Páginas

jueves, 8 de enero de 2015

EL SENTIDO DEL HUMOR


Por Pedro Taracena Gil



“El hombre es un animal que ríe”. Son tantos personajes de la historia los que han abundando en variaciones sobre este tema, que no me atrevo a citar a nadie. De esta definición se desprende que la sonrisa en el ser humano, es factor que el sabio griego encontró como diferenciador. Más que el hecho biológico de reír, es más importante, aquello que lo provoca y sobre todo las prestaciones que obtenemos con la risa. El humor puede ser considerado como la expresión más genuina del hombre. El humor pone en positivo esta aptitud humana y la actitud ante las experiencias de la vida. El humor sería como conservar la niñez, aquello original, lo virgen, el paradigma integral y positivo del ser humano. Si el humor permaneciera y no nos abandonara, seguiríamos creciendo progresivamente en positivo. El comportamiento que se desarrolla a través de la vida, sin sentido del humor, provoca un crecimiento incompleto de sus cualidades. El sentido del humor en el nivel más primitivo, me atrevo a pensar que es congénito en el ser humano. La cultura y la sociedad pueden desarrollarlo, cultivarlo o ahogarlo... En la trayectoria humana, el humor colabora en la vida privada y social. La ausencia del sentido del humor, como la ausencia de cualquier otro sentido, es una carencia... El ser humano crece despojándose poco a poco del humor del niño, en la medida que la madurez trae de la mano al adolescente, al adulto y por último al longevo. Y sin darnos cuenta, el humor va quedando sustituido por cualidades o sentidos más serios, sensatos o responsables. 





No debería haber humoristas, solo in extremis... Cada humano tendría que ser un humorista, igual que somos habladores, oidores, degustadores... Los bufones de la corte, quizás también, sustituían en cierta medida las carencias de humor de los monarcas. Los humoristas son terapeutas que cubren nuestras limitaciones. Nuestras carencias. Los griegos crearon la tragedia y la comedia y las concibieron separadas. Pero en los procesos vitales esta división no se produce así. En la vida ni es todo trágico ni tampoco los episodios del hombre son todos cómicos. Sin embrago, el sentido del humor es más integrador. En no pocos diálogos de Don Quijote y Sancho se encuentran procesos vitales reales pero desarrollados de forma íntegra, es decir, narrados también con sentido del humor, aunque el contexto no sea cómico. Los géneros literarios no deberían ser sólo escritos producto de la imaginación, sino que la sátira, la ironía, el humor en suma, tendría que estar presente en los desarrollos de nuestros procesos vitales. Cualidades como el reír, el llorar, la tristeza o la alegría, así como la seriedad, la formalidad, deberían ser la expresión espontánea en el desarrollo del ser humano sin que hubiera que cultivar y mutilar o anular las otras. Todas participan en el proceso vital, no solamente personal, sino también colectivo. Cuando el ser humano alcance vivir con el sentido del humor desarrollado como el resto de los sentidos, la colectividad también habrá alcanzado la madurez, la recuperación de las carencias. Cuando la democracia daba los primeros pasos, el parlamento andaluz, suspendió una sesión plenaria porque un ataque de risa contagió de tal manera a los diputados que impidió proseguir su actividad. Hubiera sido interesante analizar cómo se sentían sus señorías después de que el presidente suspendió la sesión durante unos minutos. Porque la risa contagiosa, es cierto que sirvió de terapia liberadora de tensiones negativas... Los diputados se comportaron como los niños, que nunca debieron dejar de ser. 





Seguimos teniendo a través de los siglos una tendencia sostenida de no cultivar el sentido del humor. Sólo algunos lo poseen y cultivan. Es verdad que éstos son los más pragmáticos y más felices. Porque el sentido del humor es el camino que conduce al desarrollo del proceso vital de conformidad con uno mismo. El ser humano no debiera abandonar ninguna cualidad derivada de la utilización de todos los sentidos desde la niñez; conservando y desarrollando cuando convengan estas cualidades para la mejor relación entre los hombres. Sólo se justifica marginar el sentido del humor, cuando la carencia de éste entre otros aspectos carenciales, hayan provocado males mayores. Como agresiones al otro, las guerras, los conflictos sociales. Y esto a modo de paréntesis para analizar las causas y consecuencias de estas carencias en los procesos vitales. Si la humanidad hubiera cultivado esta facultad, no llegaríamos a situaciones reducidas casi a lo absurdo. Necesitamos que nos hagan reír con chistes o viñetas, con escenas que nos devuelvan la alegría, al menos por unos momentos. ¿Por qué hemos perdido la cualidad de percibir este humor cuando nosotros mismos somos los protagonistas de estas historias? ¡Nos hemos mutilado este sentido del humor! Sin sentido del humor apenas somos nada en positivo, todo es desolación... Los humoristas nos recuerdan nuestras carencias por no haber cultivado el sentido del humor. Por habernos dotado de una seriedad, una responsabilidad y una madurez que han dramatizado en suma nuestra vida. La inteligencia la hemos utilizado para cultivar campos serios y responsables pero no la hemos permitido trotar con la misma libertad por las áreas del humor, de la ironía, de la sátira, del desenfado, de la alegría, en una palabra, de lo integrador y positivo que tiene el ser humano. No obstante, no todo lo que hoy se comercializa como humor vendido por humoristas, está dotado de inteligencia, buen gusto y estética. Tampoco el desenfado desidioso, ofensivo y de conductas no solamente mal educadas, sino delictivas. El fenómeno de los espectáculos llamados basura, es nocivo para la sociedad y nada tienen que ver con el valor positivo del humor. 




