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sábado, 22 de marzo de 2014

LAS MARCHAS DE LA DIGNIDAD


Por Hipólito del Infantado

Foto: Internet. Rafael Sanz Lobato

Cada paso que dan Rajoy y el Partido Popular, se alejan más de la democracia y se acercan a su estado natural que es la dictadura. En este baile danzan al mismo compás: la casi totalidad de los medios de comunicación, la Iglesia y las organizaciones religiosas encabezadas por el Opus Dei, los empresarios liderados por el IBEX 35 y los caciques del siglo XIX con vocación de perpetuarse en la historia. La clase política en general ha cometido demasiados errores, sobre todo aquellos que han tenido en sus manos alguna cota de poder, motivo sobrado por el cual la sociedad les da la espalda y no esperan nada de ellos. El pueblo vaga a la deriva como ovejas sin pastor al margen de aprisco.
Los legítimos herederos del franquismo no disimulan ni un ápice, que están muy orgullosos de su filiación a la dictadura. Hasta hace dos años han guardado las formas pero ahora los hechos constatan que el franquismo goza de buena salud y tenemos un gobierno dictatorial sin Franco y encubierto bajo la apariencia constitucional. “Por sus hechos los conoceréis”, ninguna ley propiciada por el Partido Popular en sus legislaturas, ha desarrollado derechos constitucionales. Sin embrago, sí, ha torpedeado el desarrollo de los derechos de los españoles hasta fosilizar la Constitución, al mismo tiempo que se erige en defensor del Estado de Derecho y los Derechos Constitucionales. Aunque sean conscientes de que violando la Constitución, se colocan en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de todas las convenciones que el Estado haya firmado. Además como la gran parte de la judicatura, incluyendo el Tribunal Constitucional, tiene la misma sensibilidad franquista, sobre todo en su vertiente del nacionalcatolicismo, sólo podremos ser librados de esta perversión, por algunos jueces salvados de las purgas nacionales, sin acudir a instancias europeas para nuestro sonrojo y vergüenza.
LAS MARCHAS DE LA DIGNIDAD llegan a Madrid cargadas de razón. Este gobierno nos ha machacado la dignidad con sorna, revancha, chulería, desprecio e ignominia, (afrenta pública), por si alguien desea consultar el diccionario de la RAE, éste y el resto de vocablos. Por mucho que los medios quieran desviar la atención hacia otros asuntos que disipen la realidad de hoy, la presencia de los miserables reclamando la dignidad criminalmente usurpada, es muy potente… Les acompañan las plagas provocadas por la U.E. y sus lacayos. Las plagas no se disipan con antidisturbios, por mucho que fanfarronee y evoque el cumplimiento de la ley la delegada del gobierno de Madrid, cuyo nombre no se merece que mencione. El Gobierno es reo de culpa como consecuencia de su conducta llena de “acciones indebidas o reprensibles” contra el pueblo y al servicio del poder tirano. Este entrecomillado es lo que la RAE define como ¡crimen! Curioso ¿verdad?
El pueblo está en la calle para recuperar la dignidad arrebatada por la tiranía del poder económico, que sólo rinde culto al Becerro de Oro que enriquece a unos pocos y  empobrece, hiere y mata a la sociedad. Y la mano ejecutora es Rajoy y sus secuaces. Secuaz se le denomina a quien sigue el partido, doctrina u opinión de otro. Los enfermos condenados a muerte por los recortes económicos, no se resuelven con la fuerza pública. La desnutrición de los niños y el hambre del indigente tampoco se soluciona negando cobijo, el pan y el agua a los caminantes de la dignidad.  Las amenazas y el miedo no evitarán la denuncia permanente de sus abusos de poder.
Es verdad, que al margen de LAS MARCHAS DE LA DIGNIDAD que han marcado un hito en la historia de las reivindicaciones en España, un minúsculo aunque execrable y despreciable grupo de terroristas, han tratado que no conseguido, reventar la masiva y pacífica concentración popular. Mi apoyo a los policías heridos y  mi repulsa a los salvajes atentados contra personas, edificios y mobiliario urbano. No obstante, denuncio la pretendida equidistancia que ha mantenido la señora delegada del gobierno, entre los manifestantes y sus policías. Parece que los policías debían de defenderse de la masa que se manifestaba. Ninguna sensibilidad hacia sus demandas al margen del reconocimiento, faltaría más, del derecho de manifestación. Sus mensajes eran amenazantes. Los llegados a la capital después de cientos de kilómetros debían esfumarse y desaparecer para cumplir la imposición de no acampar para no invadir el terreno de los demás. Me niego a dedicarle ni una palabra más a este episodio al final  de la jornada, de esto se ocupan los voceros, que son muchos, muy bien pagados al servicio del poder popular, que no el poder del pueblo.


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