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viernes, 7 de febrero de 2014

A CADA CERDO LE LLEGA SU SAN MARTÍN Y TAMBIÉN HAY HORCA PARA EL VERDUGO

Por Pedro Taracena




Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional. Yo creo más en los jueces que en la justica. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes. 

Vivimos tiempos de prerrevolución o preparatorios de cualquier explosión social  pacífica, sin descartar posibles tintes violentos. Los bandos contendientes están bien definidos por mucho que el poder y sus adláteres, lacayos y esbirros, traten de sembrar desde sus trincheras la mentira por doquier. El frente de los tiranos y caudillos salvadores lo constituyen: el Gobierno, la Iglesia, la Patronal, los Bancos, los Mercados, la Unión Europea y los Medios de Comunicación. La vanguardia está pertrechada con los tertulianos afines, muy bien remunerados por su fidelidad a los caciques.



Las instituciones del Estado incluyendo los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, están impregnados de corrupción o de fundamentos franquistas o neofranquistas, si queremos ser más precisos. Los partidos políticos y sindicatos han perdido toda su legitimidad de representar a los ciudadanos. Sus perversas conductas de latrocinio y mentira, nos han llevado a coronar la pirámide de golfos de Europa. Es evidente que los políticos corruptos han sido votados por ciudadanos que no les ha interesado discernir entre el honrado y el delincuente. Este estado de cosas justificaría una declaración de estado de emergencia nacional y tomar medidas drásticas a favor del pueblo, aunque hubiera que romper con los tiranos, que para ellos no existe la crisis, más aún, han sacado ganancia de ella. No obstante si observamos los acontecimientos y sobre todo los logros de las mareas en la calle, es preciso sacar algunas conclusiones:




El otro bando enfrentado a los usureros, ladrones y fanáticos es el pueblo llano: trabajadores, autónomos, estudiantes, desahuciados, pensionistas, dependientes, científicos, inmigrantes y emigrantes, profesionales de la Educación Pública y la Salud Pública. Toda la sociedad es víctima de unos pocos que hasta ahora se han protegido mutuamente. A pesar de esta guerra larvada, y por ahora no declarada, está la actitud chulesca, provocativa, insultante, déspota y tirana del Gobierno de España. Gestiona la mayoría absoluta como un poder absolutista; ignorando que después de dos años de desgobierno y de desarticular el Estado del Bienestar, está convencido de que conserva el mismo apoyo que obtuvo el 20 de noviembre de 2011. Después de haber incumplido su compromiso electoral, salvo en lo que supone contentar a la Iglesia, al capital y a los neofranquistas, solamente piensa en la seguridad y en defenderse del pueblo. El pueblo es su enemigo.



¿Dónde está la esperanza? Pues es evidente, como se ha constatado hasta ahora, que la confianza está en los jueces. Con una salvedad, jueces ajenos a la contaminación franquista o neofranquista. Libres de la nefasta influencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Los jueces son los que “pueden escribir recto sobre las líneas torcidas” de las leyes del Partido Popular: desahucios, despidos, privatizaciones, violencia de la policía, represión, corrupción, banqueros, políticos y empresarios ladrones, y del abuso de poder de las administraciones públicas. Está claro que el pueblo no puede esperar nada de “los defensores del pueblo” y mucho menos del Fiscal General del Estado.

Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional. Yo creo más en los jueces que en la justicia. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes. Dos refranes ilustran esta batalla que alimenta nuestra victoria: “A cada cerdo le llega su San Martín” y “También hay horca para el verdugo”






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