Podríamos comparar al sentido del humor, como un círculo cromático, los siete colores del arco iris que giran delante de nuestro sol, del sol de cada persona. Este girar permanente a lo largo de nuestros días, los colores cambian porque el sol del amanecer es diferente al sol del ocaso. De este espectro emana nuestra jovialidad y nos hace hombres de buen humor. Nos proporciona una buena disposición para abordar cualquier hecho. Nos convierte en humoristas que con formas graciosas o irónicas nos permite enjuiciar los aspectos de la vida. Con la influencia de este espectro, los hombres se ven inmersos en un estado afectivo que se mantiene en el tiempo. Una alegría completa nos provoca estar de buen humor. Nos hace luchar contra el mal humor, contra la aversión a la alegría. Este círculo cromático nos trasmite energía positiva para vencer la ausencia del humor. Es decir, para no estar de humor de mil diablos. Para no estar de mal humor. Para derramar para siempre el humor de perros. Para no perturbar la paz, removiendo humores.





Y por último, la descomposición de la energía positiva al atravesar las potencias del humor, nos proporciona el seguir a una persona el humor, que es tanto como decir que el sentido del humor toma parte de la comunicación entre los hombres, como otro sentido más. Este círculo de energía se ve frenado en su girar y como consecuencia, se frena el desarrollo vital del humor. Es decir, que el niño que llevamos dentro, a medida que va creciendo, se entretiene en jugar con otros juegos más serios y pierde energía para hacer girara su arco iris. De esta forma observamos que hay adultos que sólo mantienen un humor negro o gris o sólo verde... A partir de aquí es fácil adivinar los estados carenciales en el humor de ciertos programas de televisión, que apenas nos provocan un gesto agrio. Soy partidario de cámaras ocultas asaltando al viandante de forma inteligente y con gran sentido del humor. Menos comedias de escaso buen gusto. Menos humor irrespetuoso con la dignidad human. Menos novatadas y por el contrario, más chistes inteligentes, más bromas cariñosas, más días 28 de diciembre sin petardos, más sesiones parlamentarias suspendidas por la risa. Estamos tan mal educados que nos sentimos más cómodos y tenemos más facultad para comunicar la tristeza que para celebrar la alegría. Es más sencillo crear un ambiente pesimista y hacernos las víctimas para que los demás nos quieran o nos reconozcan. Sin embargo, qué difícil es transmitir aspectos positivos de nuestro proceso vital y más aún crear un ambiente de humor, dicho de otro modo, comunicarse con sentido del humor.




Cuando a las secuencias de nuestro proceso vital se le arrebata el sentido del humor, no pocas vivencias quedan limitadas, anuladas... Si a la sexualidad se le priva de la facultad humana del gozo y del placer compartido, de lo positivo, de lo agradable, de lo jovial, del sentido del humor y por el contrario, se dramatiza y se la somete a la única finalidad de procreación, entonces aquí tenemos un proceso vital castrado, incompleto, carente... Porque la imposición de lo que se debe o no se debe hacer, ha ahogado el sentido del humor que surgía como un sentido corporal más. La orientación estoica de la vida es enemiga del humor. La tradición judeo-cristiana heredera de alguna forma de las doctrinas estoicas, niegan el placer y el gozo y como consecuencia niegan la facultad del humor. Quizás esta pequeña aportación mía sobre el sentido del humor, sea en sí misma, una pretensión... Y demuestra mi propia carencia del sentido del humor porque mi círculo cromático está girando muy lentamente. Demasiado freno a los aspectos aparentemente más importantes. Al final descubro que la pretensión de este comentario no es una pequeña aportación al sentido del humor, sino que supone la gran osadía de probar mi sentido del humor, pretendiendo que el lector evalúe el suyo propio.



Texto publicado en Madrid el 14 de enero de 2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario