Por Pedro Taracena Gil
Pocas loas puedo añadir al contenido de un diario que ha sido capaz de dar una respuesta periodística al español del siglo XXI. Ha venido a cubrir un espacio que estaba vacío desde siempre en la joven democracia española. La pluralidad ideológica de la que goza nuestro Estado de derecho debe reflejarse en la libertad de expresión en los medios de comunicación. El espectro de información que tenemos en España lo forman un conglomerado de medios, unos venidos de la dictadura, demócratas conversos, otros han surgido en el seno de la Constitución de 1978. Todos ellos disputan su independencia, sin aclarar a qué o a quién deben la no dependencia de nada y de nadie. Efectivamente esa independencia es una falacia. Los medios de comunicación disponen de una estructura de poder, con la peyorativa apelación de cuarto poder. La línea editorial del medio se comporta como el cuarto poder del Estado, cuando desea controlar la agenda del Gobierno y exigirle la información que ellos determinan que es la demandada por el ciudadano; buscando la noticia exclusiva y excluyente o el titular más comercialmente impactante. Todo ello con total ausencia de autocrítica. Dos vertientes terminan configurando la independencia de los medios. Su financiación, recursos propios, publicidad y lectores, y la ideología que constituye la esencia de su actividad y objetivo. Estas dos servidumbres entran en conflicto cuando de la independencia se trata. Los directivos deben rendir cuentas a quienes les pagan, y no pueden salirse del guión establecido. Mientras el cuarto poder desarrolla su actividad en la bonanza económica se produce una sincronía perfecta, entre los medios y los partidos políticos afines; formando una polea de transmisión de conveniencia, engrasada por la autocomplacencia y la nula autocrítica. La pluralidad de partidos políticos entronca en la pluralidad de los medios. No es así en relación con la pluralidad de la sociedad. Antes de llegar Público a nuestros quioscos, surgió de forma fugaz Liberación. Los medios de comunicación reflejaban las tendencias comprendidas, desde la extrema derecha al centro. En esa época aún presente la fiebre de los nuevos demócratas antifranquistas, tanto la derecha como la izquierda, se disputaban el centro. Para la derecha suponía su eterno viaje a Ítaca y para la izquierda la imagen de moderación necesaria para no asustar a nadie. Pero las sensibilidades de los ciudadanos despojados a sangre y fuego de la República, perdedores de la Guerra Civil, masacrados durante la dictadura, otros convencidos de que la Constitución no puede dejar impune el genocidio, y un grupo nada despreciable que se plantean legítimamente que la Transición lejos de ser modélica, fue un apaño para que los franquistas se perpetuaran en la democracia. Ese espacio de reivindicación republicana, progresista, de izquierda solidaria y de la Memoria Histórica, fue ocupado por el diario Público. El problema surge cuando la economía entra en crisis y los financieros que dar soporte a las empresas periodísticas, se ven avocadas a solicitar concurso de acreedores (suspensión de pagos). Porque bajan las ventas, la publicidad se retrae y la financiación no llega. Los grupos oligarcas que soportan los medios más conservadores, no renuncian a que su ideario llega cada mañana a los puestos de venta. Si la publicidad y las ventas merman, no dejarán caer al medio porque su objetivo no es informar, sino divulgar su ideología y sacar beneficio de ello. Sin mencionar cabeceras de periódicos, muy pocos dejarán de existir. En estas circunstancias el cuarto poder se manifiesta con su verdadera identidad. En el caso de Público, sólo tiene el soporte auténtico que es la esencia de su existir; cumpliendo las funciones que le otorga la Constitución. Servir al derecho de la información veraz y completa. Cubriendo el arco ideológico que desborda el arco parlamentario mutilado por una ley electoral injusta y nada democrática. Si Público se salva, lejos de ser un milagro, será porque los españoles lo hemos deseado con decisión y ahínco ¡Salvemos a PÚBLICO!
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