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miércoles, 15 de febrero de 2012

LOS MALES DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA


Por Pedro Taracena Gil

Aquel vocablo del consenso, nuevo para los españoles, fue utilizado de forma fraudulenta. El pacto al cual se llego, no fue entre iguales porque se desarrolló desde posturas de fuerzas desequilibras. Además quedaron muchos aspectos fuera del trato. El franquismo, aunque sin Franco, tenía todo a su favor: El poder intacto de la dictadura, el aparato represor de la policía, el ejército amenazante y con un árbitro imposible para ser neutral. El Rey era un producto franquista y para ser neutral debía haber renunciado a los poderes que le otorgaban Las Leyes Fundamentales de la dictadura. Se manejó la declinación de varias palabras, todos ellas vacías de contenido: Ruptura o evolución. Cambio radical o continuismo. Transformación pero sin exclusión. Durante el proceso la palabra más manida fue la relativa al consenso. Los diferentes grupos formados por los franquistas, aún ostentando el poder, los venidos del exilio, de las cárceles y de la clandestinidad, llegaron a un acuerdo que se materializó en la Constitución Española de 1978. Recuperando el Estado de derecho que España había perdido con el golpe militar que Franco había perpetrado contra la República, legalmente constituida. A todo ese proceso proyectado en el tiempo se le llamó Transición. Es decir, una especie de travesía del desierto que llevó a feliz término con la consumación formal de la democracia. Como en España tenemos un vicio de magnificarlo todo, la transición, ya se escribe con mayúscula y se le aplica el epíteto de modélica como título ejemplarizante. Pero volvamos al pacto constitucional. Los Padres de la Constitución, una amalgama de políticos franquistas y otros incorporados a la vida política con la aquiescencia de los que habían servido a la dictadura, elaboraron una Constitución avanzada y válida para incorporarse al mundo civilizado. Pero cuando se lee el articulado de la constitución, es fácil comprobar que su contenido está de acuerdo con la Declaración Universal de Derechos Humanos, de 1948. Y esto es una garantía de que sus ponentes hicieron un buen trabajo. Pero también es fácil dilucidar que el consenso dejó sin tratar otros temas de vital importancia para la justicia, la convivencia, la reconciliación y la verdad histórica. Y de estos temas, no se habló, ni trató, ni acordó. Entonces, si la Transición modélica y con mayúscula, transcurrió mediante el consenso, y del consenso sólo surgió la Constitución, y la Constitución no habla del tenebroso tiempo del crimen, es fácil deducir que, la Transición quedó mutilada, cerrando las heridas del genocidio en falso. Luego la transición es una farsa que se proyecta en un periodo del almanaque: frustrante, perverso, hipócrita y falso. Con el agravante de que esta amnesia nacional ya es la que se explica en las escuelas a nuestros jóvenes y niños. De este muermo soñoliento  aceptado, se nutren las grandes formaciones políticas PSOE y PP. Se han instalado en la “vida en la mentira” y lejos de conseguir la reconciliación entre los españoles, están radicalizando las posturas reclamando la  Memoria Histórica. Y son estos temas lo que no se trataron en el pacto constitucional y ahuyentaron del consenso durante la transición.

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