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domingo, 28 de septiembre de 2014

UN PERSONAJE LLAMADO GALLARDÓN

Por Pedro Taracena




Persona de distinción, calidad o representación en la vida pública. De esta manera define la Real Academia Española a los políticos que destacan por sus hechos como servidores públicos. Alberto Ruíz Gallardón es un genuino ejemplar producto del franquismo camuflado. Parte de la opinión pública y los medios afines al franquismo, le habían etiquetado como moderado y centrista, casi progresista. Pero este perfil no tenía ninguna consistencia para aquellos españoles que hemos conocido la dictadura y la transición. Este señor es uno de los franquistas conversos vendiendo la idea de que son demócratas de toda la vida. Un farsa vergonzosa.
Alberto Ruíz Gallardón tienes sus raíces en la dictadura franquista, hijo de José María  Ruíz Gallardón y ambos herederos de Franco, conducidos de la mano de otro franquista, quizás el más genuino de todos. Manuel Fraga Iribarne, ministro mordaza de la dictadura y ministro, dueño de la calle en la monarquía, que no en la democracia. El Partido Popular nunca tuvo ideología propia porque para gobernar España no la necesita. Si tuviéramos que configurar su marco referencial ideológico no sería necesario saltar los Pirineos. Aunque el PP se adjudica un mosaico de ideas de centro-derecha, su eterno viaje hacia el centro se ve frenado por su rémora franquista. Lejos de la democracia cristiana o los conservadores europeos, la derecha española comprende una amalgama formada por el nacionalcatolicismo, el falangismo y los caciques católicos integrantes de la burguesía desde siglo XIX.
La nada modélica Transición les concedió la impunidad para no ser juzgados por su participación en un régimen dictatorial y sanguinario. Han sido capaces de fosilizar la Constitución y gobernar al margen de ella. Y la farsa llega hasta el esperpento erigiéndose en baluarte de su defensa y cumplimento. Tanto los franquistas como  los demócratas trataron de engañar a los españoles y en parte lo consiguieron, confundiendo el consenso de la transición  con el pacto constitucional. Las omisiones que con toda intención adolece el texto de la Constitución Española, sin condenar la dictadura, han sido aprovechadas por el pacto no firmado que dejó impune el genocidio.  Negando que lo hubiera y haciendo apología del franquismo de forma chulesca y permanente. Este estado de cosas, no solamente escandaliza a los demócratas españoles, sino que espanta al mundo civilizado. Los protagonistas de la Transición que ahora se les viene identificado como La Casta, lo constituyen el Gobierno, que  ya nadie puede dudar que es el franquismo con vocación de perpetuarse, y el otro gran partido que no puede tirar la primera piedra porque está igual de corrompido, los dos  han ido de la mano para cometer el mismo pecado original.
En este panorama el exministro de Justicia ha brillado con luz propia. Franquista, hijo,  nieto y bisnieto de franquistas, ha sido hacedor eficaz de la ideología del nacionalcatolicismo. Lejos de reconocer que su ley sobre el aborto tenía el rechazo de gran parte de la sociedad, se ha marchado convencido de que su ideología es la verdad y que los demás, algún día, la aceptarán como verdad absoluta. Este personaje que ya ha entrado en la España más siniestra y oscura, hay que decirle que la alianza Iglesia-Estado y el maridaje trono-altar, las españolas y los españoles hace muchos años que hemos dicho, ¡No! Son las mujeres, sobre todo, las que han echado al siniestro personaje de la vida pública española. La oposición está amordazada porque ha cedido mucho terreno desde que los Acuerdos entre el Reino de España y la Santa Sede, contaminan de prejuicios religiosos la vida laica y política, a pesar de disponer de una Constitución no confesional. Y así ha sucedido con la Educación Pública, que Wert otro ínclito ministro, cuyo cinismo invade el fariseísmo católico más rancio y casposo, ha escrito una ley al dictado de los obispos.






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