Páginas

viernes, 9 de agosto de 2013

LOS TRES PACTOS

Por Pedro Taracena Gil

En 1975 el dictador Franco destruyo en 1936 el estado de derecho, hizo   desaparecer la República legítimamente construida, sumió España en un enfrentamiento fratricida e implantó como botín de guerra una sangrienta dictadura.

Cuando el deseado óbito por unos y llorado por otros se produjo, comenzó un inevitable cambio en la historia de los españoles. Los franquistas habían sido protagonistas durante demasiados años de un régimen despótico y tiránico y no estaban dispuestos a entregar la más mínima parcela de poder a los que consideraban los hermanos bastardos. La palabra hermanos es de mi cosecha personal. Los vencidos fueron sus víctimas y nunca les llamaron hermanos: Fueron rojos, comunistas, masones, judíos, ateos y un sinfín de epítetos. Aunque con esos insultos estaban nominando a intelectuales, científicos, maestros, escritores, poetas, demócratas  y también algún clérigo republicano. Por supuesto de ambos sexos.



Con Los Pactos de la Moncloa de 1977 consiguieron reconducir la economía entre los incipientes sindicatos, los partidos políticos legalizados y el Gobierno, firmando unos acuerdos pragmáticos al margen de ideologías políticas largos años enfrentadas Fue un éxito constatado y asumido por todos. Se constituyó en piedra angular de nuestra incipiente democracia. Pero en el campo político quedaba todo por hacer. Había que homologar una dictadura que duraba cuatro décadas, con una democracia moderna. Una democracia acorde con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, establecida en 1948 por la Organización de Naciones Unidas.



Después de un intento de perpetuar el franquismo incólume y seguir gobernando con los Principios de Movimiento Nacional, fracasó el primero gobierno de la monarquía, y fue el segundo intento quien llevó a las cortes franquistas a aceptar una reforma que les obligaba al suicidio político, que no a la desaparición del franquismo en sus vertientes: Nacionalcatolicismo y nacionalsindicalismo. La Ley de Reforma Política estableció la creación de dos cámaras, Congreso y Senado, donde los diputados elegirían al futuro Gobierno. Sólo en apariencia se había conseguido volver al Estado de Derecho. La separación de poderes seguía siendo una quimera, aunque los políticos franquistas que propiciaron esta reforma, pretendían decididamente seguir gobernando bajo la  sombra de los Principios del Movimiento Nacional y Las Leyes Fundamentales. Es decir con la herencia de la estructura franquista, sin el más mínimo atisbo democrático. 





Esta reforma fue el primer intento de llegar a un acuerdo para sacar a España del ostracismo político mundial… Pero no fue posible porque la presión de los partidos que abandonaron la clandestinidad y los venidos del exilio, provocaron un periodo constituyente inevitablemente. Así se consensuó La Constitución Española de 1978. Sería el segundo gran pacto, donde se acuñó la palabra consenso. Es decir, acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos. La Carta Magna fue un hito histórico que reinstauró el Estado de Derecho, quebrado por Franco al masacrar a la República España.




Pero falta por considerar el tercer pacto, consensuado pero no ratificado por escrito, implícito sin ninguna explicación que lo justificara. Este pacto no es otro que el Pacto de la Transición. Es decir, evolución y transito de la dictadura a la democracia sin pedir cuentas del pasado. El franquismo con sus crímenes y la Memoria Histórica de la represión quedaban en el olvido. El pacto constitucional con sus omisiones escritas de condena al régimen franquista, amordazaba in eternum a ciudadanos que fueron víctimas o resistentes al déspota. Todo ello en aras de que lo que sucedió en España fue una transición y no una ruptura. Con este subterfugio quedó impune un genocidio en aras de evitar una involución, que tampoco se evitó en 1981. Este pacto tan alabado por propios y extraños  es el origen de que los franquistas sigan como si Franco no hubiera muerto. El régimen franquista es una etapa de la historia que hay que olvidar, aunque la reconciliación entres los españoles siga pendiente y la alianza trono altar y el maridaje Iglesia Estado gocen de buena salud. Ha sido tan fuerte la presencia franquista en la vida política de España, que a pesar de que los avances en derechos constitucionales han sido patentes, siempre que los franquistas han tenido la oportunidad, han hecho prevalecer la ideología de su fundador. En estos días los franquistas se nutren de la nodriza FAES, una única forma de pensar España, y la oposición mayoritaria sigue amordazada por el consenso de la Santa Transición. Agravado todo por la corrupción que no respeta ni a unos ni a otros. De los tres acuerdos, a pesar de que es el pacto constitucional el que trajo el Estado de Derecho, es el que menos se cumple. Basta con leer la Constitución Española de 1978 para salir de dudas.

Fotos de Pedro Taracena Gil

No hay comentarios:

Publicar un comentario