Por Pedro Taracena Gil
No es la primera vez que el Partido Popular declara que es el verdadero partido de los trabajadores. No obstante que nadie se rasgue las vestiduras. Una inmensa mayoría de votantes españoles son trabajadores por cuenta ajena, y estos trabajadores han otorgado el poder absoluto a las fuerzas conservadoras. Otra cara de la misma moneda, es que los trabajadores hayamos perdido la conciencia de clase. Y no discernamos entre la derecha y la izquierda. Entre el capital y el trabajo. Entre los empresarios y los obreros, que es tanto como decir que metemos en el mismo saco a los explotadores y los explotados. Esta realidad es incoherente sólo en apariencia. Hay que echar marcha atrás en el tiempo, porque no en balde el PP tiene sus raíces en el pasado totalitario y preconstitucional. La contrarreforma emprendida por el Gobierno tiene sus fuentes de inspiración en el nacionalcatolicismo y en el nacionalsindicalismo. Ambos pilares sostuvieron la dictadura del general Franco. La mano de la Iglesia ya se ha notado en la supresión de la Educación para la Ciudadanía, la educación sexual poniendo trabas a la píldora del día después, el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y el recurso sobre los derechos reconocidos en la nueva ley del matrimonio. La derecha añora sin disimulo el sindicato único, que es tanto como decir que quiere prescindir de toda acción sindical. El desprecio que siempre ha dispensado a los sindicatos democráticos y a cualquier sindicalista, se ha hecho patente en infinidad de ocasiones. Esperanza Aguirre es su principal hostigadora. La reforma laboral aplaudida por aquellos que son lobos de su misma camada, dentro y fuera de España, ha sido aprovechada por el PP para despojar a los sindicatos del poder de negociación y entregárselo a los empresarios. Los votantes podemos ver que esta reforma nos perjudica; comprobando el entusiasmo con el que ha sido acogida por la patronal. Pero si el votante de la derecha guarda silencio, es la prueba evidente de que la versión del sindicalismo franquista ha cuajado en la sociedad actual. El tejido laboral del nacionalsindicalismo ha asumido que los sindicatos no sirven para nada. A pesar de que el PP autonómico haya demostrado el poder de sus afiladas tijeras, en el recorte de derechos de los trabajadores, éstos volverán a darle su confianza, esta vez en las próximas elecciones en Andalucía. El Partido Popular no puede disimular las virtudes del franquismo, entre otros aspectos, porque nunca lo condenó. Se mueve muy bien eligiendo a la banca y la patronal como compañeros de viaje. Descalificando y apartando a los sindicatos de la representación y la negociación colectiva. La derecha, la Iglesia y el capital son consustanciales con el franquismo. Aunque Esperanza Aguirre ahora vocee que esta reforma acaba con el marco franquista. En realidad, regresa al franquismo por la puerta grande. Con estas premisas, quién puede negar que el partido de Cospedal sea el partido de los trabajadores.
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