Por Isidoro Gracia Plaza
Exdiputado
En La Rebelión de las Masas sostenía Ortega y Gasset
que el hombre masa solo se esfuerza ante una necesidad extrema y que es ingrato
e insolidario por su propia naturaleza. También constataba en sus artículos que
todos los gobiernos eran dependientes en grado sumo de sus opiniones públicas,
incluso los autoritarios, aunque mucho más los democráticos. El devenir
histórico europeo vino a darle la razón de forma dramática pocos años después,
y ha seguido dándosela en los últimos tiempos.
Por ello conviene recordar, que pese a los muchos y
poco loables esfuerzos de todos los gobiernos europeos, por presentar una
discutible realidad que, según ellos, hace inevitables las medidas de expolio y
explotación de sus ciudadanos, y la práctica sin límites, por los portavoces y
medios de comunicación afines a los especuladores, de convertir, por el método
de la repetición, en verdad aceptada, mentiras y falsedades respecto a los
Sindicatos, en todos los países han sido víctimas, hasta ahora, estas
organizaciones que han canalizado de forma mayoritaria el descontento
ciudadano.
El discurso del actual gobierno español, de rendición
a las circunstancias y a la herencia recibida, en buena parte inventada, a
pesar del desparpajo y el nivel de desvergüenza utilizado en defensa de sus
argumentos, está llevando de forma acelerada a la ciudadanía a un estado de
ánimo de miedo al presente y temor al futuro, cada vez más
difíciles de canalizar por procedimientos “civilizados”. Es por ello que se
explica la masiva, y en general pacífica, participación sobre todo en las
manifestaciones del 29 de marzo de 2012.
Así que harían bien las autoridades españolas, y el
resto de las europeas, primero, en agradecer a los sindicatos sus muy moderadas
reacciones y, segundo, en hacer más caso a las opiniones por ellos canalizadas
de los que aún son ciudadanos conscientes, antes de que esos ciudadanos se
conviertan en masa incontrolable. Cuando al verse desposeídos de lo que
consideraban derechos consolidados, salgan a la superficie la ingratitud e insolidaridad
hacia las organizaciones que les ayudaron a conseguir el estado de bienestar,
será difícil canalizar de forma pacífica y democrática, los esfuerzos que el
hombre masa, en muchos casos verdaderamente en situación de necesidad extrema,
estará dispuesto a realizar. En especial si los solo aparentemente viejos y
solo aparentemente fantasmas, de los nacionalismos y demás “ismos” radicales
son los que toman las cabeceras de los movimientos sociales.
Marzo de 2012
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