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martes, 4 de marzo de 2014

¿QUIÉN MANDA EN EL MUNDO?

Por Isidoro Gracia
Exdiputado


Fuente: Facebook

Mucho antes de que se impusiera el concepto de globalización, Ortega y Gasset, ya sostenía que el gigantesco proceso de unificación estaba en su término, y que existía un influjo autoritario ejercido en todo el mundo.
En los comienzos del siglo XX, Ortega y Gasset acertó en muchas de sus previsiones respecto al futuro, o en los fundamentos en que se basaba el poder real, y también como se ejercía ese influjo autoritario, manteniendo que el uso del mando se sostenía siempre en el apoyo recibido desde la opinión pública, o casi siempre, ya que admitía como posibles otros componentes. Pero no fue capaz de adivinar la capacidad de conducir a esa opinión pública, incluso en dirección absolutamente contraria a los intereses de la mayoría, mediante medios solo al alcance de unos pocos, con las notables excepciones que representan algunos iluminados al inicio del camino de sus experiencias seudo-religiosas o sociológicas. Como consecuencia situaba el poder saliendo de Europa hacia USA y la mayor concentración del ejercicio del mismo en los gobiernos.



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Hoy, bien avanzado el siglo XXI, a la propiedad de los medios de producción, señal de identidad que en los programas máximos socialistas señalaba a quien se apropiaba del trabajo de otros, y a cuyos intereses servían gobiernos y partidos burgueses, habría que sumar un especial apartado con los que son propietarios de todos los medios que generan opinión pública. Cierto es que las nuevas tecnologías han abierto brechas, que los defensores de los que se consideran dueños del mundo intentan controlar, afortunadamente no siempre con éxito. Respecto a los medios históricos  tradicionales: la fuerza, la religión o el control del comercio, hace tiempo que son meros instrumentos, y no fuente, del mencionado influjo autoritario.


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El resultado es que los ciudadanos que se creen libres, por vivir en democracias, y en consecuencia dueños de la riqueza que generan con su trabajo, son poco conscientes de que todas las democracias son imperfectas y están demasiado condicionadas por las decisiones que toman unas pocas grandes fortunas y especuladores, que ejercen de amos inmisericordes, mediante dirigentes interpuestos, más dependientes de los medios que les permiten su elección, todos aquellos que generan opinión, que de sus programas políticos y no digamos ya de la ideología, hoy sustituida por la “eficacia” y “el mercado”.


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Las excepciones, en ausencia de democracia, dirigentes de algunos estados, incluso tan inmensos como China o Indonesia, concentran en sí mismos en control de todos los instrumentos. El conjunto del mando hoy se define como principio de multilateralidad, pero no deja de ser el influjo autoritario de unos pocos, muy pocos, sobre la inmensa mayoría y, en su mayor parte, no está residenciada en los gobiernos y parlamentos.
Para cambiar esto hacen falta un par de cosas, según Mao: “los oprimidos no deben confiar su liberación en la sensatez de los opresores”, y,  “deben unirse y perseverar en la lucha”. No parece que los ciudadanos de a píe estemos en proceso de unión y lucha, y confiar en la sensatez de quienes nos exprimen, en su beneficio, como dice en cómico: “es tontería”.



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