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domingo, 7 de enero de 2024

 

La huella de Miguel Hernández en Madrid

El poeta oriolano visitó en 16 ocasiones la ciudad, donde conoció a Aleixandre, Neruda y Lorca, entre otros

Cristina Martínez

05·12·16 | 22:27

 


La huella de Miguel Hernández en Madrid

 

«Venerado poeta: Soñador, como tantos otros, quiero ir a Madrid. (...) ¿Podrá usted, dulcísimo Juan Ramón, ¿recibirme en su casa y leer lo que le lleve? ¿Podría enviarme unas letras diciéndome lo que crea mejor? Hágalo por este pastor un poquito poeta, que se lo agradeceré eternamente». Esta carta la escribía Miguel Hernández en noviembre de 1931 a Juan Ramón Jiménez antes de emprender el que fue su primer viaje a Madrid. El poeta oriolano no obtuvo respuesta, pero su empeño en probar suerte literaria en la capital fue mayor que la oposición de su padre. Ramón Sijé y su madre «sufragaron» el billete de tren y la estancia. Fue el 2 de diciembre de 1931. Miguel llegaba a la estación de Atocha con su maleta de cuero llena de manuscritos. Vio el hotel Mediodía, el Ministerio de Fomento (ahora de Agricultura), el edificio del actual Museo Reina Sofía.

Este fue el primero de las 16 estancias que el poeta pasó en Madrid, una de las ciudades que más influyeron en su vida tanto personal como literaria. Esa primera vez no tuvo suerte. Le recibió en su casa el pintor también oriolano Francisco de Die, que después le llevó hasta una pensión en la Costanilla de los Ángeles. Pasó mes y medio, el dinero se acabó y Miguel volvió. Pero no fue fácil. Había pedido a un amigo que le dejara el salvoconducto para poder viajar más barato en tren, pero en Ocaña la Guardia Civil descubrió el engaño y le metió en la cárcel. Allí estuvo una semana, la primera de las varias que estuvo entre rejas. Aunque el aún no lo sabía.

 

A su vuelta a Orihuela trabajó de mecanógrafo en una notaría, ahorró y de vuelta a Madrid, donde consiguió una entrevista en la revista Etampa para que publicase sus poemas. Ahí empezó todo. Miguel comenzó a dejarse ver en algunas de las tertulias literarias más importantes del momento. En la cervecería de Correos y en el café Lion, ambos en la calle Alcalá y ahora convertidos en otros establecimientos diferentes. En el primero coincidía con Lorca, Bergamín, Manuel Altolaguirre y también con Vicente Aleixandre y Pablo Neruda. En el segundo, con Cossío, Eduardo Ugarte o Luis Lacasa, con la curiosidad de que en el sótano de esa cafetería se celebraba también la tertulia La Ballena Alegre, que reunía a José Antonio Primo de Rivera con la cúpula falangista.

«Lo que más valoró y lo que más ayudó a Miguel en Madrid fue su amistad con Aleixandre Neruda; les visitó numerosas veces en sus casas y ellos le introdujeron en las tertulias, le ayudaron a pulir su obra poética y gracias a ellos fue reconocido como poeta». Lo dice Francisco Esteve, director de la cátedra Miguel Hernández de la UMH y autor de El Madrid de Miguel Hernández, libro que hace un recorrido por los lugares más destacados en la vida del poeta en la capital, con un total de 36 hitos en toda la ciudad que son visitables, gracias a la edición de un mapa con el recorrido. 

Importante fue igualmente en su vida la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascista para la Defensa de la Cultura, presidida por José Bergamín, instalada en un palacete requisado por la República y ahora dependencias de Justicia. Allí tuvo alojamiento Miguel Hernández cuando volvía del frente, entre los años 36 y 37, después de haberse alojado en diferentes pensiones de la ciudad. En ese edificio también estaba la sede de la revista El Mono Azul, dirigida por Rafael Alberti. Esteve recuerda una anécdota ocurrida cuando al regresar del frente el poeta, «sucio y manchado con sangre de sus amigos muertos», se encontró con que se estaba preparando un baile de disfraces. «Miguel se enfadó tanto que le dijo a la mujer de Alberti, Teresa de León: Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta. Ella le dio un sonoro bofetón. Tuvo que intervenir Rafael Alberti...».

Otro espacio destacado en la vida de Miguel fue la prisión de Torrijos, en la actual calle Conde de Peñalver, instalada en lo que había sido un edifico dedicado al cuidado de ancianos. Cuatro meses pasó confinado en esa cárcel en 1939. «Allí compuso Miguel Las nanas de la cebolla después de recibir una carta de Josefina en la que le decía que no tenían para comer y también allí coincidió con Buero Vallejo que le hizo el famoso retrato». Otra prisión que «visitó» en la capital fue la de Conde de Toreno. 

En Madrid fue también donde escribió El rayo que no cesa -la imprenta donde se llevó al papel era de Altolaguirre y estaba en la calle Viriato-y gran parte de sus poemarios Viento del pueblo, El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias.

«La ciudad de Madrid fue fundamental en su vida personal y literaria», afirma Francisco Esteve. Tanto que Miguel Hernández escribió: «Eres mi casa Madrid, mi existencia».

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