Por Pedro Taracena Gil
El Vaticano. Pedro Taracena
Anoche soñé que:
El Papa había enviado una
carta secreta escrita en latín a los obispos de todo el orbe católico. Un
mensaje cifrado guardado en los archivos vaticanos cuyo contenido había encontrado
cuando aún era el cardenal prefecto del Santo Oficio. Pero indescifrable para toda persona
ajena al Papa y a los obispos destinatarios. El entonces cardenal Ratzinger
descubrió que esta carta había sido divulgada a todos los obispos titulares de sede
catedralicia, por sus predecesores desde Pío XII a Juan Pablo II. No obstante,
el contenido del mensaje papal jamás fue conocido por la cristiandad. El Papa correspondiente
en cada época había comprometido a todos los obispos a sellar el secreto bajo el
sigilo sacramental. Los papas habían logrado el primero de sus propósitos,
mantener el secreto. Sin embrago, el otro secreto correspondía a obrar en
consecuencia según el contenido del texto papal, y no había constancia de que
se hubiera ejecutado. Todos los pontífices habían enviado la carta
interpretando los signos de los tiempos, con el mismo magisterio auténtico que
otorgan las encíclicas. Un motu proprio
no dogmático. Benedicto XVI una vez elevado al solio pontificio, tuvo acceso a
las cifras romanas y la frase en hebreo, que hacían comprensible el contenido de aquella enigmática epístola. Privilegio exclusivo de los papas. Descubierto el mensaje en primera persona del plural mayestático, adentró en el
privilegio papal, pero también participó de su angustia y ansiedad. Pero
después de una reflexión in extremis decidió epatar y emular a sus predecesores
de feliz memoria. El correo papal salió de la romana sede apostólica por el
conducto más sigiloso, previsto por la seguridad y diplomacia vaticanas para
casos de extrema gravedad. A la memoria del anciano obispo de Roma acudieron
los eventos contemporáneos de cada uno de los papas, autores de la misiva
enviada por la Santa Sede. Pío XII y su implicación en el nazismo. Por activa o por pasiva. Por
acción u omisión. Juan XXIII y su iniciativa de convocar un concilio ecuménico
para que llegase a la Iglesia el aggiornamento.
Pablo VI que en su discurso en la sede de Naciones Unidas denunció la guerra de
Vietnam y abogó en favor de la paz. Promulgó
la encíclica Populorum Progressio, sobre el desarrollo de los pueblos. A la muerte
de Pablo VI el cónclave cardenalicio eligió al cardenal Albino Luciani; siendo
coronado con la tiara papal, bajo los nombres de Juan Pablo I. Su pontificado
se mantuvo durante 33 días. A pesar de su brevedad, Benedicto XVI pudo
comprobar una vez aposentado en la silla de Pedro que el papa Luciani había
tenido el tiempo suficiente como para enviar su misiva a los pastores de la
Iglesia. Después del cónclave prescriptivo fue elegido para ocupar la sede
vacante, el cardenal Karol Wojtyla, siguiendo la dinastía de su predecesor,
bajo los nombres de Juan Pablo II. Este papa de origen polaco procedía del mundo
comunista. Y cerrando el cortejo de sus predecesores, el papa Ratzinger era
alemán y el más ortodoxo que todos ellos. Durante sus pontificados ocurrieron
numerosos eventos y no pocos hitos en la historia de la humanidad. Desde la
aparente conversión del emperador Constantino, la Iglesia ha sido una potencia proselitista,
económica, militar, política y también apostólica. Es evidente que ha estado
inmersa en las intrigas, conflictos y guerras mundiales.
Cúpula de San Pedro. Pedro Taracena
Los sucesores de Pedro, en
su privacidad tomaron conciencia de la gran traición cometida contra el apostolado legado por Jesús, el hijo del
carpintero, y sintieron pánico y desolación en su amarga soledad. Pío XII, fue
cómplice del holocausto. Juan XXIII, cuando convocó el concilio, auténtico acto
de contrición ente el mundo actual, fue contrariado por muchos obispos,
arzobispos y cardenales que trataron de boicotear la iniciativa del papa bueno. Su vocación ecuménica fue
contestada por los más tradicionales. Pablo VI tuvo conflictos diplomáticos con
la dictadura de Franco; un régimen confesional donde la Iglesia implantó el
nacionalcatolicismo. Abogó por los derechos humanos y el desarrollo de los
pueblos. Sobre el breve pontificado de Juan Pablo I se cierne toda clase de sospechas de
asesinato, fundadas en el secretismo y ocultismo de la curia romana. Tampoco se
libró de la soledad y la angustia papales Juan Pablo II que llegó al trono de
San Pedro procedente del bloque comunista, después de haber pasado en su
juventud por las filas del inevitable nazismo. Hizo todo lo posible para que la
Iglesia anclara la barca del pescador; volviendo
a las épocas anteriores al Vaticano II. Se alineó con las fuerzas políticas
mundiales más conservadoras; potenciando
agrupaciones dentro de la Iglesia ultra ortodoxas. Como el Opus Dei, el
movimiento del Camino Neocatecumenal y los legionarios de Cristo Rey. Y por
último Benedicto XVI, es el pontífice más genuino de entre sus predecesores. Se
acerca al empaque y aislamiento de Pío XII. Sobre todo su objetivo ha sido el
volver a las formas clásicas anteriores a todo aggiornamento. Conservar el depósito de la fe y las costumbres
morales intactas ajenas al mundo actual. Enemigo declarado de la teología de la liberación. Partidario de la liturgia en latín rescatando el latín como lengua universal de la Iglesia. La dicotomía
filosófica y teológica sufrida por los pontífices, en su postura personal y
colegial, ha creado sin duda, una contradicción con la verdadera doctrina emanada
directamente de las palabras de Cristo. La conciliación de los papas con su alter ego ha sido insostenible. Aquella
agrupación de pescadores sencillos, ignorantes y tímidos, contemplados veinte
siglos después, es normal que aterrorice a los herederos de los apóstoles. Es
decir, la tradición de la Iglesia, que siempre la escribió con mayúscula y la antepuso
el prefijo de santa. Es humano comprender que los papas, sensatos testigos que
la Santa Tradición asuman que les ha llevado a una conducta fatua, engreída y
altanera. En cuya cárcel están prisioneros frente al devenir de la historia. El
contenido de la carta papal no era ajeno a este conflicto escandaloso del cual
la Historia les pide cuentas. Dad al
césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Al césar han
complacido en exceso y al pueblo le han ignorado. Y con el pueblo han olvidado
al mismo Dios. El papado cobijado en su plural mayestático ha lanzado un grito
de libertad y de honestidad, atrapado en la diplomacia
vaticana y en la real politik. Pero
los prelados han ahogado la verdad en el sigilo sacramental. Aunque mi sueño
hubiera sido eterno, jamás hubiera descubierto la confesión que cada sumo pontífice manifestó a sus obispos…
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