TÍTULO II
De la Corona
Artículo 56
1. El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona.
3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65, 2.
REFLEXIONANDO EN VOZ ALTA SOBRE LA DECENCIA DEL REY EMÉRITO
Publicado el 24 de agosto de 2017
Revisado el 16 de junio de 2019
Por Pedro Taracena Gil
Sí, ya lo sé que es una falta de respeto insinuar
que Juan Carlos I no tuviera decencia. El artífice del paso de la dictadura a
la democracia, es considerado por muchos españoles como el salvador de la
Patria, instaurador de la modélica Transición y, sobre todo, un héroe nacional
después del 23-F. No obstante, sus orígenes no fueron muy honorables. El primer
Gobierno de Su Majestad, con los escombros y desperdicios del franquismo, se
ocupó de cumplir la voluntad del que fue Caudillo de España por la Gracia de
Dios. Es decir, instauró la monarquía en la persona de uno de los miembros de
la Casa de Borbón, designación que el difunto general golpista y sanguinario,
dejó atado y bien atado. Sería ingenuo pensar que el general Franco es el
invicto generalísimo “hacedor de reyes”. Fue el capital March y la Oligarquía
que aún tiene el poder en España, quien tuvo como misión derribar la República
para implantar la monarquía, producto de un genocidio.
Juan March
Juan March
Es verdad que la persona del Rey es inviolable y
no está sujeta a responsabilidad, según dice el artículo 56 de la Constitución.
Y se han encargado los lacayos y aduladores para que, no solamente queden
refrendados los actos oficiales inherentes a su alta dignidad, sino que se han
valido de subterfugios legales para que la inviolabilidad acoja a las fechorías
que pudiera cometer a título personal. Todos los españoles somos conocedores de
cómo el Parlamento blindó toda posibilidad para que no se le pudiera llevar
ante la Justicia bajo ningún concepto.
La figura del Rey encarna dos instituciones: la
Jefatura del Estado y la Corona. El Jefe de Estado es el Rey, pero la
institución monárquica va más lejos. La Corona acoge en su seno a la Familia
Real. Es decir, los monarcas reinantes y sus descendientes, poseedores de los
derechos dinásticos. Tanto hijos como hermanos del Rey. La institución
monárquica es anacrónica y en el caso español lo es mucho más. Porque la lógica
del último tercio del siglo XX, aconsejaba una evolución hacia un régimen
republicano; careciendo de méritos para su instauración, la propia familia de
los Borbones. Dicha familia apoyó el golpe que derribó la República, y como
premio el general Franco, prometió el Trono de España al nieto de Alfonso XIII,
precisamente destronado por la República, legítima y legalmente democrática.
Para completar la dignidad y el rango de un Rey, es preciso llegar a los
orígenes de la monarquía. En España sucedió con la conversión de Recaredo,
nuestro primer rey católico. El poder del Rey es de origen divino. Es fácil
encontrar la alianza Trono Altar en todos los reinos cristianos. En España sin
disimulo esta alianza está vigente por tradición del nacionalcatolicismo. Mucho
más evidente se contempla en el maridaje Iglesia Estado.
Por tanto, en la monarquía española, el Rey no es
un ente aislado del resto de su familia. La Reina consorte y sus hijos, el
Príncipe o Princesa de Asturias y las infantas, constituyen la Familia Real
como institución. Todos y cada uno de los miembros están obligados a llevar una
conducta ética y moral ejemplares. Juan Carlos I si únicamente hubiere sido
jefe del Estado, su conducta personal como ciudadano, cónyuge o padre, no
tendría relevancia, pero al ser miembro de una familia que es consustancial a
la Corona, la más alta institución del Estado, sus fechorías y escarceos
amorosos no pasan desapercibidos ante el pueblo. Amén de frecuentar amistades
poco ejemplarizantes y viajes por los cuales tuvo que pedir públicamente
disculpas. Los devaneos de Juan Carlos I, han sido silenciados por una corte de
aduladores y caciques rancios y trasnochados. La perversa y farisea Transición
ha traído consigo la impunidad del genocidio franquista, cuya amnistía sumió al
pueblo en una amnesia histórica. El bipartidismo, las derechas nacionalistas y
la prensa, auténtica impostora del periodismo, han silenciado la conducta de un
Rey que hacía honor a sus predecesores en el Trono de España. El Rey disfruta
de una inviolabilidad absoluta. Aunque algunos de los miembros de su familia,
sí hayan rendido cuentas ante la justicia. El telón de La Gran Farsa de
la Transición, está próximo a su fin. En una República el presidente está
sometido al imperio de la Ley a nivel personal. Sus circunstancias familiares o
amicales nada tienen que ver con la Jefatura del Estado.
Los políticos que hicieron la Transición son
cómplices de que el Rey de España pueda llegar a ser un indecente… Y que nadie
se engañe, la reconciliación de las dos Españas es una mentira, apuntalada por
embustes. Nunca hubo voluntad de que la Historia la cuenten, también, los
vencidos… Las víctimas… Los reos inocentes… Los hijos y nietos de los
asesinados por el franquismo…
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