demostró que era un genuino franquista; aportando aquellas amenazas de que: “La calle es mía”, en alusión a las muertes ocasionadas por revueltas reclamando libertad y democracia. Se convirtió gracias al milagro de la Transición, no sólo en demócrata de toda la vida, sino en Padre de la Constitución. Fue profeta en su tierra, presiente de Galicia y senador. En todo momento se ha comportado como un converso constitucionalista, aunque fosilizando el texto constitucional. Aunque él mantuvo siempre sus formas despóticas. Fundador de una asociación política en el franquismo tardío, que luego se convertiría en Alianza Popular y por último en Partido Popular, es el partido que le ha aclamado y venerado hasta el fin de sus días. La fidelidad de Fraga a sus principios, genio y figura del franquismo, le ha conducido hasta la sepultura. Ha muerto pensando que la dictadura y la democracia, no solamente eran compatibles, sino que han traído la concordia y la reconciliación entre los españoles. Cuando se presente ante el Dios del Valle de los Caídos, será acogido en el mismo seno que el dictador Franco y el falangista José Antonio. Falange fue la versión española del fascismo, bien visto por la Iglesia. Es la hora del reconocimiento de la Santa Cruzada, del nacionalcatolicismo y del nacionalsindicalismo. Acudirán al sepelio la ingente prole de franquistas. La Iglesia con el mayor boato que permita la resucitada liturgia latina, rendirá culto a uno de sus hijos más insignes. Las instituciones del Estado representadas por los políticos, se someterán al protocolo obligado. Y sus víctimas guardarán silencio al menos en esos días, en los cuales el muerto, siempre era una buena persona. El Rey enviará sus condolencias al Senado, recordando que antes de que el pueblo ratificara la Constitución, Francisco Franco había escritos el destino de ambos. La Historia no puede olvidar que entre los poderes que ostentaba el Caudillo, era el de hacedor de reyes. Y así fue. El infante se convirtió en rey. Mientras el franquista Fraga en ministro, en diputado, en presidente de Galicia y en senador. Sin renunciar y mucho menos condenar la dictadura, legado del generalísimo Franco. Que en paz descanse.
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