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viernes, 12 de septiembre de 2014

EL FRANQUISMO EN EL PODER

Por Pedro Taracena


Foto: Pedro Taracena

Es evidente que la crisis económica comenzó en 2008 y aún está lejos de que nos abandone. Pero no es menos cierto que el Estado está herido por una crisis más grave. La crisis que arranca de la mentira sobre la cual se cimentó. El franquisno lejos de ser condenado por la Constitución, se incrustó en ella. Y los oponentes al franquismo fueron sus cómplices más incondicionales en la democracia. El fascismo español denominado Falange Española fue utilizado por el general Franco para dar un golpe de estado, provocar una guerra civil e implantar una dictadura. Los regímenes políticos homólogos con el franquismo en Europa, el nazismo alemán y el fascismo italiano, fueron condenados y hacer apología de sus crímenes es delito. En España por obra y gracia de la Santa Transición se llevó a cabo un consenso, no escrito, que dejaba impune los crímenes del franquismo: golpe de estado contra la República, guerra fratricida entre los defensores de la República y los fascistas, católicos y militares, estableciendo un régimen represivo que impuso una dictadura confesional y militarista; arrastrando un genocidio sin presidentes. Sobre esta tragedia se erigió como si nada hubiera pasado el régimen monárquico, donde los franquistas y los no franquistas conviven dentro de la Constitución. Esperpento único en el mundo civilizado. Las asignaturas pendientes que nuestra débil democracia arrastra son las siguientes:

  1. Condena por ley del régimen franquista y reconocimiento de la legalidad y legitimidad de la República; estableciendo el delito de apología del franquismo.
  2. Denuncia y supresión de los Acuerdos con la Santa Sede; librándose el Estado y sobre todo el Gobierno de la tutela religiosa sobre la legislación laica española.
  3. Reforma de la Constitución para sacar de su espíritu y letra todo atisbo de franquismo; dando paso a una España federal. El Estado de la Autonomías ahora es una oportunidad permanente de desigualdad y duplicidad.
  4. Reconocer la realidad de que el sentimiento de nación es una emoción legítima y que no se puede establecer con criterios legales; acabando con el eufemismo de "nacionalidad" que trata de consagrar el concepto de nación con el de patria y lo que es más absurdo, con el de unidad. 
  5. Los pactos de la Transición tienen que ser revisados con criterios más justos que legales y alejarse de que la Constitución es inamovible y dogmática como lo es el Credo de Nicea. En política al servicio del pueblo todo se puede cambiar.

EL FRANQUISMO EN LA ACTUALIDAD Habla Gran Wyoming


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