Todo este programa reformador de gran
calado no puede ponerse en marcha sin mentir
Desde que los ministros de Rajoy, en especial Montoro y Ana Mato,
decidieron explicar didácticamente los porqués de la demolición del Estado,
entendemos las cosas mucho mejor. He aquí un resumen, claro como el agua, de
sus argumentos: Se pone precio a la sanidad para que continúe siendo gratuita y
se expulsa de ella a determinados colectivos para que siga siendo universal. Se
liquidan las leyes laborales para salvaguardar los derechos de los trabajadores
y se penaliza al jubilado y al enfermo para proteger a los colectivos más
vulnerables. En cuanto a la educación, ponemos las tasas universitarias por las
nubes para defender la igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización
para que continúe siendo pública. No es todo, ya que al objeto de mantener el
orden público amnistiamos a los delincuentes grandes, ofrecemos salidas
fiscales a los defraudadores ambiciosos y metemos cuatro años en la cárcel al
que rompa una farola. Todo este programa reformador de gran calado no puede
ponerse en marcha sin mentir, de modo que mentimos, sí, pero al modo de los
novelistas: para que la verdad resplandezca. Dentro de esta lógica implacable,
huimos de los periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin
turno de preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena
voluntad pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas y de
la luz a fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin rechistar a
Merkel para no perder soberanía. A no tardar mucho, quizá dispongamos que los aviones
salgan con más retraso para que lleguen puntuales. Convencidos de que el
derecho a la información es sagrado en toda democracia que se precie, vamos a
tomar RTVE al asalto para mantener la pluralidad informativa. A nadie extrañe
que para garantizar la libertad, tengamos que suprimir las libertades.