EL PALACIO DE CRISTAL
Por Pedro Taracena
Estamos viviendo en España una especie de
Renacimiento cívico, que con la colaboración decisiva de Internet y las Redes
Sociales, estamos plantando cara a la tiranía de los políticos, los
caciques y los medios de comunicación, todos ellos, viles lacayos del
capital: banqueros, financieros, usureros, ladrones y corruptos. Expertos profesionales de la delincuencia más variada. Los
causantes de la crisis en Europa son los mercados financieros y los políticos. Y las víctimas somos los
ciudadanos, que aunque hubiéramos tenido la mala voluntad de provocarla, jamás hubiéramos
podido lograrlo.
En esta crisis que actúa con tintes
claramente criminales, los paganos somos todos aquellos ciudadanos que dependemos
del trabajo por cuenta ajena. Los verdugos conscientes de que lo eran, ha sido y
lo sigue siendo, la nefasta y criminal Troica. En el caso de España, el Gobierno es
el total responsable de no evitar que las plagas de la crisis arrasen, como está sucediendo, el Estado
del Bienestar. Se ha modificado la Constitución de forma legal
pero con apariencia de acción furtiva, de tapadillo, con nocturnidad
y a sabiendas de que esta enmienda era rechazada por el pueblo. Desde entonces
esta reforma constitucional obliga al Reino de España a mantener el
déficit público impuesto por la Unión Europea. El déficit no será superior al 4%
del PIB y la deuda pública no será superior al 60% del mencionado
Producto Interior Bruto. La acción se eleva a la categoría de perversa,
cuando se puede comprobar que esta medida debía tener fuerza
legal en los países firmantes, pero apostilla, “preferiblemente” en las constituciones.
El Gobierno de turno, que ahora sabemos
de la célebre carta que amedrentaba al país y amenazaba con la intervención con el tan
temido rescate, actuó de forma perversa ocultando al pueblo una grave
situación de emergencia nacional. Los dos grandes partidos, de espaladas al
pueblo, eligieron servir a los mercados y acabar con los derechos de los españoles. Las
acciones políticas indicadas por Europa y tomadas como dogma de fe por nuestros
gobernantes, cuyos resultados están a la vista, son acciones que sin
que el leguaje jurídico lo determine, constituyen según el diccionario
de la RAE, crímenes legales en tiempos de paz y democracia. Los políticos han
utilizado su legítima y democrática mayoría absoluta, en
leyes injustas, inmorales y criminales, dejando vacío de contenido la
Constitución y la declaración Universal de los Derechos Humanos. Confundiendo la
mayoría absoluta con el poder absolutista. ¿Cómo denominar al
paro,
al desahucio, a la enfermedad, a la muerte, al desamparo, a la emigración de los jóvenes y al hambre
en la infancia? Todo para calmar el ansia insaciable de riqueza de los mercados
y las empresas. Cuando denunciamos sus crímenes, nos llaman demagogos.
El pueblo como es natural, y dice mucho
en su favor, está contestando en la calle. El Gobierno tiene miedo del
pueblo y endurece la ley para reprimir sus reivindicaciones. Utiliza la falacia
de que su intención está en salvaguardar las instituciones del
Estado. Es público y notorio que el Gobierno está instalado en la mentira sin
intención de cambiar, y que las instituciones que desea proteger están podridas en su
médula central. El pueblo tiene que tener más miedo de las instituciones por
su sordera y corrupción, que las instituciones al asalto del pueblo, que
solamente desea ser escuchado.
En esta última parte del
artículo es mi deseo desempolvar y ajustar algunos términos, para que los
utilicemos en su justo sentido y lo que es más importante obremos en
consecuencia. Es fácil escuchar sobre todo a la derecha: “Están radicalizando
su postura, son unos extremistas”. Yo me confieso como radical, que no extremista.
Porque quiero llegar a la raíz fundamental del problema. Soy
partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático. Si mi
extremismo es rechazar los recortes que provocan crímenes, adoptando
posturas extremas como respuesta al déficit democrático, soy
conscientemente un radical. Esta palabra solo es peyorativa si se le añade el ismo. Otra
palabra que debemos revisar es la insumisión ¿Qué hacer frente a las leyes
manifiestamente impuestas por la Troika contra los derechos de los españoles? ¿Debemos
someternos a la tiranía de las leyes inmorales e injustas que matan,
desahucian, reprimen y multan? Otra palabra es el desacato y la resistencia a
la autoridad, ambos vicios que según el Gobierno, deben ser
respondidos con la docilidad. Y mientras en una manifestación se prohíbe a los
manifestantes ir con el rostro cubierto, los policías no llevan la
placa visible ocultando su identidad y quedando impune sus posibles desmanes.
Además está prohibido que las imágenes execrables de ciertos manifestantes
y ciertos policías den la vuelta al mundo, porque deterioran la Marca
España. Pero como el Gobierno está instalado en la mentira, aún no sabe que la
Marca España ya no cotiza en ningún parqué del mundo.
Fotos: Pedro Taracena
Fotos: Pedro Taracena
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