17 JULIO 2017
Es
mi voluntad explicar a los jóvenes que nacieron en los años 70, cómo se ha
venido desarrollando la vida de los españoles a través de la Santa Transición. Una
transición de la dictadura criminal a la democracia modélica, sosegada, justa, progresista y constitucional, de la que ahora
gozamos. En una palabra la España de la reconciliación nacional. Voy a utilizar
un símil muy sencillo, una especie de cuento:
“En
la séptima década del siglo pasado, el dueño de España estaba muy satisfecho de
que las cosas en el país empezaban a progresar de forma muy adecuada. Bueno,
como aquellos jóvenes que progresaban adecuadamente en las evaluaciones de la
EGB. Este patriota tuvo la brillante idea de convocar al país a un gran
banquete. Un banquete celebrando una fiesta que durara cuarenta años.
Habíamos logrado que el enfrentamiento fratricida se hubiera borrado de
nuestras mentes, y estos fastos acontecimientos guiaban nuestra amnesia
nacional.
A
este gran banquete nacional acudieron los tres poderes del estado, la clase
política, la casta sacerdotal, los militares, los policías, los nobles, la
clase media formada por los trabajadores, la clase obrera y también los ricos.
Por supuesto para dar testimonio fehaciente de la armonía social estaban los
medios de comunicación, prensa, radio y televisión. La gente veneraba su
propiedad privada, beneficios obtenidos con la Transición y los empresarios y
financieros adoraban al Becerro de Oro, que brillaba más que nunca. Pero
de repente los comensales del banquete, escucharon algarabías en el exterior
del recinto donde hasta entonces había reinado la paz, el sosiego y la
hermandad. Eran gentes que no habían asistido al banquete nacional. Personas
de todas las edades pero sobre todo jóvenes. Los comensales se tranquilizaban
los unos a los otros. Pero se preguntaban el porqué de ese alboroto, que cada
vez era más insistente en calles y plazas, de no pocas ciudades del Reino. Qué
hacer. Cómo actuar… Los asistentes al gran banquete, comenzaron a buscar
razones de ese griterío… ¿Qué desean? ¡Si lo tienen todo…! Los más sagaces se
dieron cuenta que ya llevaban cuarenta años de albricias y festejos y que
los alborotadores, unos parias, no habían sido invitados al banquete.
En
el interior del recinto estos comportamientos del exterior comenzaban a influir
en el ánimo de los que ya estaban ahítos de fiesta y de alegría. El anfitrión,
dueño del dinero no encontraba explicable estas quejas, pero tuvo que buscar
ayuda a otros mercaderes para abordar la falta de víveres en las despensas
medio vacías del banquete. Empezaron a reconocer que se habían olvidado de
demasiada gente para que participara en este convite nacional. Las puertas del
banquete comenzaron a entornarse para contemplar mejor lo que allí fuera
sucedía. Los comensales encerrados después de cuatro décadas, reconocieron
que quienes estaban en el exterior eran sus hijos y sus nietos. También a
colegas de profesión y compañeros de trabajo. Se extrañaban que hubieran estado
durante tanto tiempo sin oírles ni verles. El capo del banquete dio instrucciones
para que todo siguiera como hasta entonces. Allí, no había pasado nada, la paz,
el orden y el sosiego eran la mejor garantía. En el fondo eran unos
desarrapados, jaraneros y alborotadores. Algunas voces hablaban de desalójales
de los lugares públicos porque alteraban el buen funcionamiento del turismo.
Después de algunos meses, decidieron que, quizás, lo mejor sería que entraran
al banquete. Y así se hizo en un gesto de magnificencia. Cuando entraron los
parias que habían estado en la calle, apenas se podían entender con los
comensales oficiales del banquete. Hablaban otro idioma, otra jerga. La
organización, la información y la comunicación no eran las mismas. Utilizaban
móviles para comunicarse al instante. Tenían redes sociales en Internet que
eran un auténtico escaparate al mundo. Apenas compartían valores sociales,
políticos y económicos con los que llevaban cuatro décadas aislados en otro
mundo. El mundo del banquete. Estaban muy bien formados: profesores,
universitarios, científicos, jueces, militares, economistas, estudiantes y
trabajadores de todas las edades. Los comensales del banquete seguían en su
mundo feliz. A los nuevos comensales jamás les respetaron y siempre les
despreciaron, desprestigiaron y calumniaron.
Cuando
el oligarca les permitió la entrada al banquete, la fiesta iba de capa caída.
Aunque se conservaba aún las formas y el ritual de un banquete de antaño. Los
advenedizos no renunciaron a volcar sobre la fiesta ya decadente su nuevo
estilo: ropa, expresiones, sencillez y sobre todo denunciando deficiencias,
injusticias y miserias que la casta venían ocultando. Hubo un auténtico choque
generacional. Los vetustos personajes del sistema, situados en los lugares
preferentes del banquete, tuvieron que oír la verdad de los recién
llegados, que nunca habían deseado decir ni escuchar”.
Esta
es la España imaginaria de nuestro cuento, nos viene a recordar dos
consideraciones esenciales para alcanzar la reconciliación pendiente de aquel
enfrentamiento criminal y fratricida de la Guerra Civil, provocada por un
genocidio planificado antes del 18 de julio de 1936. Y sobre todo la mentira
alcanza mayor intensidad cuando se denigra la Memoria Histórica, apostillando
que no hay que abrir heridas, tampoco dividir y romper España:
Según
mantenía Václav Havel en su libro El poder de los sin poder, la crisis de identidad y la crisis moral de la sociedad, ambas
crisis se plantean entre los que están en el banquete y los que no han sido
invitados. La rebelión por la verdad es un acto profundamente moral, por
los perjuicios que acarrea, y sobre todo por su carácter disfuncional para la
vida. La vida en la verdad se convierte, por ello, en el único fenómeno
político con tintes transformadores. Y España lleva demasiados lustros viviendo
en la mentira apuntalada de embustes. Esta sería la primera consideración.
Y la segunda estaría basada en aquella expresión que: “de aquellos
polvos estos lodos”. Y volvemos a denunciar la mentira de la reconciliación:
Es mentira que fuera un Alzamiento Nacional, es verdad que fue un
golpe de estado militar cruento.
Es mentira que tuviera lugar una Cruzada de Liberación Nacional,
es verdad que fue una Guerra Civil provocada por la resistencia a un genocidio.
Es mentira que el Movimiento Nacional fundara una democracia
orgánica. No, después de la victoria Franco impuso una dictadura criminal.
La Transición lejos de condenar el franquismo, acordó la más
vergonzosa de las perversiones. Dejó un genocidio impune en el corazón de la
Unión Europea, en los siglos XX y XXI. A través de una injusta Ley de Amnistía. La España democrática alimentó su propia
mentira.
La España del siglo XXI está anclada en su mentira histórica y en
la mentira cotidiana de la clase política ahíta de corrupción.
¿Cómo vamos a alcanzar la verdad si estamos anclados en la
corrupción y en la mentira?
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