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miércoles, 8 de octubre de 2014

CARENCIAS, INEFICACIAS Y FALTA DE LIDERAZGO

La situación derivada del contagio por ébola muestra carencias, ineficiencias y falta de liderazgo.

Foto: José Luis López Rodríguez

Mientras no hay circulación, los planes de prevención de accidentes deben estar patentes, de igual forma que cuando la carretera alcanza su máxima circulación. A esto se le viene denominando seguridad vial y asistencia en carretera.

Por Isidoro Gracia

Exdiputado

Los principales  hechos negativos no se sitúan en el terreno sanitario, sino en las respuestas de los gobiernos y la economía.
Durante más de un lustro ejercí como técnico superior de prevención de riesgos laborales, coordinador en la elaboración de planes de emergencia y responsable de las respuestas técnicas y de ingeniería, a dar a los problemas que detectaban el análisis previo, los ensayos y simulacros programados y, por último,  la praxis diaria, así como los imprevistos que inevitablemente surgían, a pesar de todos los esfuerzos y medios puestos sobre la mesa, por la empresa en que prestaba mis  servicios profesionales. Esa experiencia me permite aproximarme al confuso panorama que una cadena de decisiones, y quizá más aún la ausencia de otras, nos está abocando.
Como es sabido, incluso a través de cursillos elementales, la evaluación de los niveles de los riesgos se valora con dos entradas, una la posibilidad de que algo suceda (baja, media, alta, muy alta) y dos, las posibles consecuencias (leves, importantes, graves, muy graves), la respuesta se gradúa en base a esa evaluación, llegando a paralizar las actividades que alcanzan un cierto nivel, hasta que se corrijan o aminoren las circunstancias. Parece muy evidente que las  autoridades con competencias en el tema no realizaron una evaluación, específica para España, limitándose, en el mejor de los casos (también surgen dudas al respecto) a recoger lo que la OMS ha publicado, lo que también exigiría una adecuada “traducción” a las circunstancias concretas.
Respecto a los Planes de Emergencia, exigibles incluso para muchas de las actividades en las que el número de personas involucradas es elevado, o que existen experiencias de accidentes de cierta gravedad en centros similares (centrales energéticas, centros comerciales, fábricas, hoteles, etc.), no basta con poner carteles informativos y dotar de medios (por ejemplo contra incendios), Lo más importante es que se establece, claramente, quien es el máximo responsable para tomar decisiones, que una vez se da la alarma tienen que obedecer incluso los directores, que jerárquicamente están por encima de él en el organigrama, quien forma parte de los distintos equipos, desde los de primera intervención, a quienes se les da formación específica.
Para comprobar que las cosas van a funcionar, y para pasar una información general, que a la vez forma de manera eficaz, se programan ensayos y simulacros en los que de forma muy controlada se verifica que es lo que es válido y lo que hay que mejorar.
La evaluación, los planes de actuación derivados de ella, la elaboración de los Planes de Emergencia, la formación y los ensayos, cuestan dinero y trabajo, pero cuando llega, que siempre llega, una situación de dificultad, todo el gasto se amortiza a la primera.
Pongamos esta elemental descripción sobre los siguientes hechos: decisión consciente de importar el virus, reducción drástica y paulatina de la inversión previa en sanidad en general y en los centros de referencia en particular, dar por buenos los protocolos de actuación preexistentes y no ensayados, la formación, o no, de los equipos, y lo más importante: saber quien toma el liderazgo, quienes son los equipos que ya están fijados para intervenir y quien, y como, informa y simultáneamente forma al conjunto de los posibles afectados, en este caso todos los españoles, pero en especial a todas las autoridades y profesionales sanitarios.
Mi experiencia me aporta dos datos: haciendo las cosas regular conseguimos que centros con centenares de personas. y con nivel de riesgo relativamente alto, pasaron hasta dos años sin registrar un solo accidente con baja y todos los ensayos y simulacros terminaron con incidentes, que demandaron mejoras en los protocolos de actuación y cambio de algún responsable.
Conclusión, a la vista de lo sucedido,  en mi antigua empresa algún director, consejero ministro/a o presidente, obtendría una mala evaluación anual y sufriría alguna consecuencia.
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